El bueno y el malo, de Hermanos Gutiérrez

Autor:

DISCOS

«Mentalmente vamos llenando con paisajes un lienzo en blanco, a través de las zonas más áridas del continente americano durante media hora de música instrumental»

 

Hermanos Gutiérrez
El bueno y el malo
EASY EYE SOUND, 2022

 

Texto: JAGOBA ESTÉBANEZ.

 

El pasado 28 de octubre se publicó El bueno y el malo, el nuevo trabajo de Hermanos Gutiérrez, fiel al estilo instrumental que los caracteriza. En esta ocasión lo han grabado en el estudio Easy Eye Sound (Nashville) junto con Dan Auerbach, de The Black Keys.

En tiempos de premura donde los calificativos lenta o compleja son peyorativos para una película, donde reina la molicie ante los artículos de más un minuto de lectura, donde los discos más eclécticos o con autotune son los que copan las listas de éxitos o son frecuentes las escuchas de mensajes de audio de Whatsapp a doble velocidad, la propuesta de Hermanos Gutiérrez vuelve a ser un elepé donde predominan las cuerdas de dos guitarras, sin voz, ni letra. Al igual que los salmones nadan río arriba para desovar allí donde nacieron, los hermanos suizos Esteban y Alejandro siguen contracorriente, retrotrayéndose a sus orígenes transatlánticos en Ecuador.

El bueno y el malo llega al receptor como si de un sosegado viaje a bordo de una clásica pickup se tratara. Mentalmente vamos llenando con paisajes un lienzo en blanco, a través de las zonas más áridas del continente americano, durante media hora de música instrumental. Así es el quinto elepé de los suizo ecuatorianos, toda una experiencia auditiva que evoca lo visual a golpe de guitarras eléctricas con lap steel y mucha reverberación, congas, shakers, bongos o slide guitars.

Haciendo honor al título, la canción homónima, “El bueno y el malo”, es la encargada de iniciar este viaje paisajístico con melodías de guitarras eléctricas dignas de un buen spaghetti western o un filme de Quentin Tarantino. Particular cadencia que, junto al ritmo de unas maracas y una tímida pandereta, genera un aura en el que apenas dista un trecho de la calma chicha a la acción. El estepicursor sigue rodando hacia la melódica y esperanzadora “Hermosa drive”, aguda pieza con atisbos playeros y esencia reggae. La sentimental “Los chicos tristes” suena a Gustavo Santaolalla, concatenaciones de notas en instrumentos de cuerda que se mimetizan a la perfección para perdurar en la memoria, con una sublime parte final en lo más alto del pentagrama que suena a añoranza.

Vuelta al lejano oeste a golpe de castañuela y órgano Hammond con la reflexiva y reposada “Thunderbird”, para continuar con “Cielo grande”, introspección con sombras en la primera mitad y más luces en la segunda, un tema que bien podría encajar en la trilogía de la muerte de Alejandro González-Iñarritu y Guillermo Arriaga. En “Tres hermanos” el propio Auerbach toca una guitarra adicional, llevándola a unos derroteros todavía no explorados, un sonido latinoamericano de los años cincuenta que coquetea con el bolero, para conseguir una de las melodías más pegadizas del álbum. Le sigue “Pueblo man”, un idílico medio tiempo con slide guitar que pertenece al atardecer más que a cualquier otra cosa.

Turno para la esperanzadora “La verdad”, una de las mejores pistas de El bueno y el malo, continuando con la rítmica “Los amantes”. Título idóneo para poner el broche de oro es “Dorado Valley”, donde se albergan los minutos más alegres de esta nostálgica obra. Lo que era un lienzo en blanco se ha convertido en una amalgama de colores y sentimientos reposados, gracias a doce maravillosas cuerdas donde los ritmos de un hermano y las melodías del otro se entrelazan para que se vuelvan bellas e inextricables.

Anterior crítica de discos: Spiceworld 25, de Spice Girls.

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