El extraño documental sobre Jaime Urrutia

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«Urrutia, venciendo su timidez, habla de su soledad, se desnuda en no pocas ocasiones, pero también saca pecho cuando exclama, ‘Que me llamen chulo, me la suda»

 

Tras años de espera, «Jaime Urrutia. La fuerza de la costumbre», el documental dirigido por Carlos Duarte Quin sobre el rockero madrileño, por fin está editado en deuvedé. Juan Puchades lo analiza.

 

Texto: JUAN PUCHADES.

 

El director del documental «Jaime Urrutia. La fuerza de la costumbre», es el colombiano Carlos Duarte Quin, quien estuvo trabajando en él durante varios años y que, por fin, ha logrado superar contratiempos diversos y espaciados en el tiempo hasta que ha terminado siendo editado en deuvedé (por Cameo). El resultado es una extraña película: por un lado tiene algo de homenaje a Urrutia, con invitados versionando sus canciones. Por otra parte, recurre a la narración habitual del cine biográfico para ir trazando su trayectoria o incidir en diferentes aspectos personales o profesionales. Si a ello le añadimos que es el propio biografiado quien en primera persona se encarga de la voz en off para relatar sus andanzas, dejando de paso reflexiones de todo tipo, cuesta definir el resultado: ¿autobiografía documental y homenaje? Más o menos. Pero la intervención de entrevistados que han estado próximos al ex Gabinete Caligari y que dejan su testimonio, le otorga un tono coral que lo aleja de la autobiografía y lo aproxima al documental biográfico convencional. ¿Tres en uno, por tanto: memorias, biografía y homenaje? Casi que sí. Como hemos dicho, extraño.

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El deuvedé, sumando los imprescindibles extras (que nadie se los pierda) roza las tres horas de duración (solo el documental son más de dos), pero no se hace tedioso, se deja ver con agrado y logra que el espectador entre en la historia: la de ese rockero chulapo que se hizo famoso al frente de Gabinete Caligari, amagado siempre tras el gesto adusto, una máscara bajo la que vivía un compositor tan sensible como imaginativo. Para introducirnos en su viaje musical, se nos muestra la fascinación primera por Elvis Presley, los Doors o los Stones, hasta desembocar en los sonidos del punk y la new wave, luego en el rock siniestro al que se adscribiría musicalmente Gabinete, y, cómo no, su paso por el servicio militar, del que saldría con la rumba mesetaria metida en la cabeza y que sería esencial para el giro de timón completo que dio la banda, en un reinventarse cada tanto que marcaría en gran medida su trayectoria. También hay espacio para hablar de la infancia, de la familia, de la afición por los toros, de política, de drogas…

Como era previsible, ni Edi Clavo ni Ferni Presas han participado en el rodaje (la herida por la ruptura de Gabinete parece que no se cerrará nunca), pero la lista de gente que ha estado cerca de Jaime Urrutia (o que lo admira) y que se ha prestado a colaborar apabulla, comenzando por su hermana (que abre el relato hablando de la infancia) y siguiendo con, entre otros, Jesús Ordovás, Loquillo, José Manuel Gómez, Enrique Bunbury, Fernando Martín, Domingo J. Casas, Alaska, Servando Carballar, Andrés Calamaro, Ariel Rot, Rubén Pozo, Leiva, Pito Cubillas, Manuel Notario, Carlos Segarra, Paco Trinidad, Andy Chango, Eva Amaral, Luis Eduardo Aute, Txema López, Esteban Hirschfeld, Ana Belén, El Hortelano, Candy Caramelo, Francis García, Johnny Burning, Gemma Nierga…  Músicos, managers y periodistas comentan diferentes aspectos de su personalidad o de su obra o relatan anécdotas. Así, Bunbury, en contra de la imagen pública que ha trascendido, lo retrata como frágil, sensible y cariñoso, y el mismo Urrutia, venciendo su timidez, habla de su soledad, se desnuda en no pocas ocasiones, pero también saca pecho cuando exclama, «Que me llamen chulo, me la suda».

La parte de homenaje viene representada por lecturas de temas suyos realizadas por Luis Eduardo Aute (‘Vestida para mí’), Ana Belén (‘Castillos en el aire’), Pereza (‘Mentiras’, que no es una canción de Urrutia, pero como si lo fuera), Ariel Rot formando trío instrumental y vocal con Candy Caramelo y Andy Chango (‘Toda mi vida’), Carlos Goñi (‘¿Qué hay de comer?’), Aurora Beltrán (‘Nada por aquí’) y Doctor Explosión acompañados del propio Urrutia (‘Pitusa’). Es el material más accesorio (en realidad no aporta nada más allá de la curiosidad, y hasta chirría un tanto en la narración. De hecho, un par de ellos se han incluido solo en los extras) y podía haber quedado reservado como una grabación con entidad propia, planteada como lo que es: un homenaje. Por cierto, que resulta incomprensible que con esas pistas de audio no se haya dado forma a un disco.

Aunque se echa a faltar el contrapunto de alguien que se cague en las muelas del biografiado y suelte un par de buenos exabruptos (estoy seguro que Urrutia, que posee enorme sentido del humor y gran capacidad de autocrítica, lo habría agradecido), ya damos por hecho que tal cosa no parece posible en este tipo de documentales, tendentes al agasajo y la exaltación. Pero lo que debe permanecer es que Jaime Urrutia se merecía una película como «La fuerza de la costumbre», por lo impecable de su trayectoria y porque aunque no demasiado abultada, su discografía (que es lo que permanece de un músico) resulta ejemplar: sus discos son de esos que cuando regresas a ellos te sorprenden por su solidez y la enorme entidad de las canciones, dejándote siempre con la sensación de que cuando se publicaron fuimos incapaces de apreciarlos como merecían. Así que, por mí, todo intento de engrandecer su figura es bienvenido.

Quedémonos con una frase, que él mismo pronuncia en la cinta, y que bien puede definir quién es Jaime Urrutia: «Soy y seré un compositor de canciones. Perseguir una fantástica melodía, y ajustarle una buena letra, ese es mi gran motivo de vivir.» Por muchos años, y nosotros que las oigamos.

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