Discos: «Nino Bravo en libertad», de La Casa Azul

Autor:

«Qué mayor tributo se le puede ofrecer a Nino Bravo que el no desvirtuar para nada sus canciones y únicamente haber tratado de darles una pátina sonora y cromatismo nuevos»

La casa-azul-nino-bravo-17-01-14

La Casa Azul
«Nino Bravo en libertad»
UNIVERSAL/ELEFANT

 

 

Texto: JAVIER DE CASTRO.

 

 

Vaya por delante que debo reconocer que no me suele poner mucho la arqueología musical necrofílica. Me vienen a la memoria con pavor un buen número de casos de lanzamientos discográficos realizados en nuestro país que, con la única finalidad de vender, o presentaban a un ramillete heterogéneo de cantantes o grupos más o menos de actualidad homenajeado en un álbum ad hoc a tal o cual caído/a ilustre o a punto de hacerlo, o bien unían a músicos del «mainstream», casi siempre de la misma compañía multinacional del traspasado/a de turno, en duetos vocales ciertamente anacrónicos y poco justificables desde cualquier punto de vista artístico.

El caso es que SÍ podrían alegarse algunas excepciones honrosas, pongo por caso el protagonizado entre Nat King Cole y su hija Nathalie, los cuales, gracias a los milagros de la técnica tuvieron un reencuentro vitual que les pemitió unir, casi treinta años después del fallecimiento del jazzman de Alabama, tanto sus voces como sus imágenes en el clásico “Unforgettable”. También las experiencias con The Beatles para los volúmenes de inéditos y rarezas «Anthology 1» y 2 donde, a partir de sendas maquetas dejadas sin concretar por el tristemente desaparecido John Lennon y que trabajaron sus otros tres compañeros, se acuñaron dos nuevas piezas inéditas firmadas por los Fab Four. Incluso el álbum «Love» trabajado por Sir George Martin y su hijo Giles con material en formato de remixes de unos cuantos temas del combo de Liverpool que fue la banda sonora del show homónimo del Cirque du Soleil y que, como en el caso de los Cole, obtendría un Grammy.

Probablemente hasta la fecha, lo mejor que se haya producido en esta línea de operaciones-rescate en España, sea el disco recién despachado por Guille Milkyway, o lo que es lo mismo, al alma mater del proyecto La Casa Azul, revisitando el legado artístico dejado por Nino Bravo cuyo fallecimiento prematuro privó a la música española de uno de sus mejores cantantes melódicos de aquella esplendorosa generación de los setenta. Escuchando con atención (y con fruición, porqué no decirlo también) este «Nino Bravo en libertad» puesto en circulación comercial poco antes de la Navidad pasada, nos damos cuenta que en esta ocasión se ha trabajado con honestidad pero también haciendo por parte del músico y productor catalán su ostentosa admiración infinita hacia el homenajeado.

Qué mayor tributo se le puede ofrecer a Nino Bravo que el no desvirtuar para nada sus canciones y únicamente haber tratado de darles una pátina sonora y cromatismo nuevos, aunque quizás, quién sabe, confluyentes con los que el propio solista de Aielo de Malferit podría haberles dado hipotéticamente si hoy aún viviese y hubiera dispuesto de los adelantos técnicos en materia de grabación disponibles ahora mismo.

A nadie puede sorprender a estas alturas de la película la querencia por parte de Guille hacia la música de los sesenta y setenta, décadas de las que siempre obtiene réditos a nivel de influencia y que todos estos años ha ido plasmando en la mayoría de sus producciones aunque sin atragantar por ello al escucha. Por supuesto entre sus héroes, al margen de muchos nombres de «singers» y bandas que él mismo se ha encargado de proclamar como favoritos, también destacan los mejores constructores de sonido nacionales e internacionales, incluyendo compositores, directores de orquesta o arreglistas, todos conocidos y admirados por mayorías de apasionados.

En el caso de los grandes creadores musicales españoles o asimilados que le fueron contemporáneos a Nino Bravo, los Algueró, Santiesteban, Torregrosa, Miralles, Calderón, Trabuchelli o Waldo de los Ríos, por poner solo algunos ejemplos notables, sus aportaciones fueron tan importantes que lo mejorcito de la canción melódica de aquellos tiempos tiene con ellos una deuda impagable eternamente y la historia española de la música también. Nino trabajó con algunos de ellos y sus producciones se resintieron en positivo de las aportaciones recibidas amén de haber podido trabajado con una materia prima compositiva de primer orden hecha ex profeso para él, debida a los mejores autores de la época: algunos de los ya citado a los que habría que añadir a imprescindibles como Manuel Alejandro, Herrero y Armenteros, De la Calva y Arcusa, etcétera.

Así el buen gusto de este trabajo estupendo de Milkyway radica en la habilidad de no haber desvirtuado para nada la belleza de las canciones primigenias y sí arreglarlas de nuevo con gracia para dotarlas de un fulgor sonoro y frondosidad de los que antaño carecían. El propio Guille ha confesado en algunas entrevistas que fueron precisamente algunas de las grabaciones de Bravo de lo primero que escuchó y disfrutó musicalmente en su adolescencia y que, por tanto, todo este tiempo transcurrido desde entonces le ha permitido interiorizar muy bien y recrear en su mente dicha música, jugando a imaginar a qué sortilegios podría someterla.

La principal aportación ha sido quizás la adición de nuevas pistas instrumentales para dar más ritmo si cabe a las piezas; más arreglos de cuerda y viento; además de algunos coros «background» que desvelan el atrevimiento del inductor de este proyecto que en ciertos pasajes, se nota, pudo desmelenarse a conciencia y “en libertad”. Por los doce cortes del disco circulan desde el Sonido Philadelphia al reggae, pasando por mucha guitarra fuzz y efectos de pedal wah wah, el pop más orquestal, castillos de teclados y luce algún que otro fragmento desmadrado como si de cualquiera de los grupos más actuales de música electrónica y de baile se tratase.

El balance final se me antoja indiscutiblemente brillante y, aun habiendo renunciado a algunos de los hits más evidentes (‘Noelia’, ‘Un beso y una flor’ o ‘Libre’), quizás los que el gran público más recuerda del valenciano junto a ‘Esa será mi casa’, ‘Te quiero, te quiero’ o ‘América, América’ que sí se han utilizado, el disco rescata  otras canciones más desconocidas y menos festejadas por el éxito (‘Vete’, ‘Cartas amarillas’, ‘Cambiarás’, ‘Elizabeth’, ‘Voy buscando’, ‘Arena de otoño’…) demostrando que el cancionero se ha analizado a conciencia y que en esta oportunidad feliz ha visto sufrir un vuelco auténtico.

Decir como colofón a estas líneas críticas que en un álbum de estas características, no podían faltar tampoco pinceladas de recuerdo a varios de los ídolos principales del arquitecto de La Casa Azul: a saber, Brian Wilson, inequívoco aroma a Pet Sounds en el inicio de ‘La Niña es ya mujer’; y los Beatles y la Tamla-Motown en ‘Quién eres tú’, cuyo riff  introductorio, el solo de guitarra central y el fraseo final han sido tomados prestados con cariñoso descaro del ‘Taxman’ de su –nuestro– añorado George Harrison, además de traslucir toda la pieza el ambiente sonoro fresco y envolvente de muchas de las grabaciones del histórico sello de Detroit.

Anterior crítica de discos: “Juan Perro & La Zarabanda”, de Juan Perro.

Artículos relacionados