Discos: “Rattle that lock”, de David Gilmour

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“‘Faces of stone’ tintinea como otra obra mayor de los Floyd en una deliciosa suite a ritmo de vals de asombrosa belleza y majestuosa elegancia y donde la voz de Gilmour se acerca cada vez más a las aristas rocosas aguardentosas de Leonard Cohen, cosas de la edad”

 

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David Gilmour
“Rattle that lock”
COLUMBIA

 

 

Texto: ÓSCAR GARCÍA BLESA.

 

 

A pesar del indudable ascendente de David Gilmour en la música popular durante los últimos cincuenta años, el bueno de Gilmour no puede presumir de ser un trabajador incansable en lo que a lanzamientos discográficos se refiere. “Rattle that lock” es su cuarto trabajo en solitario, el primero en nueve años desde “On an island” (2006) y la primera colección de canciones verdaderas si no tenemos en cuenta la secuenciación casi instrumental y algo laxa de “The endless river” (2014) construida desde los descartes del ‘The divison bell’ de Pink Floyd. Un hombre tranquilo este Gilmour.

Por esto y por lo que esconde dentro, “Rattle that lock” supone una celebración en toda regla, un trabajo fascinante que hará felices a los seguidores de Pink Floyd y que en la eterna batalla Rogers-Gilmour ofrece dosis de satisfacción infinitas a los defensores del segundo.

Con letras escritas casi en su totalidad por su mujer Polly Samson y con la ayuda puntual de Phil Manzanera, “Rattle That Lock” es una fiera domada de gusto exquisito, un trabajo esplendoroso donde Gilmour explora el concepto global de los sentimientos y pensamientos de un hombre a lo largo de un mismo día. ‘5 a.m.’, puerta de entrada del nuevo trabajo, aporta la información suficiente para saber a quién y a qué nos enfrentamos, una escueta pieza instrumental que encajaría como un guante en cualquier álbum de los Pink Floyd post Waters. Con esta intro Gilmour, inconsciente o de manera deliberada, nos muestra resumidas las credenciales de su curriculum vitae.

El primer sencillo, ‘Rattle that lock’ desconcierta, intimida, asombra. A medio camino entre el suave soul blanco de ¿Robert Palmer? y el agresivo desenfreno rock del virtuoso guitar hero, la pieza desborda emoción y reclama la atención al ritmo de un pertinaz carillón grabado por Gilmour con su teléfono en una estación de tren en Francia, uno de esos trucos de la época dorada del grupo que sujetan unos textos inspirados en el libro “El paraíso perdido” de John Milton.

Grabado en diferentes estudios y coproducido junto a Phil Manzanera, Gilmour llevaba casi cinco años trabajando en estas canciones. ‘Faces of stone’ tintinea como otra obra mayor de los Floyd en una deliciosa suite a ritmo de vals de asombrosa belleza y majestuosa elegancia y donde la voz de Gilmour se acerca cada vez más a las aristas rocosas aguardentosas de Leonard Cohen, cosas de la edad.

En ‘A boat lies waiting’ la guitarra deja paso a un viejo piano grabado por Gilmour en minidisc hace dieciocho años, en este medio tiempo relajado donde las atmosferas corales son protagonistas, un corte en el que la belleza de las voces de David Crosby y Graham Nash empastan casi de manera mágica en una canción tributo al desaparecido Richard Wright.

La parte central del álbum se la reparten ‘Dancing in front of me’, otra pieza clásica de estructura eterna, diferentes pasajes y brillante solo de guitarra ideal para los nostálgicos de Pink Floyd, y la monumental ‘In any tongue’ donde debuta su hijo Gabriel tocando el piano mientras Gilmour se desata en el más bello y rutilante solo de guitarra de todo el disco. Entre las dos canciones más de trece minutos de música para bucear en detalles esplendorosos y arreglos geniales. Una delicia.

‘Beauty’ es otra pieza instrumental, grande, densa, inabarcable, precisa y preciosa y ‘The girl in the yellow dress’ tiene sabor a jazz, con la ayuda al piano de Jools Holland y la colaboración de Robert Wyatt con la corneta y donde Gilmour cada vez se aproxima más a Tom Waits. ‘Today’ camina en su inicio sujetado con el trote moderado de un sublime coro que inevitablemente termina cabalgando bajo un muro de guitarras marca de la casa. Con ‘… And then’, el tercer instrumental del disco, Gilmour cierra este ‘Rattle that lock’, una de las mayores alegrías musicales del curso, un trabajo gozoso y sabio, una mirada a los mejores episodios del músico inglés en un disco con la vista firmemente clavada en nuestro presente, una hermosa colección de canciones para enmarcar y disfrutar sin la prisa que nos exige el tiempo. Sensacional.

 

 

Anterior crítica de discos: “Modern nature”, de The Charlatans.

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