Discos: “Hollywood Vampires”, de Hollywood Vampires

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Ya puede entrar el AC/DC Brian Johnson haciendo brillantes cabriolas en ‘Whole lotta love’ o todo un Paul McCartney metiendo voces, bajo y piano en un viejo tema que cedió a Badfinger, todo sigue sonando a la misma banda con los invitados como lujosas personalidades en armonía”

Hollywood-Vampires-16-11-15

Hollywood Vampires
«Hollywood Vampires»
UNIVERSAL

 

 

Texto: JUANJO ORDÁS.

 

 

La historia es sencilla: en los setenta Alice Cooper capitaneaba una panda de artistas que se reunían para alcoholizarse como si no hubiera mañana. Los ilustres eran conocidos como los Hollywood Vampires y entre ellos se encontraban Keith Moon, Lennon y Harry Nilsson.

La segunda parte de la historia también es sencilla. Alice Cooper y Johnny Depp se hacen amigos y deciden grabar un disco de versiones relacionadas con los Hollywood Vampires haciendo partícipe del proyecto a un Joe Perry que se sube al tren a mitad de trayecto, pero que luce bien en las fotos de promo, toca en cuatro temas y en los conciertos que están dando sí que toma bastante más las riendas.

Pero este es el disco de Cooper y Depp, es su visión de cómo una banda debería ejecutar todos estos clásicos en un apretado club de Los Angeles o cualquier otra parte del mundo. La producción de Bob Ezrin es muy buena, a pesar de las idas y venidas de invitados e instrumentistas el diseño sonoro permanece imperturbable. Claro, hablamos de Ezrin, palabras mayores. Ya puede entrar el AC/DC Brian Johnson haciendo brillantes cabriolas en ‘Whole lotta love’ o todo un Paul McCartney metiendo voces, bajo y piano en un viejo tema que cedió a Badfinger, todo sigue sonando a la misma banda con los invitados como lujosas personalidades en armonía. El repertorio ahueca para dejar espacio a figuras como Marc Bolan y Jim Morrison, por lo que el recuerdo a los ex camaradas de Alice Cooper acaba siendo un saludo a los muertos del rock, manteniéndose el concepto salvo por el medley del ‘School’s out’ del propio Cooper y ‘Another brick in the wall’ de Pink Floyd, pero hay que permitirlo en nombre de la fusión entre la alta y baja cultura. Cuando algo es cool, es cool y aquí además hay nexo conceptual.

Evidentemente este disco no cambiará el curso de la historia, pero dudo que este año se haya editado uno tan divertido y entretenido.

 

 

Anterior crítica de discos: “No me quiero emocionar”, de Papaya.

 

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