Clandestino. En busca de Manu Chao, de Peter Culshaw

Autor:

LIBROS

«Un volumen dividido en dos partes bien diferenciadas aunque ambas se complementan y, lo más destacable, mantienen un firme y apasionante pulso narrativo»

 

Peter Culshaw
Clandestino. En busca de Manu Chao
Libros del Kultrum

 

Texto: JUAN PUCHADES.

 

Seguirle la pista a Manu Chao nunca fue fácil. No en vano este libro se titula En busca de Manu Chao, porque a Chao se le busca, y no siempre se le encuentra. De ahí el mérito de su autor, Peter Culshaw, que cayó rendido al poder magnético de Clandestino, lo entrevistó por vez primera en 2001, cuando editó Próxima estación… Esperanza, y durante unos años compartió amistad con él (la que pueda tener un periodista con un músico, que siempre tendrá cierto componente distorsionado). Y así, entre admiración y amistad, lo siguió de cerca por diferentes países para dar forma a este extenso e inexcusable libro, publicado originalmente en inglés en 2013. Un volumen dividido en dos partes bien diferenciadas, aunque ambas se complementan y, lo más destacable, mantienen un firme y apasionante pulso narrativo.

La primera parte es esencialmente la biográfica, la que nos lleva desde un suburbio parisino en los años sesenta y setenta a los grandes escenarios de medio mundo en los noventa. Del hijo de emigrantes españoles ilustrados a la estrella planetaria. Del joven callejero que se forja en el rock and roll y el punk (principalmente los Clash), al que toca fibras sensibles de gentes de toda condición con plurilingües canciones tan directas y sencillas como incontestables. Del éxito brutal con Mano Negra, al creador en solitario que quiere (o necesita) esconderse de los focos sin renunciar a los escenarios y que, sobre todo, conoce la dimensión alcanzada y desea (de nuevo: tal vez necesita) ser libre para hacer las cosas a su modo. Es decir, esta primera parte nos adentra en los hechos, sin escamotear datos y tratando de mostrar las luces y las sombras de quien, con una lucidez aplastante, asegura que cuando eres famoso «puede que seas demasiado parecido a un dios, o quizá más que parecido a un imbécil». Y esa es solo una de las perlas de sentido común que recogió Culshaw tratando a Manu Chao en las distancias cortas. Una de tantas que permiten atisbar las razones que le llevaron a alejarse de la industria del disco, de los medios de comunicación, de la fama, de la glorificación. De las servidumbres del mercado, en definitiva. Ese Manu Chao consciente de la contradicción de ser un músico global y luchar contra la globalización, de haber ganado honradamente con su trabajo y creatividad un buen dinero y apoyar a los desfavorecidos. Consciente también de que cada paso que da será analizado con lupa y de que los cínicos tienen las armas cargadas y le apuntan (hablamos de una década atrás, cuando el libro se escribió).

Una biografía que se nutre tanto de lo musical como de lo personal, facetas tan imprescindibles y unidas en un artista. Así, no solo sabemos de influencias sonoras —Chuck Berry, Lou Reed, The Clash, Jacques Brel, Édith Piaf y Bob Marley como emblemas esenciales, antes de llegar a la rumba (Deprisa, deprisa mediante)—, también del negocio, de las relaciones con mánagers, disqueros y socios de grupo. Conocemos de su infancia, de sus padres, de su doble nacionalidad, de sus novias, de un matrimonio en Dakar o de su hijo (cuestiones que Culshaw trata con tacto, sin ahondar en ellas, que esto no es prensa rosa). Además nos relata el duro revés que le supuso el final de Mano Negra (proyecto condenado durante El tren de hielo y fuego) y que, por aquello de la gestión asamblearia que él mismo había alentado en su creación, le dolió y conmocionó no poder seguir utilizando el nombre del grupo que inventó (el grupo, el nombre e incluso el diseño del logo fueron creaciones suyas) y que nutrió con sus canciones.

En la segunda parta del tomo, el propio Peter Culshaw adquiere papel de coprotagonista, pues lo que ofrece es una suerte de cuaderno viajero: decidido a seguirle la pista para dar forma al libro, se «empotró» cada tanto, desde 2006 y durante cinco años, en la banda de Manu Chao, viajando con el grupo y teniendo acceso directo a él y los suyos como pocos periodistas han tenido (probablemente ninguno), dado lo refractario de este a la prensa. Un recorrido que le llevó por Barcelona, Estados Unidos, Argentina, Madrid, Sáhara Occidental, México, París, Brixton y Brasil, donde, finalmente, se le escurrió: el desaparecido, desapareció.

Así, asistimos a una suerte de «desde la cocina», con un Culshaw que, sin caer en el Síndrome de Estocolmo, a ratos parece completamente abducido por ese señor que enardece multitudes por donde pasa. Pero no pierde el norte ni el rigor, sabe introducirnos en lo que resultó un periplo plagado de anécdotas y opiniones realizadas por el propio Manu (al que suponemos relajado, con la guardia baja, pero, a la vez, consciente de que lo dicho puede acabar impreso), y deja caer comentarios críticos del entorno o nos relata cómo en un par de ocasiones rompe con su espíritu zen (alterar a Manu Chao no parece tarea sencilla, deducimos) y se pilla sus buenos berrinches (afortunadamente, que con eso demuestra que ni dios ni imbécil: ser humano). En esas vivencias y conversaciones que de manera desordenada van salpicando el relato, sabemos de su aversión a los hoteles de lujo, su relación con el dinero, con la fama, nos enteramos de su doble nacionalidad, de dónde paga impuestos, de su timidez e, incluso, de algunos discos grabados y, ¡ay!, nunca editados. Hasta de su singular relación con las vacas…

Un libro que atrapa y cuesta soltar de las manos, y aunque no desvela todos los misterios, sí nos permite conocer algo más de uno de los músicos mayores y esenciales de nuestro tiempo. Eso sí, también refleja esa asignatura pendiente que tienen los periodistas anglosajones con las músicas que se escapan de su radar. Porque, por citar un par de ejemplos, convengamos que Miguel Poveda no fue uno de los pioneros del Nuevo Flamenco (por entonces andaría cursando la EGB) o que el bolero clásico “El reloj” no es creación, precisamente, de Luis Miguel. Detalles que, en todo caso, no deben empañar una obra necesaria y cautivadora que, además, adquiere el valor, precisamente, de ver a un señor inglés zambullirse sin defensas en la vida y la obra de alguien que le cae tan aparentemente alejado como este irredento francés.

Anterior crítica de libros: Ficciones, las justas. La nueva moral en el cine, la música y la pornografía, de VV.AA.

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