Cinco canciones de The Kinks para celebrar la música (y los 75 de Ray Davies)

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Como antesala al Día de la Música y al 75 cumpleaños de Ray Davies, Javier de Diego Romero propone una cata muy especial del catálogo de The Kinks: cinco canciones sobre el poder y el embrujo de la música según el creador de “Waterloo sunset”.

 

Selección y texto: JAVIER DE DIEGO ROMERO.

 

“Sir Duke” (Stevie Wonder), “Add some music to your day” (The Beach Boys), “Rock & roll” (The Velvet Underground), “Music is a princess” (Prefab Sprout), “Songs remind me of you” (Annie)… Son numerosísimas las canciones brillantes que tratan sobre la música, sobre su poder emotivo y evocador, pero, para celebrar este 21 de junio, nos centraremos en las escritas, con el maravilloso ingenio lírico que le caracteriza, por Ray Davies. Y es que este viernes, además del Día de la Música, es el de su 75 cumpleaños; y un 21 de junio, en el año del díptico berlinés de David Bowie, nació este firmante, autor igualmente del libro The Kinks: música, cultura y sociedad. Todas las piezas encajan en un artículo que, por lo demás, invita a adentrarse en los Kinks menos conocidos: no hay grandes hits y predominan los temas posteriores a la década de los sesenta, con la que frecuentemente se asocia en exclusiva al grupo de Davies.

 

1. “Mr. Songbird” (outtake, 1967).

El año pasado se celebró el cincuenta aniversario de The Kinks are The village green preservation society, el álbum que, prácticamente ignorado cuando vio la luz, hoy muchos ensalzan como el más brillante de la banda británica. Además de los quince que lo conforman, Ray Davies, especialmente prolífico, escribió un buen número de temas que finalmente serían descartados, y que han aparecido en las sucesivas reediciones. Es el caso de “Mr. Songbird”, una extraordinaria canción pop que versa acerca del poder purificador y curativo de la música. Ray le pide al señor Pájaro Cantor que gorjee para sacarle de su zozobra, en realidad le ruega: “No te llevará mucho tiempo, por favor”. Y en el estribillo lo consigue. “¡Canta, Mr. Songbird!”, exclama, y este le responde, en guisa de melotrón disfrazado de flauta, con una melodía risueña y juguetona. A Ray le invade el alborozo: cuando, a continuación, llama otra vez a Mr. Songbird, añade una chispeante floritura melódica al pronunciar, justamente, la palabra song. En su tramo final, en cambio, el tema suena más bien perturbador. Ray repite la frase: “Me ayudas a ahuyentar mis problemas”, y agrega: “Me ayudas a ahuyentar al demonio”; parece inseguro, necesita reafirmarse. ¿Podrá siempre la música rescatarnos del dolor?

2. “One of the survivors” (Preservation Act 1, RCA, 1973).

Johnny Thunder es uno de los memorables personajes que pueblan los surcos de Village green. Trasunto literario del propio Ray, el gran outsider del pop británico, Johnny es el individualista definitivo, el inconformista que invierte con arrogancia los valores que la sociedad asume como naturales: lejos de huir de la soledad, la festeja; lejos de idolatrar el dinero, lo desdeña. En “One of the survivors”, incluida en el primer acto del musical Preservation (1973) —acerca del cual escribimos en profundidad en Efe Eme—, reaparece canoso y fondón, pero pertinaz en su rebeldía. Inasequible a la succión de la manada, recorre en motocicleta la autopista ungido por el rock and roll de los cincuenta que se agolpa en su cabeza; el mismo que capturó la imaginación del Ray adolescente, y al que rinde tributo en la canción. “Great balls of fire”, “Hound dog”, Johnny & The Hurricanes y Danny & The Juniors mantienen cuerdo al atribulado Johnny, que no quiere saber nada de la “música complicada” del momento. En consonancia con la letra, “One of the survivors” es un hervidero de canción, trepidante y agitada, con un riff de guitarra a lo Chuck Berry, ráfagas de saxo barítono y los coros, siempre pertinentes y aquí especialmente apasionados, de Dave Davies.

3. “You can’t stop the music” (The Kinks present a Soap opera, RCA, 1975).

La música como cobijo y punto de fuga en las vidas de la gente común: esto es lo que se desprende de “You can’t stop the music” en el marco del elepé del que forma parte, The Kinks present a Soap opera (1975), otro de los reivindicables musicales del grupo de Muswell Hill. En él una estrella del rock, con vistas a documentarse para componer sobre la gente corriente, suplanta la identidad del hombre más normal que encuentra, convenientemente llamado Norman. Pero solo aparentemente. En realidad, todo es una ensoñación de Norman: incapaz de soportar el tedio opresivo de su vida de oficinista, imagina ser una rock star en busca de inspiración. Escapar por medio de la fantasía: una solución muy Ray Davies, plasmada en numerosas páginas de su cancionero; escuchen, por ejemplo, “Oklahoma U.S.A.” y “(Wish I could fly like) Superman”. Por desgracia, al final de Soap opera la esposa de Norman le hace volver a la realidad, pero, concluye esperanzadoramente Ray, siempre habrá otros que ocupen su lugar. Dicho de otro modo, siempre hallaremos en la música materia para moldear los sueños con los que doblegar el pesar cotidiano. No pueden detener la música, como canta Ray en este palpitante tema rock, ornado por metales gozosos y con un Dave pirotécnico a la guitarra eléctrica.

4. “A rock ‘n’ roll fantasy” (Misfits, Arista, 1978).

La separación de The Kinks era una posibilidad real en el verano de 1977, debido a las constantes fricciones entre los hermanos Davies y a la también incesante presión que la industria musical ejercía sobre ellos. Fue en aquellas fechas cuando Ray escribió “A rock ‘n’ roll fantasy”, en cuyo texto los fanes del grupo, los que lo han apoyado tanto en sus mejores como en sus peores momentos, constituyen un motivo para seguir adelante. En concreto, los encarna Dan the Fan, “un chico que escucha música en su estéreo para seguir vivo, para que le dé la fuerza de voluntad para levantarse por las mañanas”, según dijo el Kink en una entrevista con la revista Creem. En materia musical, este clásico tardío de los londinenses es un medio tiempo profundo, solemne e imponente. Dos pasajes son especialmente hermosos. Hacia el segundo treinta escuchamos por primera vez el puente, que, con los Davies afirmando la pervivencia de la banda en armonía fraterna, emociona por su plácida luminosidad. Tres minutos después, el tema, alzado por un sintetizador inmaculado y coros celestiales, se torna catedralicio para musicar el culto de Dan a The Kinks: la música como religión. Una preciosa canción sobre las propias canciones, sobre su capacidad de conferir sentido, sobre su poderoso hechizo.

5. “To the bone” (To the bone, Guardian Records, 1996).

A Ray Davies le gustan bien poco las fotografías. En su parecer —que leemos en su autobiografía X-Ray—, ponen límites a la memoria, objetivan los recuerdos, que pierden así todo su ambiguo encanto. La auténtica virtud evocativa, la capacidad mágica de transportar a momentos pretéritos, reside para Davies en la música. Aunque, por supuesto, esta fuerza evocadora puede volverse en contra de uno, como le sucede al protagonista de “To the bone”, que se atormenta escuchando obsesivamente un viejo vinilo que le regaló un amor perdido, revive su relación mientras siente “la aguja del tocadiscos punzante como un clavo”. Adecuadamente umbría, robusta y con sugerentes aromas orientales, “To the bone” fue una de las composiciones inéditas añadidas como gancho al brillante disco en directo homónimo que The Kinks editaron en 1996, con el que pusieron el broche a su carrera. Con ella finalizamos este encomio de la música para celebrar su gran día, y de Ray Davies, uno de sus más ilustres apóstoles, en su cumpleaños. Felicidades, maestro.

 

 

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