Distractions, de Tindersticks

Autor:

DISCOS

«Se acercan más que nunca a lo que siempre tendían: al espíritu de los primeros Roxy Music»

 

Tindersticks
Distractions
CITY SLANG, 2021

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

No pasaron diez segundos desde que apreté el play hasta que volví corriendo para parar el disco. No podía ser, ese no podía ser un disco de Tindersticks. Me habían mandado un cedé que no coincidía con el libreto, o alguien en casa me lo había cambiado de caja, pero el disco de Tindersticks no podía ser eso. Una pieza desacostumbrada en ellos, llena de electrónica y loops, obsesiva pero no monótona, con diversas texturas que van sumando capas, a la vez tribal y gregoriana, abstracta, con volantazos y curvas. Y, por momentos, rabiosamente bailable. No podían ser ellos, pero eran. Unos Tindersticks que se han reinventado con los nueve minutos de experimentalismo de “Man alone”.

Las seis canciones restantes ya beben de su sonido clásico, quizás sin tanto melodramatismo. No dejan la electrónica, es cierto, y por ejemplo esta envuelve la bella versión de “A man needs a main” que toman de Neil Young, pero todo se vuelve más reposado, a su manera, en un registro casi soul que pide la noche y pide también leves farolas simétricas.

Dos versiones más, para las que reservan las plazas centrales del disco, dan calidez; una calidez de música vaquera en “Lady with the braid” de Dory Previn, una cantautora de los sesenta y setenta de bien triste vida, con la voz grave y un final con un delicioso cuarteto de cuerda; una calidez de tristeza bailable en “You’ll have to scream louder”, de Television Personalities. Y reservan para el final un bucólico epílogo, “The bough bends”, que empieza con cantos de pájaros, sigue con melodías de cuerdas y recitado y, poco a poco, se vuelve melodramática con una guitarra transparente. Un recitado que también aparece en “Tue-moi”, con el único fondo de un piano y dedicada a los muertos en la sala Bataclan, o en “I imagine you”.

Sin embargo, ese inicio de electrónica pura con “Man alone”, embriaga, tiene una magia que conecta al grupo de Stuart Staples con mundos de fantasía musical. De hecho, en este disco se acercan más que nunca a lo que siempre tendían: al espíritu de los primeros Roxy Music. La electrónica es de Eno; el susurro y el romanticismo, de Bryan Ferry.

Anterior crítica de discos: 1970, de Bob Dylan. 

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