El disco del día: Madeleine Peyroux

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«La gentil dama sureña de afrancesado pedigrí se repliega a esos tiempos medios y baladas que tan bien se le han dado siempre para dedicarle un álbum entero a ‘la habitación de la tristeza»

 

Madeleine Peyroux
«The blue room»
EMARCY/UNIVERSAL

 

 

Texto: GERNOT DUDDA.

 

 

La gentil dama sureña de afrancesado pedigrí se repliega a esos tiempos medios y baladas que tan bien se le han dado siempre para dedicarle un álbum entero a “la habitación de la tristeza”. Y con un referente histórico importante: el álbum que Ray Charles grabó en 1962 bajo el título “Modern sounds in country & western music” (del que de hecho hubo al final dos volúmenes, visto el éxito del primero).

Madeleine ha pasado por al menos cinco de aquellas versiones de Charles, permitiéndose la importante licencia de contar además con piezas de cantautores que no habían empezado a grabar todavía en la fecha en que Charles se marcó tan importante “crossover”. Bueno, “crossover”. Ahora a lo mejor lo vemos así, pero el bueno de Ray tuvo que padecer entonces las de Caín por cruzar osada y obstinadamente la línea que marcaba el color de su piel para cantarle a ese otro sur, el de los odiados blancos. Con el tiempo, y gracias sobre todo a estos dos trabajos, se ganó un reconocimiento muy especial entre la comunidad musical (de todos los colores) por afrontar tan inusual ejemplo de libertad creativa, que en el fondo es (o al menos era) lo que todo artista ansiaba.

Así lo entendió un jovencísimo Larry Klein, que tenía solo doce años cuando escuchó aquel trabajo por primera vez. Nunca lo olvidó. Por eso pensó que “re-examinar” aquel álbum sería una bonita tarea para Madeleine Peyroux, que también viene de ese mismo universo de country, blues y jazz, cuyas canciones suelen guardar siempre importantes historias que contar.

Klein –probablemente el productor que más mujeres ha producido (con permiso de Javier Limón)–, decidió una línea de arreglos un tanto alejados de las intenciones de Charles por entonces, pero sumamente fiel a la embelesada suntuosidad de todos estos años de trabajo con Peyroux: esa mezcla de violines, órgano y pedal steel, que aseguran un nivelado perfecto del álbum en canciones tan conocidas como ‘Take these chains from my heart’, ‘Bye bye love’, ‘I can’t stop loving you’ o ‘You don’t know me’, a las que Peyroux llega con cierto deje “laid back” que ni mucho menos le quita mérito alguno.

Y encima esa banda, con Larry Goldings (órgano), Dean Parks (guitarra eléctrica, pedal steel), David Piltch (bajo) y Jay Bellerose (batería), a los que fácilmente se les puede escuchar tocando estas canciones “con los ojos cerrados” y de memoria. Escuchar sin pausa intermedia que las interrumpa (merced a los violines arreglados por Vince Mendoza) dos maravillas de la talla del ‘Guilty’ de Randy Newman y el ‘Bird on a wire’ de Leonard Cohen, es uno de esos placeres para los que jamás pueden existir palabras. O por las mismas, el ‘Desperadoes under the eaves’ de Warren Zevon.

Y sí, Ray Charles está muy bien, ¿pero a ver en qué otro disco puedes escuchar juntas canciones de Randy Newman, Leonard Cohen y Warren Zevon?

Anterior disco del día: Coque Malla.

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