Domingo J. Casas: Cuarenta años en el foso

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«Yo sigo trabajando igual: con talento, pero sin vértigo. Soy un fotógrafo muy seguro y cuando veo a alguien ya sé la cara que tiene y cuál es su lado bueno»

 

Por el objetivo de Domingo J. Casas han pasado ya cuatro décadas de música nacional e internacional en primera fila. En su archivo figuran cientos de fotos a los Rolling Stones, Michael Jackson, Frank Zappa o Amy Winehouse, además de las grandes figuras de la escena nacional. Coincidiendo con su cuarenta aniversario en la profesión, Carlos H. Vázquez entrevista a uno de los fotógrafos históricos de nuestro país.

 

Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.
Foto principal: DOMINGO J. CASAS. Resto: ARCHIVO DOMINGO J. CASAS.

 

No todo el mundo puede presumir de haber tenido a escasos metros (o centímetros) a Michael Jackson, David Bowie o Keith Richards. Domingo J. Casas cumple cuarenta años como fotógrafo de rock and roll (de 1979 a 2019) y lo celebrará a lo grande el próximo 4 de marzo en Madrid, en la sala Galileo Galilei, con actuaciones de Carlos Segarra, Inma Serrano o Def Con Dos, entre otros muchos.

 

Domin, como le llama su gente más cercana, tiene un currículum y un archivo envidiable con cerca de trescientas mil fotografías de Freddie Mercury, Frank Zappa, Paul McCartney, Bono, Bruce Springsteen, Rolling Stones, Joaquín Sabina, Alaska, Pink Floyd, Loquillo, Bryan Ferry, Coldplay, Muse, Red Hot Chili Peppers, Dani Martín, Depeche Mode, Madonna, Lady Gaga, AC/DC, Fito, Sting, Mark Knopfler, Miguel Ríos, Amy Winehouse, Ramones o Rihanna. Ha trabajado para La Luna de Madrid, Rockdelux, El Gran Musical, Heavy Rock, El País, Diario Ya, El Mundo… y se encarga de coordinar la edición gráfica y documentación de la LH Magazin.

 

En el plató de Domingo J. Casas están montados los paraguas y hay un portafondos detrás de una pila de cajas. En realidad es su casa, donde ya no hay paredes, sino estanterías con vinilos y libros. Queda una pared totalmente blanca que hace las veces de fondo. Todas las sesiones para la revista El Gran Musical se hicieron en este mismo lugar, además de portadas y afiches. Joaquín Sabina, Celtas Cortos, La Década Prodigiosa, Duncan Dhu… pasaron por allí, ante una cámara Hasselblad de seis por seis centímetros para hacer las portadas de los vinilos. «Esa cámara no la tenía cualquiera», cuenta Domingo. Todavía la guarda.

 

¿Cuántas portadas has hecho?
No las he contado. Sé que hay unos cuatrocientos elepés con fotos mías.

 

¿Y la primera?
Tiempo, de Micky. Salió en el año 1985. Fue muy divertido. Lo hicimos en el colegio mayor José Antonio (Madrid), que era un plató que utilizábamos antes de trabajar aquí, donde estamos.

 

¿Cómo comenzaste a hacer fotos?
Empecé a hacer fotos de carnet en 1979, en la Facultad de Psicología de Somosaguas. No eran fotos de carnet para mí, sino retratos. Con mi pasta compraba mejores cámaras y tiraba con teles. También estudié Milicias Universitarias, pero al final no pudo ser, porque no creía en la mili; éramos unos rebeldes con causa (risas). Al acabar la mili hablé con mi padre: «Hijo, has estado un año en la mili. Te has buscado la vida allí, pero tienes que acabar la carrera, aunque te la estés apagando tú, y hacer algo con tu vida». Tenía unos amigos que montaron una agencia de publicidad y me fui con ellos. Empecé a cobrar al día siguiente.

 

¿Y por qué la música?
Siempre me ha estado acompañando. Es una parte muy importante de mi vida. Aunque tengo la casa llena de discos, hay puesto siempre un pendrive con música. Apenas veo la tele, pero puedo poner el disco que quiera.

 

¿Y cobrar lo que quieras?
Las tarifas las pongo en función de las personas, del cliente o de mi pálpito personal. Tengo fama de ser carero, pero yo creo que todo tiene un valor.

 

¿Ha cambiado la manera de organizarse una sesión?
Yo sigo trabajando igual: con talento, pero sin vértigo. Soy un fotógrafo muy seguro y cuando veo a alguien ya sé la cara que tiene y cuál es su lado bueno.

 

¿Eres mitómano?
No, no soy mitómano con los nombres. Lo peor del mundo es retratar a un fotógrafo, luego a los perros y después a los niños, como diría Alfred Hitchcock. Estudié mucho cine, he trabajado de foto fija con los mejores directores de fotografía, Néstor Almendros y Teo Escamilla. Con Teo estuve en el corto de Fernando Guillén-Cuervo [Robo en el cine Capitol]. Pero, ahora mismo, la foto fija no existe, sino que es el auxiliar de cámara el que se ocupa de hacerlo solo. Yo creo que cuatro ojos ven más que dos.

 

Eres fotógrafo, pero dirigiste el videoclip de The Brew “Reached the sky”.
Pero no es un mundo que me llame mucho la atención. No depende de mí y hay que montar. Un buen director de fotografía no puede ser un buen director de cine o un buen realizador. Igual que el realizador no tiene por qué ser un buen montador. Zapatero a tus zapatos. Hoy, todo el mundo sabe de todo: los fotógrafos escriben, son diseñadores gráficos, los periodistas hacen fotos…

 

¿Cuántos carretes has podido gastar en un mismo concierto?
Diez. Trescientas sesenta fotos en dos canciones, en Rotterdam. Entonces trabajaba para muchos clientes y no me daba tiempo a enviarlas. No es como hoy en día, que mandas lotes a distintas publicaciones. Yo iba a degüello.

 

Y pasaste mucho tiempo con los Stones.
Fue muy divertido. Al final de esa gira les acompañé en ocho o nueve fechas más. Estaban también los Gun. No tuve mucho acceso al backstage de los Stones, pero Keitch Richards se venía al nuestro.

 

¿Posan los Rolling Stones?
Posan cuando nos subimos al escenario. En los conciertos se organizaban tandas de cuarenta fotógrafos: los veinte primeros estaban durante la primera y la segunda canción y los otros en la cuarta y quinta. De esos veinte, diez iban al lado izquierdo y diez al derecho. Siempre en el foso, cercanos. Ahora ya nos mandan a la mesa de sonido, pero saben que estamos ahí y nos sonríen. En el concierto de Benidorm del 2003 le pregunté a Sheryl, la jefa de prensa, si me podía poner en el lado derecho (desde el punto de vista del público) para hacerle fotos a Ronnie Wood, pero me dijo que tenía que estar en el lado izquierdo porque a Keith Richards le gustaba verme y saludarme. Ahora eso ya es imposible. Son una máquina de hacer dinero. Los fotógrafos que contratan en sus giras no pueden utilizar las fotos que han hecho porque han firmado un contrato de doscientas páginas con Mick Jagger y los derechos de imagen pasan a ser de él. Tampoco eligen a los mejores fotógrafos, sino a los más domesticables, los que menos problemas les den. Solo tienen que hacerle fotos a Mick Jagger.

 

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«Los fotógrafos que contratan los Rolling Stones en sus giras no pueden utilizar las fotos que han hecho»

 

¿Hasta qué punto nos tenemos que creer que un fotógrafo pueda ser amigo del artista? Tienes una foto con Paul McCartney, sin ir más lejos.
Es que esto ha cambiado. Entonces yo era fotógrafo de El Gran Musical y de los 40 Principales cuando vino Paul McCartney a inaugurar los estudios en Gran Vía. Cuando apareció, todo el mundo se acojonó.

 

¿Por qué te hiciste la foto con él?
Porque me la pidió. Muchas de las fotos que tengo con los artistas son porque las piden ellos. Llegó Paul McCartney a los estudios, le saludé en inglés y le recordé que la semana siguiente iba a ser su cumpleaños (de géminis a géminis). Entonces me pidió un favor: hacerle fotos a Linda McCartney. Él me hizo fotos a mí, yo se las hice a él… pero las suyas nunca supe dónde acabaron. Paul McCartney era un tío normal. Cuanto más grandes, más normales son.

 

¿Cómo viviste la visita de McCartney?
La Gran Vía estaba cortada. Supe que solo había dos fotógrafos acreditados y uno de ellos era yo. Paco García Campoy, hermano de Concha, también estaba ahí. Cuando mis compañeros empezaron a farfullar y a maldecirme, les dije: “Esto tiene fácil solución: dadme vuestras cámaras”.

 

Pero la foto no la hacen ellos.
Pero es de ellos. Y nadie iba a poner ninguna pega, porque estaba haciendo fotos a mis compañeros. Es una cesión. En un concierto de Peter Gabriel a ti te ponen en el lado izquierdo y a mí en el derecho, pero yo quiero fotos de Peter Gabriel, entonces nos cambiamos los cromos. Eso se hace entre compañeros que lo entienden y lo hacen, entre compañeros que no les hace falta nunca y siempre lo hacen.

 

¿Hay codazos en el foso?
No es mi caso. Yo estoy gordito y el foso es mi hábitat natural. Soy como una bailarina de ballet; no molesto a nadie y la gente no me empuja, pero no me echan de allí ni con agua caliente (risas). Es mi vida, llevo cuarenta años en el foso, en el mismo foso, porque para mí es siempre el mismo concierto. Hago fotos de conciertos porque me gusta, porque me lo pusieron fácil y porque no había tantas trabas como ahora.

 

De entre las cuarenta y cincuenta veces fuiste a hacer fotos a los Rolling Stones, ¿cuál fue la primera vez que te quedaste a las puertas, sin acreditación?
En 2014. Los Stones venían de tocar en el Rock in Río de Lisboa y pasaban por Madrid. Una hora y media antes me dijeron que yo no estaba acreditado. Se me caían las lágrimas. Era la primera vez que no le hacía fotos a los Rolling Stones. Hace dos años, en Barcelona, tampoco me acreditaron.

 

¿Te dieron el motivo?
No lo hubo. Hice algunas llamadas y averiguaciones y me dijeron que no iban a entrar en los problemas que sucedieron en Barcelona, pero que les dijera con qué iba a estar cómodo, así que les pedí ir a hacer fotos al fin de gira, en París. Y allí que me fui. Estoy mayor, estoy gordo, pero no estoy muerto.

 

¿Hay gente que todavía no sepa quién es Domingo J. Casas? Gente que no te conteste a los correos electrónicos o no te coja las llamadas.
Pero a mí sí me contestan. Tener los números de teléfono es importante. Yo he organizado conciertos y sé lo que es que llegue una gran cantidad de peticiones, porque resulta que ahora todo el mundo es fotógrafo. Si tú en esto —con toda mi humildad— no sabes todavía quién es Domingo J. Casas, tronco, cambia de oficio. Hay gente que no lo sabe, pero no pasa nada.

 

¿Qué te mueve por dentro cuando miras las fotos y portadas de músicos que ya no están vivos?
Hablamos de gente a la que la droga le ha causado estragos. Las drogas y el talento están reñidos para mí. Lo he hecho en muy contadas ocasiones, en los ochenta, por llevar una vida totalmente desquiciada (de no dormir nunca), pero no me gusta ir dopado. Se me ve espídico porque voy calentando, pero es que yo en un concierto estoy concentrado.

 

Hay quien piensa que para aguantar todo este tute hay que drogarse.
Eso es una cobardía. Yo veo cómo coge la cámara un fotógrafo y ya sé cómo está y si es fotógrafo y si va a hacer fotos. Me duele mucho hablar con compañeros que me dicen que están trabajando en la oficina o son enfermeros. Yo soy fotógrafo todo el día, y no solo de rock and roll.

 

Pero no todo el mundo puede vivir de la fotografía, porque pagan poco y mal.
Pero puedes vivir de esto si eres bueno.

 

Sí, pero pasa mucho tiempo hasta que llegas a serlo.
Hay gente que lleva diez años y parece que lleven doscientos. Diez años para mí no es nada.

 

Entonces, según tú, ¿cuántos años tienen que pasar para ser un buen fotógrafo?
Yo, en ese caso, siempre estoy aprendiendo, incluso de los fotógrafos malos, para no hacerlo como ellos. Hablar de fotografía sin ver imágenes es muy complicado. Esta entrevista llevará fotos, pero tu revista, cuando saca un libro, me pide fotos y yo me enrollo de puta madre; el periodista cobra pero el fotógrafo tiene que ceder sus fotos. Podríamos empezar por ahí también. Cuando un periodista escribe un libro, lo primero que tiene que hacer es contactar con un fotógrafo y hacerlo juntos. No pasa nada, no tengo ningún inconveniente. Reeditaron Sin documentos (Los Rodríguez), Camino Soria (Gabinete Caligari) con fotos mías… y mi hermano Edi Clavo, batería de Gabinete, ha escrito un libro de trescientas páginas (Camino Soria) y no ha explicado porqué se utilizaron mis fotos de promoción. Que lo cuente, no lo voy a descubrir.

 

En su anterior libro, Electricidad revisitada, Edi aparece en la solapa con una foto tuya.
Sí, porque me las pidió. Somos amigos y se las cedí gentilmente. Se las regalé con todo el cariño del mundo.

 

¿Qué haces si te encuentras un libro con una foto tuya que no está acreditada? Te sucedió hace poco con Vive, el libro de Alejandro Sanz escrito por Óscar García Blesa.
Pues me pongo en contacto con la persona que lo ha escrito, le digo que en la foto no está el crédito y que en la siguiente edición lo pongan. En este caso son dos fotos: una de promoción que está cedida por Warner, del Básico, y otra es una que pusieron en Internet. Ante eso, tendría que mandar una factura por los daños y perjuicios morales que me han causado al utilizar una foto mía sin mi consentimiento. Puedo esperar a que hagan ocho o diez ediciones y hacer una factura desmesurada por los daños ocasionados hacia mi persona.

 

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«¿Cuántas fotos hay de promo que la gente no sabe que son mías? Miles»

 

¿Así lo hiciste con Vive?
No. En este caso pedí ciento veinte pavos (el precio mínimo de lo que cuesta una foto) y arreglarlo para la siguiente edición.

 

¿Por qué no sacas tú un libro?
Prefiero que me sigan llamando para colaborar en libros que hacerlos yo. Es un coñazo importante.

 

Tampoco apareces acreditado en discos que se publicaron con tus portadas. ¿Por qué?
Porque al señor maquetador de turno se le ha olvidado poner el nombre.

 

En otros casos sí aparece el crédito de la foto, pero con las fotos promocionales lo arreglaban poniendo “archivo”.
Para que el fotógrafo no pudiera reclamar. ¿Cuántas fotos hay de promo que la gente no sabe que son mías? Miles.

 

¿Cómo se reconoce una foto de Domingo J. Casas?
Yo es que las tengo en la cabeza. Hace poco tiempo me encargaron escanear las fotos de la revista Boogie y vi una de Frank Zappa hecha por mí que no recordaba (se refiere a una sesión de fotos con Zappa y Grace Jones en Formentera).

 

La foto de Madonna con la camiseta del Atlético de Madrid, ¿se habría podido hacer ahora?
Antes estaba más cerca y se podía oler del foso, por decirlo así. Si hay cincuenta mil personas y estás en el foso, eres la puta envidia, porque estás en primera fila, aunque sea para dos canciones (ocho o diez minutos). En ese tiempo tienes que resolverlo todo, porque tú vas allí para informar. Con Springsteen en 1988, fui, hice la foto, volví al Ya, la revelaron y salió en la primera edición. Ahora puedes hacerlo con el wifi de la cámara y chutarlo desde el móvil.

 

¿Cómo sabes que has hecho la foto con mayúsculas del concierto?
Porque es la que resume el concierto. La foto de Madonna tiene un poco de truco: el escudo del Atleti no se veía bien y tuve que coger uno mejor y ponerlo encima.

 

El trato de la seguridad, el staff, ¿es distinto cuando viajas fuera?
Recuerdo que fui a Londres en 1986 a ver a Simply Red y el trato fue exquisito. Pero en España los seguratas me quieren mucho.

 

¿Es diferente también la cultura musical en otros países?
Es que la cultura musical española está a años luz de la de Inglaterra, de la de Estados Unidos o de la de Argentina. Los argentinos igual no tienen para comer, pero sacan dinero para una entrada de los Rolling Stones o de AC/DC, aunque se quedan sin nada para esa semana.

 

¿Y hay diferencias también en lo profesional?
Nosotros estuvimos en Woodstock, en 1994, y nos trataron exquisitamente. Allí, en Estados Unidos, vas como prensa internacional y eres una mierda, pero aquí eres prensa internacional y te tratan de puta madre. Yo he trabajado para la Rolling Stone argentina y todo era correctísimo. Y con la edición norteamericana de la revista llegas a cobrar incluso antes de publicar las fotos. En los ochenta trabajaba mucho y cundía el tiempo, pero éramos menos fotógrafos.

 

¿Cuál es la idea de un fotógrafo, en ese sentido?
Tener menos encargos pero mejor remunerados. Tener tiempo para pensar en tus proyectos y en exposiciones. La gente se gasta fortunas para sacar libros, ¿pero para qué, si la gente no compra libros?

 

¿En cuánto valorarías tú todo tu archivo fotográfico?
La última oferta que me hicieron fue de trescientos mil euros, sin digitalizar. Pero ahora que tengo casi completa la colección de cromos no voy a empezar de nuevo.

 

¿Completarás la colección alguna vez?
Nunca. El día que acabe de escanear, palmaré. En los ochenta, durante ocho o nueve meses tuve un Porsche. Ganaba mucha pasta y me volví gilipollas.

 

¿Cuánto es mucha pasta?
Dos o tres millones de pelas al mes. Hacía dos o tres curros importantes, las cosas del Ya y repartía trabajo entre mis compañeros. Procuraba no dejar colgado a nadie. El dinero no se gastaba ni tirándolo. Podía cobrar casi un kilo por una portada, y eso que yo no era de los que más cobraba.

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