Discos: «Mortissa», de Çiğdem Aslan

Autor:

«Una gozada para los sentidos. El mejor trabajo de world music en mucho tiempo»

Cigdem-Aslan-04-07-14

Çiğdem Aslan
«Mortissa»
ASPHALT TANGO/KARONTE

 

 

Texto: GERNOT DUDDA.

 

 

¿Qué había en común entre Lola Flores, Rimitti, Chavela Vargas y Cesária Evora, por ejemplo? Las cuatro eran auténticas mujeres “mortissa”, que quiere decir que su personalidad fue tan apabullante durante sus largas vidas artísticas que pudieron salir adelante, y bien airosas, en antros y garitos de mala muerte dominados por el hombre (y por ello, disfrutando y sufriendo mucho con su compañía).

A la jovencísima Çiğdem Aslan le queda todavía mucho alcohol y mucho humo por tragar, pero sabe de lo que habla al citar a Roza Eskenazi, la gran reina del “rebetiko”, que hasta su muerte en 1980 supo hacer honor al término “mortissa” y a lo que significaba para una mujer que tuvo que hacer valer su independencia frente a todo contratiempo. Su carácter está aquí presente en canciones como ‘Trava vre manga kai alani’ y ‘Sto kafe aman’.

A pesar de los casi ochenta años que les separan en el tiempo, el paralelismo entre ambas mujeres es asombroso. Las dos nacieron en Estambul y las dos venían de familias judías de escasos recursos. Encima, como telón de fondo, y tan necesario abono para la melancolía, ahí está: el recuerdo del traumático éxodo que en los años veinte del pasado siglo sufrieron recíprocamente tanto la población turca asentada en Grecia como la griega residente en varios enclaves de la Tracia, el Egeo y el sur de Anatolia. Por ejemplo, un lugar como Smyrna (según su nombre griego) o Izmir (según el turco) quedó absolutamente diezmado. Queda dicho esto para subrayar que, pese a los conflictos étnicos y geográficos de la zona, la música –este blues del Egeo que tanto habla por turcos como por griegos, la “smyrneika”– ha sobrevivido intacta sin querer entender de prejuicios y distinciones, y este es uno más de los tantísimos logros de este trabajo de “Cheedem”, que es como llaman en Londres –su lugar de residencia desde 2003– a esta cantante y musicóloga capaz de cantar por igual en griego y en turco.

Y para completar aún más la reivindicación de tan nutridas raíces personales, en Londres buscó la compañía de bandas balcánicas como Dunav, primero, y del She’koyokh Klezmer Ensemble, después, cuyo swing balcánico está presente en la mencionada ‘Trava vre manga kai alani’ y en otras tres fulgurantes piezas más del álbum. Pero trate lo que trate, ella lo hace siempre respetando minuciosamente el trazo que le corresponde a cada folclore por tradición e historia. Su voz es apasionada, pero transmite naturalidad y pureza; tiene todas estas raíces perfectamente interiorizadas, y se deja acompañar indistintamente por instrumentistas que saben muy bien cómo tienen que sonar los instrumentos respectivos de la zona y tan profusamente, contando con exuberantes participaciones del qanun (salterio persa) o del cymbalon, que suelen gustar siempre mucho y nunca dejan indiferente a nadie que escuche algo de esta parte de Oriente. Una gozada para los sentidos.

El mejor trabajo de world music en mucho tiempo se merece dejar caer estos dos consejos. Primero a los “programadores” de las tiendas (que queden): que por favor mantengan copias tanto en la sección “Grecia” como en la “Turquía”, así como en la “Klezmer” (no se equivocarán). Segundo a don Javier Limón: si escuchas a “Cheedem”, querrás producirla algún día y tu colección de mujeres no estará nunca completa hasta que lo hagas.

Anterior crítica de discos: “80º”, de Les Claus de Jade.

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