“American dream”, de LCD Soundsystem

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DISCOS

“Su álbum más triste y melancólico, sin perder nunca el ritmo, pero también más humano”

 

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LCD Soundsystem
“American dream”
DFA/COLUMBIA-SONY

 

Texto: XAVIER VALIÑO.

 

David Bowie. Su figura está claramente presente detrás de este “American dream”, el regreso de LCD Sounsdsystem, o sea, James Murphy. Para empezar, fue Bowie quien le aconsejó que, si le asustaba retomar el grupo que dio por finiquitado en 2012, entonces tenía que atreverse a hacerlo. Y Murphy le hizo caso.

Si Bowie aportó el empuje que le faltaba a Murphy, el último de los diez cortes de este cuarto álbum de la banda, ‘Black screen’, está dedicado enteramente a Bowie, aunque no se le nombre. Además de citar los correos electrónicos que se intercambiaron entre ellos, el líder de LCD Soundsystem también recuerda que Bowie no acudió a su boda porque se encontraba ya bastante enfermo. En un texto claramente confesional, Murphy reconoce también que dejó de asistir a las sesiones de grabación del último disco del Duque Blanco, que este le había invitado a producir, después de sentir dudas sobre si era la persona apropiada, dejando la vía libre para que Tony Visconti asumiera el trabajo en solitario.

 

 

Bowie también está presente en el sonido del álbum y, de hecho, ya lo estaba de forma muy evidente en su disco anterior: ‘All I want’ recordaba a ‘Heroes’ y ‘Drunk girls’ a ‘Boys keep swinging’, ambas de Bowie, mientras que ‘Somebody’s calling me’ remitía a ‘Nightclubbing’, compuesta por Bowie junto a Iggy Pop. Pero no solo él, sino una parte de lo que se hizo entre 1975 y 1983, época en la que James Murphy descubrió la música. Fue la era de Brian Eno, Robert Fripp, Talking Heads, Joy Division, Bauhaus y los inicios de The Fall, The Cure, Echo & The Bunnymen o Public Image Ltd. Murphy formó parte en aquellos años de un grupo gótico en los 80 (Falling Band), aunque después se introdujo también en la música de club en los locales de Nueva York, y así entre el post-punk y los ritmos de baile se ha movido LCD Soundsystem en sus tres álbumes anteriores editados entre 2005 y 2010.

Fue en 2011 cuando, tras los conciertos de despedida en el Madison Square Garden (luego llegaría el documental “Shut up and play the hits” en 2012 y el disco en directo “The long goodbye” en 2014), dijo adiós en la cima de su carrera. Hace dos años volvió de nuevo a dar conciertos en directo y, tras editar el single ‘Christmas will break your heart’ en diciembre de 2015, reaparece ahora con su cuarto álbum de diez canciones (en lugar de las nueve habituales) que llegan hasta los 70 minutos y en las que él toca casi todo.

 

 

James Murphy tiene ahora 47 años, es padre de familia, ha visto cómo parte de sus ídolos y amigos han ido desapareciendo (entre ellos Bowie, claro, y el disco también menciona expresamente a “los Lous y Leonards”) y el barrio de Williamsburg donde expandió su sello y estudio DFA ha ido sufriendo en esto años una imparable gentrificación, eso sin mencionar siquiera a la persona que ha tomado las riendas de su nación con sus imprevisibles consecuencias. No es que en sus textos prevaleciese anteriormente la parte hedonista, pero ahora sus textos vienen cargados de referencias a la pérdida de la identidad, a la cercanía de la muerte, a la obsolescencia, a la falta de comunicación y a las dudas frente al posible fracaso o a marchitar su catálogo. En ‘Chang yr mind’ (el Bowie de ‘Fame’ sería una clara referencia), Murphy reconoce abiertamente que “Soy demasiado viejo para ello ahora / al menos eso sí parece una verdad absoluta”.

Todo ello se traduce en canciones más oscuras, de las que la prueba más evidente bien podría ser la árida ‘How do you sleep’, a medio camino entre Public Image Ltd. y Joy Division, con esa frase vociferada en la que señala que ‘¡Ya no puedo oírte más!’ y que semeja ser un grito de desesperación en el abismo. Hay más: ‘Oh baby’ evoca a Suicide, ‘I used to’ recuerda a los Cure de Pornography (concretamente a ‘A strange day’), ‘Emotional haircut’ es lo más guitarrero que ha grabado nunca, en la estela de The Fall, y el espectral ‘American dream’ parece salir directamente de la tumba de Roy Orbison.

 

 

Para compensar, en cierto modo, “American dream” ofrece al menos tres cortes que entroncan con su pasado más bailable y menos áspero, como el single ‘Tonite’, ‘Other voices’ (que recuerda a su propio ‘Us vs them’ pasado por el filtro de Talking Heads) y ‘Call the police’ (donde es otra vez Bowie la máxima inspiración, en concreto su tema ‘Red sails’ del álbum “Lodgers”). Todo ello configura su álbum más triste y melancólico, sin perder nunca el ritmo, pero también más humano, su disco menos inmediato y más complejo y, puede que precisamente por ello, el que más perdurará en el recuerdo de una trayectoria singular, probablemente la que mejor ha definido hasta ahora el siglo XXI en el pop.

Anterior crítica de discos: “Southern blood”, de Gregg Allman.

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