Bruno Lomas. Tú me añorarás…, de Vicente Fabuel

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LIBROS

«Fabuel se enfrentaba al reto de reivindicar aspectos un tanto olvidados, como la condición de verdadero pionero y figura incomparable de la música moderna española de Lomas»

 

Vicente Fabuel
Bruno Lomas. Tú me añorarás…
EDITORIAL MILENIO, 2019

 

Texto: CÉSAR CAMPOY.

 

Uno de los aspectos más fascinantes de Bruno Lomas radica en el hecho de que, revisando su discografía, cualquiera con un mínimo de sensibilidad sería capaz de adivinar sus estados de ánimo. Da igual que se tratara de temas propios o ajenos. Su manera de afrontar melodías y textos bastarían para construir un certero y cronológico retrato biorrítmico en torno al irrepetible rockero de Xàtiva: “

Déjame cantar” (1961), “Twist a María Amparo” (1963), “Es posible” (1965), “Anoche la vi” (1965), “Amor amargo” (1966), “Ayer cumpliste los dieciséis” (1966), “Codo con codo” (1967), “Un hombre sin amor” (1967), “Llévame a la luna” (1968), “Ya llega el verano” (1968), “Chico, chica, boom” (1969), “Otra vez en la calle” (1969), “Yo soñé” (1970), “Dame tu amor” (1972), “Deja que te coja la mano” (1972), “Money is” (1973) “Be-Bop-A-Lula” (1973), “Baby rock’n’roller” (1974), “Rogaré” (1975), “Quédate” (1975), “Hielo” (1979), “Ahí va, cógelo” (1980), “Todo por el aire” (1988)…

Lo variado de su discoteca y, por supuesto, lo azaroso de su existir, en otros lares, hubiera dado para varias series y filmes. Aquí ha dado para miles de artículos y tres biografías editadas. La primera, de Miguel Siurán, Nacido para ser rocker (Autoeditada, 1991), vio la luz poco tiempo después del fallecimiento de Emilio Baldoví en accidente de circulación, y su principal atractivo residía en el hecho de incluir una cantidad asombrosa de material gráfico. Ya en este siglo, José Antonio Sanchis, a través de Cultiva Libros (2010), dio buena cuenta de su admiración por el artista en El eterno rockero. En un contexto en el que, con más o menos detalle, parece que todo en torno a Bruno ha sido contado, Vicente Fabuel se enfrentaba al reto de reivindicar aspectos, hasta cierto punto, un tanto olvidados (sobre todo, fuera de tierras valencianas) como la condición de verdadero pionero y figura incomparable de la música moderna española de Lomas, así como su capacidad para tratar de reinventarse. Todo ello es afrontado con sobrado conocimiento, como con tenacidad se plantea la necesidad de bucear en los posibles motivos que propiciaron el ocaso de alguien que estaba condenado a convertirse en mito.

Lo articula Fabuel en poco más de una veintena de capítulos completados (además de una breve bibliografía y la discografía de rigor) con un curioso cuestionario, de casi treinta páginas, en el cual amigos, familiares, músicos, fans o periodistas dicen la suya. No estamos ante la recurrente biografía basada en el elemento cronológico, puro y duro. De hecho, el autor establece ese mecanismo durante las catorce primeras entregas, para, acto seguido, desmenuzar por separado otros elementos a tener en cuenta, como la condición del setabense de digno compositor (como bien apunta Fabuel, otra faceta incomprensiblemente olvidada por muchos), la importancia jugada por su banda (Los Rockeros), su breve escarceo sonoro en catalán, sus aventuras cinematográficas y publicitarias, así como un listado de temas que a juicio del autor merecieron mejor suerte, entre los que se encuentran magníficos seres sonoros como “Mucho”, “En tu ventana” u “Otra vez en la calle”, o rarezas como el sencillo de “El día” interpretado en griego.

A partir de un estilo denso, y movido por una evidente admiración, Fabuel va tejiendo, primero, la manta que conforma el contexto en el cual surgen los sonidos modernos en la Valencia de finales de los cincuenta del siglo pasado, para comenzar a coger carrerilla y subirse en una locomotora repleta de jugosos datos en la cual ya circula un Baldoví que, tras superar constantes fases y retos (Los Milos, Top-Son, la primera aventura francesa…) acaba alcanzando un estatus, el de estrella popular, al que se agarrará durante una década. Es de agradecer la claridad con la que aborda el largo sendero hacia la incomprensión, iniciado a finales de los sesenta, y muy evidente la necesidad del autor de reclamar como injusta la monotonía que achaca el progresivo aislamiento del artista a sus derivas ideológicas y personales en plena Transición. Un viacrucis de más de diez años, hasta su fallecimiento, en el cual Lomas pareció no querer tirar la toalla.

En 1976, como siempre, Bruno volvía a desnudarse en la estremecedora “Regreso”, aunque no fuera un tema compuesto exclusivamente para él, sino una de aquellas recurrentes adaptaciones: «Dicen de mí que aún sigo vivo, pero deshecho estoy, mi alma muerta está; se rompió en mil pedazos; soy un fantasma del ayer, ya no sé ni lo que soy». Al escucharla, y poniéndose en la piel de aquel Lomas que afrontaba, tal vez con miedo, el sendero hacia los ochenta, a uno se le congela el corazón. Acertadamente, Fabuel hace hincapié en aquel capítulo, prácticamente desconocido, arrojando luz en torno a aquel último cartucho (el elepé homónimo editado, por Discophon, ese año) que, durante un momento, pareció ser algo más que pólvora mojada, gracias a la cierta repercusión obtenida con “Rogaré”, aquella magnífica y conmovedora revisión del “Stand by me”, vía “Pregherò”.

Entonces, apenas 35 años contaba uno de los pilares de la música moderna hispana y, para algunos, ya no era más que un artista pasado de moda. Resulta hasta cómico, analizándolo desde estos tiempos en los que vivimos, en los que una banda es capaz de registrar el mismo disco durante 10 o 15 años seguidos, sin mostrar el más mínimo interés por el concepto evolución, tratar de comprender cómo se pudo ser tan injusto con un currante del rock que, en menos de una década, fue capaz de abarcar tantos estilos y registros de manera tan digna. Un rockero al que, de una vez por todas, muchos deberían dejar de mirar con ridícula condescendia. Este libro ayudará a contrarrestar tan triste cantinela. Sin duda.

Anterior crítica de libros: El laberinto del fauno, de Cornelia Funke y Guillermo del Toro.

 

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