“Deportation blues», de B.C. Camplight

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DISCOS

“Evidencia cómo se puede domesticar a la bestia que llevamos dentro de un modo amable, a pesar de que siga siendo demoledora”

 

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B.C. Camplight
“Deportation blues”
BELLA UNION/PIAS, 2018

 

Texto: SARA MORALES.

 

«Por dramático que parezca, este disco está hecho por un tipo que no estaba seguro de estar vivo al día siguiente». Con estas palabras nos hiela y nos desmonta el propio Brian Christinzio desde la nota promocional que, salpicada de declaraciones personales, acompaña a su nuevo disco, «Deportation blues». A través de un puñado de confesiones que estremecen, nos pone en antecedentes, nos sitúa en su realidad —en su oscura realidad—, nos remonta a un espinoso pasado que todavía arrastra consigo y nos conduce hasta comprender por qué con este trabajo estamos asistiendo a su resurrección, no solo como músico, sino también como persona.

Resulta que el que se alzaba hace trece años con la gloria gracias a aquel primer disco llamado «Hide, run away», que contiene la canción que le convirtió en estandarte de la música independiente a nivel mundial —’Blood and peanut butter’—, cayó desde muy alto durante el ascenso. Sus tendencias autodestructivas le llevaron a flaquear desde la gestación de aquel debut y del que vino dos años después, «Blink of a nihilist».
Resulta que mientras le veíamos ganarse un puesto en el palmarés del rock alternativo con sus canciones lo-fi, se encontraba asistiendo a la batalla más cruenta de cualquier ser humano, la que se libra contra uno mismo.

La depresión, las adicciones, la soledad y la incomprensión le llevaron a aislarse durante los ocho años que vinieron después. Solo dejando atrás su rutina en Filadelfia, para marcharse a Manchester en busca de sí mismo y un hueco vital, consiguió remontar. Allí nació su tercer disco y el primero con Bella Union, «How to die in the north» (2015), y desde allí y algunos viajes y estancias por Europa ha dado vida a este «Deportation blues» que, editado de nuevo junto al sello británico, nos presenta hoy.

Reconoce que trabajando en este nuevo álbum «los pensamientos y sonidos que empezaron a fluir de mí eran bastante atemorizantes». Y es cierto que, a lo largo de las nueve canciones que lo componen, no encontramos demasiado espacio para la sonrisa, el optimismo y la alegría ni a nivel conceptual, ni a nivel sonoro. Asistimos más bien a unos constantes claro-oscuros en el rictus melódico y a infatigables cambios de humor, donde hay sitio para la acidez de temas como ‘Fire in England’ —dedicado al gobierno británico— y para la sensibilidad dulce e intimista de dos baladas al piano con toques de saxo y falsetes: ‘When I think on my dog’ y ‘Midnight ease’.

Grabado en los estudios Whitewood de Liverpool durante dos meses en compañía de la batería de Adam Dawson, la guitarra de acompañamiento de Robbie Rush y dos trompetistas de sesión, B.C. Camplight ha creado en este álbum una nueva versión de sí mismo. Mucho más electrónico que su antecesor (atención a la sobrecogedora lluvia metálica de sintes en la homónima ‘Deportation blues’), más comprensible aunque siga tentando el filo de la complejidad, ciertamente opaco aunque estimulante (‘Until you kiss me’), y ansioso pero también sosegado cuando ha de serlo, gracias a unos arreglos melódicos que depuran el synth pop y se hermanan con tintes de rock and roll cincuentero y una enorme carga de distorsión.

El compositor y multiinstrumentista asegura estar satisfecho con el resultado, y no es para menos. Pero no solo porque haya nacido de sus propias cenizas tras el derrumbe físico y psicológico al que debió asistir años atrás y que todavía colea, sino porque con canciones como la amena y cabaretera ‘Hell or Pennsylvania’, la inquietante y confesional ‘I’m desperate’ o el interesante y disparatado rollo afro funk que destila ‘Am I dead now’, evidencia cómo se puede domesticar a la bestia que llevamos dentro de un modo amable, a pesar de que siga siendo demoledora.

Anterior crítica de discos: “Wild! Wild! Wild!”, de Robbie Fulks & Linda Gail Lewis.

 

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