Aunque estemos muertos, de Coque Malla

Autor:

DISCOS

«Es un disco, pues, lleno de tensión emocional, de lágrimas que no se ven, de espectros que se verán»

 

Coque Malla
Aunque estemos muertos

WARNER, 2023

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Entre las primeras noticias de Los Ronaldos —Jorge Malla, nuestro Coque, tenía quince años cuando se fundó—, donde ese deslenguado cantante lidiaba con un pop ligero que rozaba con los Rolling Stones tanto como con los despojos de una new wave ya decadente, hasta la entrega del premio Ondas recientemente, la carrera de Coque Malla ha sido brillante y firme, plagada de grandes canciones que coqueteaban con el pop, el soul o el funk, tanto en su etapa de grupo como en la de solista.

Este nuevo elepé, Aunque estemos muertos, que produce el propio Coque junto a José Nortes, explora el tema de la muerte como motivo común de gran parte de las letras y, por ende —una no puede ir sin la otra— de la vida. Para ello, recupera, con excepciones, los sonidos guitarreros, la marca de su banda habitual, con lo que consigue, a pesar de la fragilidad que recogen las palabras, un sonido muy luminoso.

Una de las excepciones es la que abre el disco “Bailo con los muertos”, que inician sonidos leves, continuos y solapados, que avanzan con marcado aire subterráneo, llena de giros espesos y aire espectral. También lo es “Bla, bla, bla”, experimental, con una base evanescente e indefinida, que concluye con rumor de conversaciones humeantes y una cierta crítica social sobre los tiempos futuros, malos para la lírica. Y “El dragón”, que empieza con tormenta, cambios de ritmo, claridad, silencios, truenos en la lejanía, jazz en los pulsos.

“Místico”, sin embargo, es rock guitarrero que combina el hedonismo con la espiritualidad, con su solo perfecto en el puente, y hace que gane el primero, como casi siempre. También “Como los gatos salvajes”, con un inicio similar al “Vuelvo a Granada” de Miguel Ríos, que se convierte en un talkin’ blues, con unos coros —entre los que están Anni B Sweet y Jacobo Serra— que remedan los años setenta y en los que la voz se convierte en un felino. Guitarrera es también “Baila en la oscuridad”, pero comienza con atmósferas que son un gel frío, mentales, casi un espíritu que poco a poco va adquiriendo dureza.

Dos canciones destacan, por lo menos en las primeras escuchas. Una es “¿Volverá?”, un absoluto clásico que habla de la resistencia y la esperanza. Otra, la que da título al conjunto, un ritmo abolerado, con tanta prestancia como para entrar en el repertorio de Los Panchos. Es la que se va a convertir en un estándar, a la manera de “No puedo vivir sin ti”. La letra es de las más románticas que ha hecho. Por el contrario, “El saco de los sueños”, habla de parejas que se rompen, cómo duele y cómo los proyectos se desvanecen.

El final reestructura todo. De momento, inicio de nana en el que vuelve la esperanza y Coque canta al borde de la lágrima, aunque concluye también con aire espectral, como si esta esperanza se fuera muriendo. Es un disco, pues, lleno de tensión emocional, de lágrimas que no se ven, de espectros que se verán. Un disco en el que Coque Malla deja algo más que sentimientos, deja piel y deja carne.

Anterior crítica de discos: Inflorescence, de Rob Moose.

Artículos relacionados