Discos: “Resolutions”, de Alondra Bentley

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“‘Efort and joy’ y ‘When I get back home’ son puros lametones azucarados años 50, la primera con su orquesta y todo, la segunda más pop tras el inicio casi disneyano, la Motown y Lesley Gore con su ebullición de melodías felices.

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Alondra Bentley
“Resolutions”
GRAN DERBY

 

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

 

Apareció con todo el bloque de chicas cantantes post indie. Cinco años después de su debut, la carrera de Alondra Bentley se ha demostrado la más ajena a ese grupo, la que toma otras referencias y las trata de otra manera, abriendo calas más personales en sus canciones, más exquisitas de por sí. Lo cierto es que sus influencias están poseídas por todo el espectro de chicas que han cantado en la segunda mitad del siglo XX, y aunque parezca dominar –más vistoso– sobre los demás el espíritu de Kate Bush, rebusquen y encontrarán algunas maravillas más escondidas en lo convencional.

Fijémonos en dos canciones aparentemente no destacadas, ‘Efort and joy’ y ‘When I get back home’, son puros lametones azucarados años 50, la primera con su orquesta y todo, la segunda más pop tras el inicio casi disneyano, la Motown y Lesley Gore con su ebullición de melodías felices. Es esta la escogida como single, luminosa y atenta a las satisfacciones que nos pueden ofrecer aquellas pequeñas cosas. No hay conceptos que unifiquen, en ocasiones tramita una dulce sobriedad como en ‘Sweet Susie’ –onirica y costumbrista–; en otras desenreda folk preciosista, a la manera de Joni Mitchell o Janis Ian, como en ‘The news’. Todo un universo y un legado femenino que incluso llega hasta la Jane Birkin más exquisita con ‘Mid september’.

El preciosismo de la voz, esa que encajábamos en la escuela de Kate Bush, abre y cierra el disco en las evanescentes ‘Pegasus’ y ‘Water’; pero en todo caso lo mejor del álbum es ‘What will you dream’, potente, con esa batería machacona como un tren a velocidad de crucero y la melodía que toca algo lo oriental.

Desde luego, queda bien poco del recogimiento de los anteriores discos. El colectivo Spacebomb, de Richmond, donde se ha grabado el disco, ha conseguido un sonido retro pero muy actual, esa ecuación tan difícil. En todo caso, cada canción es un mundo, cada melodía crea sensaciones autónomas para conformar, eso sí, la única ligazón con la que cuentan las canciones: la idea de trasmitir belleza, de llegar a una intensa y acogedora placidez.

 

 

 

Anterior crítica de disco: “Shockwave supernova”, de Joe Satriani.

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