Alfredo García: «Me he quitado los vetos que yo mismo me ponía»

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«Me fui de Universal porque el mal rollete cotidiano disfrazado de buen rollete me estaba empezando a afectar en el peor sentido»

 

Despojado de su viejo apodo (Alfa), Alfredo García publica un nuevo disco usando por primera vez su verdadero nombre. Un álbum alumbrado después de un fallido intento de resucitar a su antiguo grupo, Le Punk. El disco desembarcará en Madrid el próximo 29 de febrero, en la sala Copérnico. Antes, Francisco Sierra Ballesteros habla con Alfredo.

 

Texto: FRANCISCO SIERRA BALLESTEROS.
Fotos: JOSÉ RAMÓN CUESTA.

 

Empecemos por respetar a nuestros mayores: tal vez sea cierto eso de que veinte años no es nada, pero hace ya un cuarto de siglo desde que Alfredo F. García empezó a grabar y publicar sus canciones dentro de los míticos Buenas Noches Rose. Tras dos décadas y media acumula un cancionero difícil de igualar; el nacimiento y la defunción de dos bandas que ya forman parte de la historia del rock patrio; coqueteos con el tango, el blues, la música balcánica, el folk y hasta algún que otro tema escrito en esperanto.

Tras todas estas huellas, y un silencio más largo de lo acostumbrado, vuelve con su última cosecha de nuevas canciones, titulada Aicrag Oderfla. Citando a Muñoz Molina: «El trabajo fértil y bien hecho nunca les importó porque sus frutos tardan en llegar, y porque cuando llegan no suelen ser espectaculares y no les ofrecen a ellos la posibilidad de exhibirse como benefactores o salvadores…», pero nosotros —los acólitos de efe eme— no somos ellos.

 

Para los que esperamos como agua de mayo tus canciones nuevas, ha pasado demasiado tiempo desde tu última grabación ¿En qué andabas metido?
Bueno… muchos cambios. Dejé el trabajo en Universal y la ciudad. He pasado tres meses de viaje, viviendo en una furgoneta en Portugal. Luego volví a Asturias. Ahora vivo en una aldea. Me lo hago de agropunk. Tengo una perra, una huerta, un ordenador y un piano. Me paso los días haciendo un poco de todo y, de vez en cuando, bajo a intoxicarme a la ciudad. Creo que al revés que la mayoría de la gente. Resumiendo: estoy de puta madre.

 

Entre tu último disco y este Aicrag Oderfla hubo un intento de resucitar a Le Punk. Cuéntanos ese capítulo.
Pues sí. Volvimos a juntarnos. Hicimos un concierto en Madrid, en la Sala Copérnico, y luego entramos al local para hacer un nuevo disco. La experiencia del concierto fue muy bonita. Ya nos había pasado cuando nos juntamos para hacer el concierto de Joy Eslava hace unos años. La diferencia es que esta vez queríamos hacer un disco después del concierto. Meterse en el local no fue tan bonito, sencillamente no había química, ni física. La relación entre nosotros era del tipo «nos llevamos aparentemente bien pero estamos llenos de mierda». Así estuvimos durante casi un año, haciendo un ejercicio de hipocresía lamentable. A duras penas montamos cuatro canciones bastante mediocres y un buen día me di cuenta de que lo mejor que podía hacer era largarme de allí. Me fui de Universal porque el mal rollete cotidiano disfrazado de buen rollete me estaba empezando a afectar en el peor sentido, que es normalizándolo. No podía permitir que me volviese a pasar en un local de ensayo con mis amigos del barrio. Cuando dejé atrás Le Punk tenía 2.500 pavos y ningún plan, pero tenía una novia y una furgoneta. Cerré el chiringo en Madrid y me fui con Raquel a vivir una aventura. Estos sucesos fueron las semillas de Aicrag Oderfla.

 

¿Qué periodo compositivo abarca este disco? Me refiero al tiempo que ha pasado desde la canción más antigua hasta la más nueva.
Hay ideas antiguas que nunca había desarrollado, y algunas canciones que nacieron durante la grabación, como “Salamina”, pero la mayoría se corresponden con los dos últimos años.

 

El disco se llama Aicrag Oderfla. Metiendo en Google estas dos palabras no he llegado a ninguna conclusión.
¡Aicrag Oderfla es Alfredo García al revés! El Alfredo que mira desde el dentro del espejo.

 

Este disco es el primero que vas a firmar con el nombre con el que te bautizaron. ¿Por qué?
Es, en realidad, el único nombre con el que me identifico. Los que me pusieron el mote de Alfa han desaparecido, están en otros asuntos, un mote juvenil pude pesar mucho cuando pasa el tiempo, Alfa era yo de chaval… ¡ya no soy un chaval!

 

«Meterse en el local [con Le Punk] no fue tan bonito, sencillamente no había química, ni física»

 

¿De quién te has rodeado para llevar a cabo la grabación?
¡De muchos músicos geniales! Primero, Miguel Herrero, en Asturias. Este tío ya es imprescindible en todo lo que hago. Si fuésemos gitanos le llamaría primo, menudo cabrón, es un genio. Él ha grabado los bajos y las baterías, y alguna trompeta. Franky Gonzalez, mi compañero al saxo en Le Punk, ha hecho la sección junto con más músicos murcianos; Anahí Ginestá, al trombón; Diego de Jódar Banacloig a la trompeta; Paula Gutiérrez a la trompa. De la tribu de Cartagena también es David Ojados, él y Franky nos hicieron una programación preciosa para “Carta de un vampiro”. También estuvo mi compadre Alejandro Serrano, el trompeta de Le Punk, que me hizo los arreglos de “Eva Braun”, junto con Marcos Crespo al trombón y David Carrasco al saxo, además, mi carnal Dani Serrano (Nonno) me grabó el piano del “Tonto feliz” y Javi Asia, de Gijón, el de “Carta de un vampiro”. Diego Gila, técnico de grabación y corresponsable del sonido del disco grabó alguna guitarra. A Javi Quintana, el último gran guitarra salido de Alameda, le conozco desde que era un niño; ahora toca la guitarra como un animal. Por supuesto también está Laura Rubio, mi vieja amiga, que ha grabado voces en casi todo el álbum. Todos ellos han cobrado mucho menos de lo que merecían, solo puedo agradecer la suerte de tener amigos con tanto talento y tan generosos.

 

Vamos con las canciones: “Bolero falaz” abre el disco y se me ocurre que podría formar parte del Pequeño Cabaret Ambulante de Bunbury sin desentonar lo más mínimo.
Esta es la idea vieja de la que te hablaba antes. Es cierto que tiene mucho de cabaret y también bastante de mejicana, es cierto que si Enrique la hubiese visto antes que yo ¡me la hubiese robado! Hablando en serio, en esa época Bunbury hizo algunas de mis canciones preferidas de la historia de la música en España. Si el “Bolero falaz” tiene algún parentesco con ellas, pues me encanta. Un amigo me dijo una vez que le sonaba a música de funeral mejicano, claro que el tipo nunca ha estado en México, así que supongo que lo decía por las pelis. Es cierto que es oscura, pero su mensaje no puede tener más luz. Es una advertencia, hay algo que vendrá desde afuera para tratar de amargarte la vida, no dejes que entre.

 

¿Cuánto de autobiografía tiene “La fantástica historia”?
No mucho, alguna cosa, el principio un poco… el resto es mensaje de confrontación y esperanza, una mezcla de «a cada cerdo le llega su San Martín», «siempre hay un roto para un descosido», pero no soy «el hombre que nunca sonreía», ni el que «mandó todo a tomar por culo». En este disco trato de montármelo de cronista, de contar historietas, al estilo de los bardos antiguos. Los personajes de las canciones van y vienen dentro de las historias. Casi ninguno soy yo, pero todos han salido de mi cabeza.

 

Confieso que “Eva Braun” y “Ares” son mis favoritas. A lo largo de tu discografía encontramos sobradas muestras de que dominas a la perfección la canción de ambiente bélico.
Sí, es un recurrente, el enfrentamiento, la guerra es el exponente máximo del enfrentamiento. Aún somos una especie animal violenta, lo tenemos grabado en las tripas, en todas las culturas humanas, la lucha y el sufrimiento son el motor de la historia, o por lo menos el foco donde nosotros ponemos nuestra atención, somos unos necios. Nos motivan las resistencias heroicas, ponemos el nombre de guerreros a nuestras mejores calles y plaza. Justificamos con códigos de honor ridículos a fulanos cuyo negocio es la desgracia ajena, el dolor y la muerte, o sea, la guerra, y sin embargo, puntualmente, no hay otro remedio que pelear. Es el caso de “Eva Braun”. La canción narra los últimos instantes del Berlín nazi, utilizando como protagonista a la mujer de Hitler, en realidad, la única protagonista de la escena que importaba una mierda, una hija de la cultura occidental que consigue el viejo sueño de seducir a un príncipe azul, pero no comería perdices.

 

«En este disco trato de montármelo de cronista, de contar historietas, al estilo de los bardos antiguos»

 

Me da la sensación de que este disco puede considerarse como un paseo por todas las influencias que has ido manejando a lo largo de toda tu carrera como compositor; incluyendo también guiños nuevos, como el que haces a la música de raíz africana en una canción en concreto.
Sí, pero no ha sido planeado, ha surgido así. Creo que es porque me he quitado los vetos que yo mismo me ponía. Antes no dejaba que determinadas canciones pasasen el filtro si sonaban a algo distinto a lo que estaba haciendo por la época. Ahora creo que eso es restarte capacidad expresiva. La música es inmensa hay que dejarse embelesar por ella, en cualquiera de sus formas, es la mejor forma de aprender.

 

En un futuro breve se espera el estreno de un documental sobre Buenas Noches Rose. ¿Cómo te sienta esta pequeña resurrección de tus primeras composiciones?
Me parecen canciones hechas por un chaval, que es lo que son, mis primeras canciones. Las escucho y tengo una sensación parecida a cuando veo la fotografía que tiene mi madre en su habitación, de cuando era niño. Me hace gracia, me reconozco, soy yo, pero soy pequeño.

 

Por último, cuéntanos tus planes de futuro. Con el cancionero que manejas, ¿es hora de plantearse la grabación de un disco en directo?
No tengo planes más allá de seguir tocando, grabando, escribiendo, leyendo, escuchando… El resto de cosas que haga será para poder hacer esto el mayor tiempo posible, y así todo el rato. Lo del disco en directo puede molar, aunque me canso muy rápido de mis propias canciones, pero me encantan las reinvenciones. No sé, ya veremos.

 

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