Carla Morrison: Lágrimas y dolor hechos canción

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“Para mí era importante ser muy honesta con las canciones, poner los sentimientos en una lupa, sentía que no había nadie haciendo eso”

 

Carla Morrison arranca hoy una gira española presentando su disco «Déjenme llorar». una buena ocasión para conocer a esta artista intensa a la que admiran Bunbury, Julieta Venegas o Natalia Lafourcade. Con ella charla Arancha Moreno.

 

 

Texto: ARANCHA MORENO.

 

“Estuve bajo rehabilitación / buscando sentido al mundo /cosas que no lograba comprender / encendí mi alma y apagué mi mente”. Letras desgarradas y llenas de dolor le valieron a Carla Morrison dos Grammy latinos. Con su disco «Déjenme llorar», la cantante mexicana (nació en Tecate, en Baja California) ha obtenido el reconocimiento de muchos compañeros de profesión, desde Enrique Bunbury, con el que ha cantado en directo, hasta sus compañeras y amigas Julieta Venegas y Natalia Lafourcade. Ahora, Carla pisa por segunda vez España, presentando en directo un disco tan amargo como liberador. En Madrid le dará el relevo en directo el propio Iván Ferreiro. Nos cuenta sus planes en un restaurante mexicano de la madrileña calle Libertad, donde acaban de traerle pollo cabreado y tacos.

Publicas en España «Déjenme llorar», un disco de gran carga emocional, muy valiente. ¿De dónde surgió la necesidad de grabar un trabajo como éste?
Mientras giraba con el epé «Tú dormías» pasaba por una relación que empezaba a quebrarse. Tuve que hacer terapia a través de mis canciones. No todo funciona como uno quiere, a veces hay que aceptarlo y dejarlo ir. Salió la Carla madura. Para mí era importante ser muy honesta con las canciones, poner los sentimientos en una lupa, sentía que no había nadie haciendo eso. La modernidad dice que el amor es algo de antaño, y no es cierto, no pasa de moda. La gente me dio las gracias por tener los pantalones de decir lo que otros no decían. Me parecía triste recurrir a discos de antaño, el amor no se quedó en los sesenta, sigue pasando.

El título ya es muy significativo: «Déjenme llorar».
Cuando terminé esa relación, mi familia y mis amigos me decían que no llorase, que yo era fuerte. Soy fuerte, pero soy frágil, no es incompatible, viene del mismo lugar. Yo quería decirle a la gente que me dejase llorar, que no pasaba nada, estaba bien. Estaba deshecha, pero estaba completa, llorar no me hacía incapaz. Solo me hacía reconocer que, igual que tengo que comer, también tenía que llorar. Me daba un poco de miedo tocar esa temática, pero todos llegaron a abrazarme, me dijeron “qué buena onda, qué chido”.

Tal vez porque has dejado de lado el amor “empalagoso”, para ir a la esencia, a la crudeza del sentimiento.
Sí. En muchas canciones del mainstream noto que la gente escribe lo mismo sobre el amor. El amor tiene un montón de ángulos, es importante que se aborden esas partes. Son cosas que uno no comprende, sensaciones que no se pueden manipular.

Parece que te hablabas a ti misma, y quizá por eso la gente se ha visto reflejada.
Le hablaba a la Carla persona, a la que le digo, “puta, me siento muy mal”. Es vergonzoso, pero no importa, porque para los demás es un consuelo decir “mira, está ahí arriba y lo está pasando igual de mal que yo”. No hay una barrera entre nosotros. Todo el mundo tiene la idea de que los artistas lo pasan todo el rato muy bien, y ver a alguien que parece la hija de la vecina es muy loco.

Transmites tanta fragilidad como fuerza. ¿Cómo se consigue ese equilibrio?
Ese equilibrio se lo debo a Dios, lo tengo muy inculcado en mi vida, y no la religión. En mi familia siempre se nos inculcó tener una relación personal con Dios, con lo divino, tener fe y tener tranquilidad. Me permito ser frágil cuando lo necesito y me permito ser fuerte cuando lo necesito.

A nivel musical, ¿las letras son más frágiles y la música más fuerte, o viceversa?
Con la música he hecho lo que sale, no planeo las melodías, cómo va a sonar ni el mercado al que se va a dirigir, dejo que la situación vaya guiando. Que sea rock, electro, ranchera… que sea lo que tenga que ser. Les dejo que se balanceen solas.

¿Son las letras las que te empujan a hacer las canciones, o aparecen primero las melodías?
Compongo como una vez cada dos meses. Siento unas cosquillas dentro, y siento que necesito tocar la guitarra o el ukelele. Me doy cuenta de que llevo días tarareando algo, agarro la guitarra y me sale todo como si fuera un estornudo. Lo dejo ahí, y a la semana cojo la guitarra y la escucho. Por lo general vienen letra y música juntas. Los poemas que tengo para canciones se quedan siempre como en poemas. Es muy raro que componga y luego regrese a la letra.

Es un disco honesto, en un mundo en el que la honestidad brilla por su ausencia.
Existe mucho menos, pero no ha muerto, al menos como dice mi mamá: “Dios aprieta, pero no ahorca”. A veces uno se vence muy fácil, pensando que algo no existe, quizá es que no has agudizado tus sentidos. Cuando veo un problema, veo una oportunidad de moldearme mejor. Si hay un hoyo, lo esquivo. En el mundo existe todo, nada más hay que buscarlo. La realidad también vende. A la gente le gusta que seas tú.

No hay que maquillar el mensaje.
Exacto, todos somos humanos, seas artista o no. Algo planeado pasa de moda, pero algo real no.

«No me podía creer que me dieran premios por tanto dolor”, has dicho sobre este disco, que obtuvo dos Grammy. ¿Calmaron el dolor los aplausos, o el dolor se calmó cuando sacaste esas canciones a la luz?
El dolor se calmó cuando lo saqué de mí. Cuando saqué el disco empecé a ver una luz en el túnel, y cuando lo grababa me preguntaba cómo lo iba a cantar delante de la gente, si me dolía tanto. Ahora lo repaso y lo vuelvo a entender de otra manera. Fue muy curioso, el disco salió el mismo día del cumpleaños de la persona en la que me inspiré para hacerlo. Fue cosa de la distribuidora, ¡qué fuerte! Cuando gané los premios, recordé que hacía un año lloraba por otra razón, y ahora estoy llorando porque mi canción, que me costó tanto sacar, me dio un Grammy. Fue un intercambio, una persona me dejó de querer, y un montón me dijeron que me quieren. Para mí fue bonito sacarlo, entenderlo y darme cuenta de que hay más peces en el agua.

Musicalmente, ¿qué te pedían esas letras?
Me pedía lentitud, entendimiento. Las letras eran pesadas para la música, tuvieron que llegar a un arreglo, para que la música dejara brillar a la letra. Para grabarlo usamos desde frijoles…

¿Frijoles?
Frijoles para hacer percusiones, agua… Grabamos en mi casa, en Tecate, llenamos la casa de colchones, cobijas [mantas] y las voces las grabamos en el balcón, a las dos de la mañana, para que se escuchara la noche.

Todo eso es lo que le confiere un sonido natural al disco.
Me pedía mucho hacerlo en la casa donde sucedió todo. Aquí lo voy a hacer, y ya me mudo de esta casa. El disco era casi como una persona, y me pedía mucho experimento. Muchas cosas fueron al momento, en un encierro de dos semanas. Llevé a los productores a Tecata para que entraran en mi mundo, les enseñé donde viví, donde fui a la escuela… Para ellos ya no existía el D.F., existía mi mundo. Todos entraron como en una película y salieron a las dos semanas. Me pedía entrar en esa atmósfera.

Así que sacaste el disco de los estudios convencionales para grabarlo en el lugar donde ocurrió todo. Como pasa en el teatro, pero con un marco real. Quizá por eso es tan de verdad.
Sí, todos mis discos han sido grabados en casa, he tenido muy fuerte esa filosofía, especialmente con este. No sé si voy a poder hacer otro igual, fue una etapa muy dura para mí y muy oscura. Yo pensaba que había sufrido, pero nunca había sentido como si me hubieran dado un pisotón en el pecho. Salí viva y entera, y más sabia. Entendí muchas cosas.

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“Cuando vi su show, vi que Bunbury era más mexicano que muchos mexicanos”

 

Te has abierto camino sin apoyo discográfico. ¿Cómo te ha ido la independencia?
Ha sido difícil, ser independiente conlleva un trabajo extra, pero prefiero mil veces ser independiente a trabajar bajo un plan. La vida no es un plan. Para mí ha sido bonito ganármelo a pulso, pero conlleva mucho trabajo y no tienes hora de salida. Llevo cuatro o cinco años de carrera muy fructíferos. Muchas disqueras se me han acercado para proponerme firmar, pero solo he querido firmar con Discos Intolerancia, una disquera independiente en México, y Cosmica Artists, de Los Ángeles, también independiente. Firmé con ellos porque defienden mi proyecto, me quieren y me respetan, y para mí es importante. No soy un producto, soy una persona, y no me pueden decir que haga un disco ahora porque necesitan vender, porque yo no soy una máquina. No es que no respete a las multis, pero ahorita prefiero tener el wifi que una disquera [risas].

Es cierto que moverse en las redes funciona, pero no a todo el mundo.
Puede que sí y puede que no. Depende de la manera que lo manejes. Sí se puede, hay muchos artistas talentosos que se mueven así. Siempre estamos mirando hacia otro lado para sobresalir, cuando tenemos que mirar hacia dentro para sobresalir.

Julieta Venegas, y Natalia Lafourcade son importantes para ti, ¿qué os une?
Cuando yo era chiquita, Julieta era la chica de Tijuana que se había ido a la ciudad a hacer algo. Y su mamá es de Tecate, nos emocionamos. A ella le gusta mucho mi música y a mí obviamente me encanta la suya. Y me convertí muy fan de Natalia con su disco «Las cuatro estaciones del amor», es muy bueno. Ella empezó a ayudarme con «Mientras tú dormías», nos hicimos amigas, nos vinimos de gira y eso nos acercó todavía más. Tenemos una amistad muy estrecha las tres. Ellas tienen un montón de trabajo, no las puedo ver siempre, pero cuando podemos colaboramos. Natalia me ha pedido que haga coros en sus canciones.

¿Tienes lazos musicales con España?
Poquitos, pero tengo. Me gusta mucho María Rodés, ella se fue a México un tiempo y se hizo amiga de todos. Álex Ferreira también, se mueve mucho con Jimena y Natalia. También Lucrecia, me gustó mucho su música, y la Russian Red, que toca impresionante. Es la segunda vez que vengo a España. Los Planetas son de acá, ¿verdad?, también ellos. La Christina [Rosenvinge], Tulsa, Enrique Bunbury…

¿Qué vínculo tienes con Bunbury?
Es muy lindo conmigo y me encanta su música. Conocí su música por un ex [risas]. Hace un año o dos me invitó a cantar en el Palacio de los Deportes en México, me propuso dos temas y le mandé dos demos para ver cuál le gustaba más, y me dijo que las dos. Superlindo, es un gran personaje, una gran persona. En México lo aman extremadamente. Cuando vi su show, vi que Bunbury era más mexicano que muchos mexicanos. ¡Nadie se pone ese sombrero!, salvo los grupos regionales. Enrique es supermexicano, creo que no se ha dado cuenta.

Dices que te has criado entre tradiciones musicales distintas. ¿Cuáles han sido, y cuáles te han dejado una huella más profunda?
Cuando chiquita, mi papá ponía mucho a Patsy Cline, a los Beach Boys, a los Beatles. Mi mamá ponía mucho a Rocío Dúrcal, Mocedades… y mis hermanos a Los Pericos, Bob Marley… Fui creciendo con Radiohead, Depeche Mode… Soy una chica de frontera y tengo un montón de referencias musicales, pero sí se me quedaron muy incrustados Patsy Cline y los Beach Boys.

Este disco lo publicaste en 2011, pero aquí lo recibimos ahora. ¿Tienes la sensación de estar, ahora mismo, en un momento musical muy distinto al de este disco?
No sé, todavía lo siento muy reciente, tengo ganas de grabar algo nuevo, pero no sé. Han pasado dos años y para mí sigue siendo como uno. Sigo contenta, pero quiero grabar algo nuevo. No me he alejado de este, lo vuelvo a cantar  y sigue siendo parte de mí, mucho. Voy a dejar que el disco se aleje poco a poco de mí, va a ser muy difícil hacer un «Déjenme llorar» otra vez, marcó mucho mi carrera.

Será un antes y un después en tu carrera. ¿Con el tiempo descubrirás cuánto de ese disco hay en ti, y qué parte de ti seguirá en los próximos discos?
Sí. Tengo un montón de temas nuevos y no me caben todos en un disco. Sé donde quiero ir y quién quiero que las produzca. También tengo ganas de tomarme un «break», pero al día siguiente ya quiero volver a trabajar.

Has venido a España de gira, actúas esta semana. ¿Cómo eres en directo?
Le digo a la gente que venga con la mente y corazón abiertos, se les va a mover algo, les digo que lleven clínex porque puede que los necesiten [risas]. Mi música se lleva muy bien con el tequila, si entienden esa filosofía podrán ir a gusto. El show es muy emotivo siempre. Para mí, la misión de los shows es moverle el tapete a la gente, como dicen en México. Reacomodarte para que lo cuestiones, lo vivas y lo reinventes. La modernidad dice que los sentimientos no son «cool», a mí me gusta promover lo contrario. Me gusta que la gente sienta que entró a una sala de cine y salió.

¿El formato se parece al disco?
Sí y no, trato de hacer versiones frescas de las canciones. Sí hay cambios, me gusta que sea diferente, pero no es muy diferente.

Vienes con tu banda. ¿Quién te acompaña?
Alejandro Jiménez en la dirección, Luis René en el bajo y a la batería Esteban Vázquez. Un miembro de la banda no pudo venir, pero lo tenemos todo listo. Hace dos años que toqué aquí. Siempre es emocionante empezar de cero en un lugar.

Estas son las fechas de los conciertos españoles de Carla Morrison:
20-XI. Madrid, Teatro Lara.
21-XI Zaragoza, Sala Oasis.
22-XI Barcelona, Barts Club.
23-XI Bilbao, BIME.

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