Canciones de una noche de verano: ‘Moon river’, Henry Mancini & Audrey Hepburn

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“No hay imagen más bella de la placidez que el plano americano, contrapicado, de Holly cantando ‘Moon river’ en la escalera de incendios”

 

Continúan las melodías que acompañan los estíos de César Prieto, en esta ocasión con el clásico de la banda sonora de “Desayuno con diamantes” y las diferentes versiones que se hicieron de esa histórica pieza musical.

 

Una sección de CÉSAR PRIETO.

 

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Henri Mancini
‘Moon river’
“Breakfast at Tiffany’s”
RCA RECORDS, 1961


Moon river, wider than a mile».

 

Yo tuve un fanzine. Quizá debería decir tengo. Un fanzine nunca se abandona. Uno puede desligarse de compromisos profesionales, de amistades, de amores, de vicios, de colecciones. Pero de hijos y de fanzines nunca. Yo tengo un fanzine, pues. Hace más de diez años que apareció el último número y aún comencé uno más del que llevaba diez páginas listas de un especial de chicas francesas. Apareció completo, más trabajado, con medios, en el primer número de nuestra revista hermana “Cuadernos Efe Eme”. Así pues, y cerrando el círculo, cada cosa que preparo es un nuevo número del fanzine y en Efe Eme no colabora César Prieto, colabora “Le Touriste”, que así se llamaba. Un fanzine es tan personal que es la propia persona. Mucho más que los blogs que parecen ser sus sucesores digitales, pero a los que les falta el plus que ofrece el papel, el escoger una imprenta, discutir precios, dar indicaciones. Ello lo hace, aunque suene tópico, más humano.

A ella la acogimos como referente, era nuestra imagen. Las portadas. Y en las pocas fiestas que dimos sonaba siempre la primera. Audrey Hepburn. Aunque no se lo crean europea, belga, hija de aristócratas. Queríamos de ella su prestancia, la belleza serena de su rostro, alegría melancólica. Un mundo con Audrey Hepburn es, sin duda, mejor. Y es mejor porque se pueden leer los sentimientos en sus ojos. No hay imagen más bella de la desolación que la de Holly desayunando con un café en vaso de plástico frente a Tiffany’s en un Nueva York vacío, un Nueva York de verano en que tras la fiesta vuelve cada uno a lo suyo. No hay imagen más bella del deseo que Holly al quitarse la careta de gato. No hay imagen más bella de la placidez que el plano americano, contrapicado, de Holly cantando ‘Moon river” en la escalera de incendios.

Por supuesto hay miles de versiones de la canción, todas maravillosas. La de Danny Williams está bien, número uno en Inglaterra en las navidades del 61. Prefiero sin embargo la soulera-campestre de Jerry Butler, la que triunfó en el mercado americano. La interpretación de Audrey tuvo un Oscar, uno de esos bien merecidos.

Acaso debería hacer ahora un elogio de la película. De Holly Golightly o quizás de Lula Mae –siempre me ha parecido que es más importante su presencia de lo que la crítica declara–, de su sofisticación, de la brillante escena final, el beso entre la lluvia. Una película que se ha revelado con el tiempo como sobrevalorada, quizás sea verdad. Blake Edwards no era un director de mucho pulso. Tampoco está entre lo bueno de Truman Capote –lean “Una luz en la ventana” del mismo y se estremecerán–, aunque la película evade los aspectos sórdidos de la novela, los mejores. Sin embargo, Henry Mancini y Johnny Mercer dan con el tono en una escena que no iba a aparecer en el montaje original –si no llega a ser por Audrey y su “over my body”–, ni siquiera en la banda sonora. No se daban cuenta de que en esa escena está la esencia de la película, Lula Mae Barnes, la salvaje niña de trenzas, hablando de su infelicidad, de su nostalgia, de su vida vacía.

Anterior entrega de Canciones de una noche de verano: ‘There’s a light that never goes out’, de The Smiths.

 

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