“Cléo de 5 a 7” (1961), de Agnès Varda

Autor:

EL CINE QUE HAY QUE VER

 

“Cléo, joven, atractiva y caprichosa, se ve obligada a enfrentarse súbitamente a su propia fragilidad y a tener que asimilar la posible cercanía de la muerte”

 

Este fin de semana, Elisa Hernández recupera un clásico imprescindible obra de Agnès Varda, “Cléo de 5 a 7”. El segundo largometraje de esta cineasta de la Nueva Ola francesa enmarcado en el existencialismo de la época.

 

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“Cléo de 5 a 7”
Agnès Varda, 1961

 

Texto: ELISA HERNÁNDEZ.

 

En “Cléo de 5 a 7” seguimos a Cléo (Corinne Marchand), una joven cantante, durante aproximadamente dos horas de una tarde de verano. Este no es un día normal para Cléo, dado que espera los resultados de una importante prueba médica. Sin embargo, mientras la protagonista se hunde en los malos augurios, la preocupación y el pesimismo, a su alrededor la vida sigue su curso habitual.

 

 

 

“Cléo de 5 a 7” es el segundo largometraje de Agnès Varda, figura fundamental de la Nueva Ola francesa, original y rompedora documentalista y una de las más importantes directoras de la historia del cine. El interés de Varda por su entorno y el modo en que considera la cámara como un instrumento no sólo de escritura visual y de auto-consciencia, sino de recolección de todo aquello que la rodea (un interés que caracterizará obras muy posteriores como “Los espigadores y la espigadora” [2000] o la reciente “Faces Places” [2017]), aparece ya en la manera en que los paseantes o las conversaciones alrededor de Cléo adquieren repentino y momentáneo protagonismo por encima de ella. Se trata de un inteligente recurso sonoro que ayuda a enfatizar la compleja situación emocional y psicológica del personaje, cómo su nuevo estado mental la lleva a salir de su rutina y de su burbuja de egocentrismo. Porque de eso trata claramente esta cinta, de cómo Cléo, joven, atractiva y caprichosa, se ve obligada a enfrentarse súbitamente a su propia fragilidad y a tener que asimilar la posible cercanía de la muerte.

Así, y siendo un filme anclado en el existencialismo que dominó la creación cultural de la Francia de mediados del siglo XX, su protagonista no puede hacer otra cosa que cuestionarse su propia vida, quién es y qué tiene a su alrededor. Cléo ha de lidiar de manera continua consigo misma, a través tanto de los múltiples y fragmentados espejos con los que se encuentra como de la atención y atenta mirada que le devuelven los transeúntes con que se cruza a lo largo de la película.

 

 

 

Sin embargo, quizás el gesto más interesante de “Cléo de 5 a 7”, más que la reacción a la constatación de la propia mortalidad, sea el comentario que la relación de su protagonista con su entorno nos permite hacer sobre la mujer como sujeto de la mirada masculina y la imposición de una serie de cánones de casi irreales.

 

 

Mientras su mente cae poco a poco en la desesperanza y la conmoción, los paseantes miran a la bella Cléo, sí, pero todo ello es mostrado en pantalla, reproducido y vivido desde la posición del supuesto objeto. Un objeto largamente idealizado que ahora se desmorona por momentos, casi en tiempo real, ante nuestros ojos.

 

Anterior entrega de El cine que hay que ver: “Casablanca” (1942), de Michael Curtiz.

 

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