Cine: «Un planeta solitario», de Julia Loktev

Autor:

«Un buen día para morir de aburrimiento nos lo podría conceder ‘Un planeta solitario»

 

«Un planeta solitario»
(«The loneliest planet», Julia Loktev, 2011)

 

 

Texto: CÉSAR USTARROZ.

 

 

No resulta embarazoso –y mucho menos heroico– sustraerse de la nominación como mejor película en un certamen de prestigio. Por todos es conocida y maldecida la determinación que tiene todo festival con anhelos de autarquía, de colar entre sus repertorios un zurullo de dimensiones elefantinas. La intrusión de “Un planeta solitario” en el elenco de cintas seleccionadas del Gotham 2012, nos proporciona un ejemplo palmario de la frustrada tentativa de premiar aquella obra confeccionada con los elementos más básicos y minúsculos; como si esta inventiva elevara al lirismo cualquier expresión dirigida a explorar los sentimientos a la vez que se rechazan los modelos más canónicos para representar el romance.

Un buen día para morir de aburrimiento nos lo podría conceder “Un planeta solitario”, film de abrumadora trivialidad, transbordador de un conflicto tan endeble que convierte en ridículo cualquier intento de ennoblecer su trasfondo.

La historia se desarrolla en tierras georgianas, exótico territorio para la vanguardia más snob de la Gran Manzana. En este adverso espacio, lindando con Armenia y Turquía, uno se puede encontrar en su paseo por los Cárpatos un grupo de pastores con AK-47 al hombro, un grupo de ornitólogos con telescopio terrestre al hombro, o a Nica (Hani Furstenberg) y Álex (Gael García Bernal). En tan solitario planeta pueden suceder muchas cosas, o no pasar absolutamente nada. Es verdad que la comarca da para establecer fértiles relaciones con el estado de ánimo de los personajes, para imponerse por sí solo sobre el desazonado argumento, pero ni por esas.

El punto de cambio se inicia sin que sepamos por qué; claro, al igual que en la vida real, tampoco sabemos por dónde nos ha venido la “hostiaca”. Los diálogos se reducen prácticamente a la mímica, en ocasiones justificados por escenarios compartidos con los lugareños, los cuales balbucean un idioma raro. Así no hay quien se entienda, pero también es cierto que esta ocurrencia podría proporcionar una proyección de lo que está pasando entre nuestros protagonistas… Seguiríamos con la ristra de estereotipos con los que se embute este drama: tiempo atmosférico inestable para amplificar intangibles picos dramáticos; contacto directo con el drama social local al intentar empatizar con los “rustimanes” de la zona; dilatación del tiempo fílmico para profundizar en la introspección y la circunspección, actitudes practicadas por quienes no comen palomitas en el cine; bla, bla, bla…

“Un planeta solitario” es una de esas películas que al salir del cine evitamos comentar en primer lugar. No se avergüencen, todos nos hemos metido el dedo en el recto y sabemos a que huele el culo.

Anterior entrega de cine: “No”, de Pablo Larraín.

 

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