Diez canciones esenciales de María Jiménez

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María Jiménez una de las protagonistas del Cuadernos Efe Eme número 28, una fiera escénica que irrumpió en la industria musical hace más de cuarenta años. Para poner música a las palabras de su jugoso reportaje publicado en los Cuadernos, César Prieto escoge diez de sus grandes canciones.

 

Selección y texto: CÉSAR PRIETO.

 

1. “Con golpes de pecho” (María Jiménez, 1976)

Fue una de sus primeras apariciones televisivas, en un programa de José Luis Moreno. Venía del mundo de los tablados donde se había fogueado hasta la extenuación con rancheras cantadas con sentimiento de copla. En esta, del mexicano Felipe «Indio» Jiménez, dicen tanto los gestos, los ojos, la modulación de las manos, como el desgarro dramático de la letra. Más que cantar, más que quejarse, reprocha el engaño como si le estuviera doliendo de verdad. Ya saben, lo dijo el poeta, llega a fingir que es dolor el dolor que de verdad siente.

2. “Noche de lamento triste”- “Ilusionada” (María Jiménez, 1976)

“Noche de lamento triste” son unos tangos que han interpretado decenas de artistas flamencos, un estándar. Cierran el primer álbum de la cantante trianera. Aquí la pureza se ve acompañada por ciertos arreglos de teclado —ya son los setenta—, que no distorsionan el compás original, a guitarra y palmas. El mismo año 1976, Las Grecas la incluyen en Tercer álbum, pero cambian el nombre —ahora es “Ilusionada”— y el espíritu: pura disco music, un bajo funky, wah-wahs constantes y electrónica a destajo. Sirva de ejemplo para observar cómo en los setenta los caminos del flamenco corrían a toda velocidad.

3. “Te doy una canción” (María Jiménez, 1976)

Aún no salimos del primer elepé, pero es que se trata de un disco seminal, que recoge todos los estilos que se van a desplegar en su carrera. El productor, Gonzalo García Pelayo, tuvo la brillante idea de ofrecer a María composiciones de cantautores, el mundo que él había producido hasta el momento, pero también el más radicalmente alejado de la copla de aires flamencos. Españolada frente a revolución. Y sale, nuestra cantante, visiblemente airosa. Sobre todo, trabaja composiciones de Amancio Prada, pero esta, de Silvio Rodríguez, es modélica: comienza a capela, la transforma en rumba y aprovecha el maravilloso crescendo emocional de la letra para irse soltando de convencionalismos y acabar con la garganta empapada del alcohol de la entrega amorosa.

4. “Se acabó” (Se acabó, 1978)

Su segunda entrada en las listas. Una canción que la hizo definitivamente famosa y que retrataba a una mujer entera y poderosa, dueña de sí misma, con tajante brutalidad en la despedida. Lástima que, en su vida personal, esta actitud que defendía con su música no la llevase a la práctica con su marido Pepe Sancho, con la mano larga de los maridos antiguos y bastantes más modernos de los que necesitamos.

5 .“Al alba” (Sensación, 1980)

De su cuarto elepé, Sensación, parece una María Jiménez convencional, dentro de cánones. Extrañamente, metieron mano en ella varios transgresores; arreglada por Gualberto, el alma de Smash, y compuesta por Manuel Picón, un cantautor uruguayo que había recalado en España, supieron dar alma a un standard mejor que muchos profesionales del mainstream.

6. “Ay señor, que vacilón” (Átame a tu cuerpo, 1992)

Aunque la costumbre hace que María Jiménez, disco a disco, sea una figura más difuminada, eso no significa que su calidad sea menor. En Átame a tu cuerpo, el penúltimo disco antes de renacer con “La lista de la compra”, perpetraba algo parecido con “Ay señor que vacilón”, lo que demuestra que María ya tenía más registros a los que acudir fuera de la rumba y el flamenco. Una rodaja de frescura desacostumbrada con sus aires de salsa irónica, a pie de calle, familiar. Nadie pareció darse cuenta.

7. “Que le den candela” (María Toledo, Uñas rojas, 2012)

Como salsa es “Que le den candela”, en este caso una versión de Celia Cruz que canta con María Toledo. Sirva esto para elogiar sus duetos —obviamos, por conocida, el que cantó con La Cabra Mecánica—, que ya se disparan a partir de los 2000 y basculan entre lo inofensivo y lo impresionante. Y también para elogiar cómo muerde las canciones caribeñas cuando las canta a la manera caribeña. Lástima que se prodigase tan poco en ellas.

8. “Calle Melancolía” (Donde más duele: María Jiménez canta por Sabina, 2002)

Incluida en la edición ampliada del cedé con canciones de Joaquín Sabina. Es fascinante. María se va haciendo con la melodía y la letra, se mete dentro, pierde la voz, la envuelve con ella, se desespera, el jaleo de los palmeros la empuja. Vale por la canción de Joaquín Sabina que más hace suya; tanto que parece sentir ese desarraigo de verdad. ¿O lo sentía? Uno daría lo que fuese porque el fade out se hubiera retrasado y María, al final, se creciera todavía más.

9. “No me des guerra” (De María a María con sus dolores, 2003)

Tras su elepé con Sabina, María tira por la experimentación y toma una canción que han cantado desde Bambino hasta Rocío Jurado o Azúcar Moreno. La llena de gritos de la calle, de samplers de película bélica, de morcillas, mientras el grupo de rock que le han montado detrás va a su aire marcando un ritmo casi funky y desgranando wah-wahs a destajo. Una María inimaginable que sigue los parámetros que siempre la han guiado: independencia y valentía.

10. “¡Qué felicidad la mía! 30 años en la música” (La vida a mi manera, 2020)

Y llegamos a su último disco, La vida a mi manera, de 2020. María Jiménez empezó con rancheras y acaba con ellas. Como single se extrae “¡Qué felicidad la mía!”, con Miguel Poveda. Sus voces se complementan a la perfección y la canción va derivando hacia aires mexicanos para mezclar, en un esplendoroso final, antiguos éxitos, tal como sabe hacer ella: desnuda la canción y desnuda el corazón.

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