“Corazón abierto”, de Papaya

Autor:

DISCOS

“Un disco que parece jugar con las canciones, más que construirlas”

 

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Papaya
“Corazón abierto”
JABALINA MÚSICA

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

No se puede negar que el segundo elepé de la canaria Yanara Espinoza sea variado en sus ritmos, y además deudor de influencias poco usadas en la música de aire independiente. Valiente y arriesgada, explora en él todas las conexiones que pueda extraer de la canción popular para hacerlas pop y sabe salir airosa. Ya desde los primeros segundos, “¡Ay mujer!” se entona desde un canto coral con todo el aire de la música tradicional para, sin apenas transición, convertirse en un rock repetitivo.

La clave común es “ciertos aires”: cada canción posee aromas de estéticas diferentes, sin llegar a definirse en ellas de forma completa y dotándolas de una elegante pulsión en los arreglos. ‘Trigales’, por ejemplo, es un estándar que pide voz de crooner y una orquesta vibrante detrás y ‘Amor o sexo’ un rap que remite a La Mala Rodríguez. Sinatra y el hip hop en un mismo disco revelan síntomas de amplitud de criterios.

En ocasiones es juguetona. ‘Amarte’ posee una melodía embriagadora, sencilla, casi infantil, y ‘Zapatitos de cristal’, cantada a dúo con el últimamente productivo Charlie Mysterio se descubre deslizándose sobre patrones rítmicos de hillbilly.

Después está el apartado tropical, algo que saben hacer los canarios de forma exquisita. Ahí tenemos el bajo obsesivo de ‘Fango en el amor’, casi de rumba pop, y otra rumba lenta, a lo Gato Pérez con sus apalanques: ‘Corazón abierto’. Y si hablamos de explosión y descarga, podemos contar con la andadura tropical de ‘Si tú quieres mi amor’. Si contamos que la skatalítica ‘La chica del quiosco’ también puede ir con ellas de la mano, nos da un cuarteto de perlas caribeñas de ida y vuelta.

Y tras estas diez canciones, dos estampas finales: una versión del ‘Soy un macarra’ que cantaron en tiempos los Ilegales y la inclasificable magia de ‘Quiero despertar’. Una mezcolanza en el fondo llena de armonías, una pincelada de varios modelos, de varios sentimientos, que da encanto y variedad a un disco, el de Papaya, que parece jugar con las canciones más que construirlas.

Anterior crítica de discos: “Years”, de Sarah Shook.

 

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