Discos: «Ocho variaciones sobre el futuro», de Jean Paul

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«Parapetado tras un disfraz de disco conceptual encontramos uno de esos trabajos que esconden pequeñas joyas detrás de cada acorde y de cada palabra»

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Jean Paul
«Ocho variaciones sobre el futuro»
AUTOEDITADO

 

 

Texto: EDUARDO IZQUIERDO.

 

 

El tiempo, esa incógnita. Presente, pasado y futuro ¿Existe como tal? El pasado podemos certificarlo, con el presente y el futuro ya nos costaría más. Quizá porque uno es fugaz y voraz, y el otro no está escrito, Joe Strummer dixit. Y ahí está Jean Paul, nombre tras el que se esconde Raúl Bernal, miembro habitual de la banda de Lapido y de Grupo de Expertos Solynieve, realizando ocho disertaciones sobre lo que se nos puede venir encima.

Difícil se me antoja escribir sobre algo tan incierto y no regodearse en esa incertidumbre, aspecto este que Bernal consigue con creces. Parapetado tras un disfraz de disco conceptual encontramos uno de esos trabajos que esconden pequeñas joyas detrás de cada acorde y de cada palabra. Jean Paul se une definitivamente con este trabajo a la lista de susurradores nacionales. Ahí están Nacho Vegas, Luis Gago, Luis Auserón o Diego Vasallo. Artistas todos que hacen de la profundidad y la imperfección de su voz una marca de fábrica. Como Leonard Cohen, figura esencial para entender la música de Jean Paul y de cuyas canciones se regala en una edición de lujo de este disco un cedé de versiones.

«Ocho variaciones sobre el futuro» es un disco otoñal, pero no lánguido. Porque está lleno de intensidad y porque sus textos invitan a la reflexión más que algunas expresadas a gritos por otros proyectos. Y es que Bernal es escritor –se estrenó hace apenas unos meses con su primer poemario– a la vez que músico y sus textos se benefician de ello en esas ocho tonadas que hablan de la carga del tiempo, del miedo sostenible, de los días, de no ser nada, de los estados imprevistos, del fin del pensamiento y, para acabar, de la muerte, la vida y el mundo. Valiente. Porque hay que serlo para afrontar una obra de estas características. Con ocho pequeñas historias que a priori tienen poco que ver entre sí pero que juntas forman un encantador collage que va más allá de la disertación filosófica para dedicarse a lo terrenal.  Leí a Manu Ferrón, compañero de Bernal en Grupo de Expertos Solynieve que “Raúl es propenso a ver y juzgar el lado más desfavorable de las cosas”. Cierto es, pero consigue dotar de una belleza inusual a algo que en el fondo es doloroso. Por eso este disco es tan bueno. Sin más.

Anterior crítica de discos: “Amor y ruido”, de Parade.

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