El disco del día: Tachenko

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«Los zaragozanos Tachenko reafirman con este, su sexto disco, su primacía como estandarte del pop más diáfano, luminoso y radiante que se factura en nuestro país»

Tachenko
«El amor y las mayorías»
LIMBO STARR

 

 

Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.

 

 

Con la constancia del martillo pilón, los zaragozanos Tachenko reafirman con este, su sexto disco, su primacía como estandarte del pop más diáfano, luminoso y radiante que se factura en nuestro país. Y todo ello pese a que nunca han terminado de romper la barrera que separa la independencia nuclear de esa otra que solo es aparente. Ese linde que hace tiempo franquean formaciones más jóvenes, recurrentes en festivales de todo pelaje, con las que se les suele asociar errónea y superficialmente.

Nuestro mercado nunca será amable con las segundas lecturas, ni con las tenues referencias al contexto sociopolítico que ahora salpican un disco como «El amor y las mayorías», alérgicas a la obviedad. Hay que decir también que lo que han ido ganando en contundencia, en concreción y efectividad, ya con una formación definitivamente asentada, quizá también ha hecho que parte del abigarrado (y algo amateur, por qué no decirlo) encanto que destilaban los trabajos de su primera etapa se haya ido diluyendo. Esa ortodoxia tiene ya múltiples botones de muestra, aunque quizá ninguno tan claro como ‘Ojo de halcón’ (con el libro de estilo de Teenage Fanclub, en este caso,  flotando irremisiblemente en el ambiente).

Hace tiempo que dieron con el molde, y lo reproducen con tanta pericia como previsibilidad. Pero cualquier objeción de largo recorrido (teñida de cierta nostalgia, no vamos a negarlo) choca con lo que tienen de incontestables temas como ‘Campos de Marte’, ‘Estados libres de la Unión’, ‘Las cárceles’, ‘Vendaval’ y,  sobre todo, ‘Mi amor, las mayorías’. Esta última, no solo una de las grandes canciones del año, sino también una magistral síntesis de las que han sido hasta ahora sus mejores destrezas: inicio con amago festivo y bullicioso para desembocar en un estribillo gloriosamente sutil, delicado y agridulce. La sonrisa que, lejos de ser tal, esconde muchas veces una mueca.

Anterior disco del día: ¡Zas! Trío.

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