El chicle de Nina Simone

Autor:

COMBUSTIONES

«Ellis construye un relato sobre un objeto mínimo, sublimado como reliquia mitológica»

 

Sobre el nuevo libro de Warren Ellis, El chicle de Nina Simone, divaga esta semana Julio Valdeón. Y cómo, a partir una anécdota, se puede levantar toda una imaginería de existencia y música en torno a un icono de los de toda la vida.

 

Una sección de JULIO VALDEÓN.

«A veces me preocupas», le suelta Nick Cave a Warren Ellis, después de que su colaborador le explique que conserva un chicle de Nina Simone, uno que la cantante pegó al piano Steinway en un concierto, organizado por el propio Cave. El concierto permanece abierto en carne viva en la memoria de Ellis, veinte años después de asistir alucinado a la ceremonial kamikaze, de reinvención y redención sobre sus propias ruinas, de una Nina ya crepuscular, comida por sus demonios, pero majestuosa e imparable no bien devoró en el camerino una ración de salchichas regada con champán y cocaína.

A partir de aquí, Ellis construye un relato sobre un objeto mínimo, sublimado como reliquia mitológica, que acabará expuesto en una hornacina climatizada, así como una crónica sin anestesia sobre sus propias vivencias. De los misteriosos payasos que acamparon una mañana en el jardín de casa de sus padres o áspero enamoramiento con el violín, a su peripecia vagabunda por Escocia, los días salvajes, los Dirty Three y los Bads Seeds.

Con fotografías que documentan el avatar del chicle y reflexiones como zarpazos, de una ingenuidad no exenta de cicatrices, Ellis entrega una obra intimista que ruge también a cual visceral cuaderno de bitácora. Un canto a la amistad y la colaboración artística. Sin olvidar los lisérgicos cameos a cargo de Beethoven y el fuego de Nina, que brilla y brilla a pesar de todos los naufragios. Un libro originalísimo y conmovedor.

Anterior entrega de Combustiones: En busca del fuego.

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