Siguiendo con la recuperación de pioneros del rock “periférico”, le llega el turno al padre del género en Italia. El gran Adriano Celentano, una leyenda surgida en los años 50, que ha sabido mantenerse en plena forma y con la mente despierta hasta la actualidad. Para glosar su carrera, reproducimos el Archivo que Vicente Fabuel escribió para EFE EME 21 en septiembre de 2000.
Texto: VICENTE FABUEL.
Aquí está el eterno Adriano. Ni de nuevo ni de nuevas, porque Celentano nunca se ha ido, pero aún tan creativamente fresco como una lechuga, a pesar de que por aquí algunos piensen en él sólo como un viejo héroe de los 60. Con las mismas ventas millonarias de siempre en su país, no obstante, taciturno como de costumbre, a bordo de una carrera por tantos y tantos motivos imperecedera y, sin embargo, ligeramente exento de la aureola popular de genialidad que el personaje demanda.
Es posible que su prolongado y extraordinario éxito durante más de cuarenta años haya ayudado a trivializar su tasa artística; suele ocurrir cuando un artista superdotado es capaz de llevar su obra a cualquier tipo de público. Quizá en eso es en lo que ha consistido el sello Celentano, en su enorme capacidad autoral para trascender un modelo —el del pop y el rock & roll italiano, siempre tan usual— para acabar convirtiéndose él mismo en un nuevo y vigorizante código a seguir.
Claro que en su debe hay que anotar su extraordinaria incapacidad para navegar a favor del viento, y en ese sentido sus discutidas —aunque legítimas— opciones personales sobre la política, la ecología, la mujer, el divorcio o la huelga, de una incorrección política a la altura de personaje tan sincero, tozudo y hortera, tampoco han ayudado precisamente a la justicia de su rescate intelectual. Poco importa, prescindible pecata minuta ante una figura decisiva y categórica de la música europea de las últimas cuatro décadas.
MEMORIAS DE ADRIANO
Hijo de emigrantes sureños que se habían mudado a la populosa Milán en busca de sustento en los años 30. Adriano Celentano nace en 1938 (6 de enero, Milán) en la calle Cristóforo Gluck que él mismo haría famosa usándola como reclamo mítico para definir las aspiraciones y límites de un chaval de barrio, y cuenta la leyenda que en cuanto dejó la escuela el joven Adriano se hizo aprendiz de relojero, profesión que abandonaría cuando con su grupo I Rock Boys comienza a frecuentar los primeros festivales de rock’n’roll que se celebran en el Palacio de Ghiaccio de Milán en 1957, en donde rápidamente deslumbra con el seminal “Ciao te diré”, uno de esos rotundos números de rock’n’roll de inequívocas hechuras americanas pero de claras fragancias mediterráneas que van a ser santo y seña de su discografía en estos primeros años.
Ficha con Saar-Music y un año más tarde lo hace con Jolly y su carrera parece ya imparable. Su primer número uno nacional llega en el 59 con el frenético “Il tuo bacio é como un rock”, y es en esos primeros años (59-61) cuando su asombrosa facilidad para el rock, con Elvis y Little Richard como principales influencias, crea un repertorio fascinante: “Il rebelde”, “Teddy girl”, “Basta”, “Impasivo per te”, “Pitágoras”… que no sólo es la tarjeta de presentación en Italia del ritmo que está cambiando la música popular en el planeta, sino que, se me antoja, como la verdadera piedra de toque influencial del nacimiento del rock’n’roll español con Bruno Lomas y Los Milos a la cabeza.
Su explosión definitiva llega en el Festival de San Remo del 61 y el efecto es demoledor. Adriano Celentano canta “24.000 baci” (besos, y apaches como creía mi madre) ante un público temeroso y sorprendido al que le ha costado Dios y ayuda, dos años antes, asimilar la ruptura de alguien —hoy— tan clásico como Domenico Modugno, y aunque no gana —queda en el segundo puesto— y recibe acusaciones de invitación a la violencia, el furioso tema desborda en ventas, más de un millón de copias de la época, y lo lanza como un icono del rock en toda Europa. Curiosamente, marca de la casa, nada más arrasar en San Remo, Adriano Celentano, que es de esa rara especie imposible de codificar, sorprende a todo el mundo con algunos de los más felices midtempos de su incipiente carrera: “Nata per me”, “Si è spento il sole” o “Nessuno crederá”. ¿Qué piensa Adriano?
Un año después, aún sorprende más cuando rechazando suculentas ofertas de multinacionales, va y decide crear su propio sello discográfico, Clan. Un hecho insólito en esos años en los que apenas Sinatra y Phil Spector se habían atrevido a tanto al otro lado del Atlántico, que define el carácter del músico contra todo y contra todos. Y así construye Clan, coloca como fijos a los compositores y productores Micky del Prete y Luciano Beretta, forma un grupo de acompañamiento fijo, I Ribelli, que usan todos los artistas del sello y que incluso graba en solitario, y ficha a músicos afines al clan en el sentido más familiar del término: antiguos amigos de infancia como Don Backy o Ricky Bianco, Milena Cantu o su futura esposa Claudia Mori, y aquello comienza a adquirir verdadero rango.
Una interpretación volcánica del tema de Bacharach “Stai lontana da me” (versión del clásico “Tower of strenght”, de Gene McDaniels”) abrió el desfile de referencias exitosas que preludian su megahit del 63 “Pregheró”, esa formidable toma a mitad de camino entre la exigencia y la súplica. Todo un alarde de instinto vocal en clave distinta a la de su creador original, Ben E. King y su “Stand by me”, que ha quedado establecido como uno de los tú a tú entre canción e intérprete más precisos de su carrera.
VIENTOS DE CAMBIO
Aunque los nuevos aires de actitud y música de mitad de los 60 ya se habían filtrado en temas propios como “Ciao ragazzi” o “Sabato triste”, no es hasta “Il ragazzo de la Via Gluck” (1966) cuando se abre un punto y aparte en su trayectoria, a pesar de que sólo la música le pertenezca. Como a muchos artistas de su generación que han comenzado con el rock de los 50, Celentano entiende que no dispone de opciones válidas para inmiscuirse por derecho en la nueva escena del beat, la psicodelia y la contestación social que lo impregnan todo, y en ese sentido “Il ragazzo…” es modélica. En un acto sencillo —pero sublime— de inspiración y madurez, Adriano encuentra el camino por el que transitar: un leve comentario social sobre el crecimiento de las ciudades, el barrio y sus habitantes, envuelto en una música profunda y turbadora de tonos folk que huele a la misma tierra de la que habla el texto.
Y ahí está quizá la clave de su personalidad musical, porque con Celentano los materiales de partida tienen una importancia relativa cuando éstos se someten a su voz conmovedora, capaz de pasar de la exaltación al recogimiento con pasmosa naturalidad. Es en esos años felices, la segunda mitad de los 60, cuando con sus propias composiciones o de la mano de sus compositores asociados (Beretta, Del Prete y, en menor medida, Paolo Conte) se configura la línea que lo ha venido definiendo hasta ahora mismo. Una voluntad de cierto contenido social de difusos ribetes anclada en esa añeja tradición italiana de tintes filocatólicos que van desde el Neorrealismo hasta la Democracia Cristiana, un cristrianismo combativo ligeramente anarcoide que salpica esas pequeñas gemas como “Canzone”, “La storia di Serafino”, “Mondo in Mi 7ª”, “Storia d’amore”… Obviamente, en ese punto, nada ha hecho Celentano que lo precise con más exactitud que “Azzurro”:
“Cerco l’estate tutto l’anno
e all’improvviso eccola qua.
Lei è partita per le spiagge
e sono solo quassù in città:
sento fischiare sopra i tetti
un aeroplano che se ne va.
Azzurro,
il pomeriggio é azzurro
é lungo per me.
Mi accorgo
di non avere più risorse
senza di te,
e allora
io quasi quasi prendo il treno
e vengo, vengo da te
ma il treno dei desideri
nei miei pensieri all’incontrario va.”
Más allá de su primer significado frontal, es “Azzurro” un monumento a la naturalidad, a la sencillez y a la amabilidad. Bajo ese aire de marcha desenfrenada se van sucediendo la imágenes, a cuál más sugerente, sin que ninguna de éstas tengan por sí mismas el significado final que la conjunción música-voz consiguen:
“Busco el verano todo el año
y de improviso aquí lo tengo.
ella ha partido hacia la playa
y casi estoy solo en la ciudad.
Siento silbar sobre el tejado
un aeroplano que se va.
Azul,
la tarde es azul y larga para mí
noto que no tengo recuerdos sin ti
y ahora, yo casi cojo el tren
y voy, voy ahí,
pero el tren del deseo
en mis pensamientos,
al contrario va.”
Es “Azzurro” también un emblema que explica cómo el cantante puede implicarse con sus raíces musicales más allá de las palabras, aunque éstas hayan sido escritas con mayúsculas por el mismísimo Paolo Conte. Los 70 comienzan para el milanés de la forma habitual. Socio de la polémica en su cuarta participación en San Remo gana con “Chi non lavora non fa l’amore” (1970), y el escándalo explota esta vez entre los sindicatos, al considerar éstos que la canción ponía trabas al derecho de huelga. Tampoco las feministas ayudan al cantante cuando le acusan de utilización sexista de la mujer como medio de presión social, sin que, por otra parte, nadie parezca caer en la cuenta de que lo realmente preocupante es la vulgarización de la canción. Si embargo, la situación no tarda en cambiar porque rápidamente Celentano retoma el timón de sus propias composiciones con atinadas descripciones del entorno social como “Un albero di trente piani” (1972), “La ballata di Pinocchio” (1973), “Yuppi Du” (1975) o esa gloriosa barbaridad entre el rap y un exceso desbordante de euforia, puritita cháchara alcohólica que es “Prisen (còlinensináinúsol)” (1974). Y que los espectadores de la RAI —uno mismo, sin ir más lejos— tuvieron el placer de verlo cantar apenas hace unos meses en directo junto a Manu Chao y ese esforzado alumno pamplonica que atiende por Tonino Carotone. Un set y una canción absolutamente modernos.
Y es que en ésas siempre estábamos. Adriano actuaba y largaba, con esa verborrea a ratos divertida, a ratos incoherente, a ratos, aún peor, con discutible coherencia, como cuando años antes hizo coincidir la publicación del canto a la pareja “La coppia piu bella del mondo” (1968) —con música de Paolo Conte, por cierto— con una discusión gubernamental sobre la ley del divorcio, con el consiguiente e inevitable descrédito. Pero luego llegaban los discos y las canciones, y ahí mismo empezaba el momento justo de la verdad, olvidabas cualquier apriorismo y la generosidad de su voz lo inundaba todo. El cantante expresaba más con un giro vocal, con ese permanente fruncir de ceño, que cualquier desafortunado comentario que hubiera podido hacer anteriormente. ¿Qué siente Adriano?
IMAGEN DE MARCA
Los 70 avanzan con un Adriano Celentano que se sabe perfectamente la lección. Ha llovido tanto que nuestro protagonista puede vender estilo y a ello se aplica con una desinhibición sorprendente. En ese punto de años algo huecos, el álbum Disco dance (1977) es probablemente el mejor de la década, cuyo juego consiste en retomar viejas clásicas y darles un sorprendente y vitalista aire actual. Quizá el momento de Adriano en esos años no daba para más, aunque sí suficiente para sus alborozados seguidores que comprobaron cómo en este disco, mucho más que en ningún otro, aparecía el lado más macarra del artista. Su fructífero encuentro con Toto Cutugno en 1979 con el álbum Soli, retoma de nuevo la senda del clasicismo con esos medios tiempos elegantes y profundamente enraizados que lo devuelven a lo más alto de la apreciación popular: los temas “Soli”, “Se non è amore” y la excepcional “Il tempo se ne va” lo lanzan a una espectacular gira europea que lo lleva desde el norte al sur (Suecia, Austria, Holanda, Alemania…). No viene a España. La nueva polémica en esta temporada gira en torno al tema “Deus” (1981), castiza versión italiana del clásico “Banana boat”, con letra del propio Celentano y en la que nuestro héroe interroga personalmente al Mismísimo (¿?). Se me olvidaba que también en el 78 se las tuvo con el tema “Svalutation” y sus opiniones sobre la crisis de la energía y el petróleo. Adriano y sus polémicas.
Como a la mayoría de clásicos, los años 80 no le sentaron especialmente bien. Había dos peligros a la vista en esta década tan exuberante, y en ambos se zambulló con todas las consecuencias. Sus álbumes se hacen eco tristemente de esos discutibles-arreglos-pop-aunque-no-venga-a-cuento que copan las producciones de medio mundo, y el resultado de discos como Atmósfera (1983) o Joan Lui (1985) se resiente. El segundo riesgo al que Celentano no se resiste es a continuar a vueltas con la polémica, pero sucede que le ha dado ya tantas vueltas de tuerca, que la próxima le va a resultar difícil. Lo logra, se hace predicador televisivo. En 1987 la RAI lo contrata con el show Fantástico, un novedoso formato televisivo en el que nuestro protagonista larga de lo lindo entre canción y canción, sin que parezca importarle demasiado la línea de separación entre lo divino y lo humano. Aquello se convierte en un extraño fenómeno mediático que poco a poco se le va de las manos a la cadena gubernamental, llegando incluso la noche en la que el propio Celentano pide a su numerosísima audiencia que apague el televisor y… las encuestas del día siguiente muestran que le han hecho caso. La guinda llega cuando en una de las emisiones Adriano se lanza en picado en contra del aborto, precisamente en días de debate parlamentario cuando está absolutamente prohibido referirse a ello en medios públicos. Casi va a prisión. Adriano, ¿che fai tu?
Bueno, ya está bien. Conviene olvidar ya, rápidamente, esta faceta de Celentano por varios motivos. El primero es que durante los 90 apenas le han salpicado los escándalos, a pesar de volver esporádicamente a la televisión con el mismo —aunque suavizado— programa. El segundo, porque esa seudo valoración mediática del personaje polémico no ayuda en nada, antes al contrario, diluye y vulgariza su recuperación intelectual. Y el tercero, y éste hay que subrayarlo muy especialmente, tomen nota, porque Celentano ha hecho algunos de sus mejores trabajos en estos últimos años: Il re degli ignoranti (1991), Quel punto (1994), Arrivando gli uomini (1996), Mina Celentano (1998) y Io non so parlar d’amore (1999), un puñado memorable de discos de madurez. Tan maduros como su cara, otro auténtico poema, ojeroso, ceñudo y ausente, y al tiempo, delicado y profundo, galán y rufián, ese tipo de cara. Mirada y voz que te lleva inexorablemente a la auténtica cultura ancestral de la tierra y de la sangre. Adriano, ése singular lujo italiano. Brindaré por él con vino y la dosis justa de melancolía.
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SEIS COSAS SUELTAS SOBRE ADRIANO
• Poco dado a cantar en idiomas extranjeros, Adriano ha cantado en español las siete siguientes canciones: “Rezaré” (1963), “Ámame, bésame”, (1963), “Te han visto con otro” (1963), “Torre poderosa” (1963), “Sábado triste” (1963), “Dos amantes enemigos” (1970, con Claudia Mori) y “No sucederá más” (1982), en la última como acompañante invitado en el disco de su esposa Claudia.
• Adriano Celentano ha participado cinco veces en el festival de San Remo. Quedó en el segundo puesto en el 61 defendiendo “24.000 baci”; eliminado en la primera fase en el 66 con “Il ragazzo della Via Gluck”; tercero en 1968 con “Canzone”; primero en el 70 con “Chi non lavora, non fa l’amore”; y finalista en el 71 con “Soto le lentezuela”.
• Ha rodado casi tantas películas como discos, aunque éstas se encuentren cualitativamente en los antípodas de su música. A pesar de eso han constituido un filón comercial, un verdadero fenómeno popular, que sin duda ha influido rebajando su condición de artista de culto. Montones de filmes ligeros y apresurados, muchos de ellos con la bellísima Ornella Mutti, y con excepciones como Serafino, de Pietro Germi, o La otra mitad del cielo, de Franco Rossi. Y, sobre todo, ese proyecto abordado con Pier Paolo Passolini para rodar la historia de “Il ragazzo della Via Gluck”.
• No se sabe bien qué vientos soplaban, pero cuando Celentano vino a España en 1970 para hacer televisión, se negó a hacer playback, entonces la práctica habitual, y logró cantar en directo “Il ragazzo…” y “Pregheró”.
• Curiosa canción el “High time we went”, de C. Stainton y Joe Cocker, y éxito en la voz de este último. Si en la costa española mediterránea se la conocía como “Se me alsa el piuet” (“se me levanta el pijillo”), de claras referencias eróticas, en Italia, nuestro protagonista le cambió la letra y bajo el título de “L’atigiano” la usó para atacar el sistema fiscal italiano. Un tema maleable como pocos.
• Terminamos con las incorrecciones de Adriano Celentano. Parece ser que se nos han quedado dos escándalos en el tintero. Vamos a por ellos: en 1965 la armó con el tema “Chi era lui” (Paolo Conte, por cierto) en donde se adentró por primera vez en dudas religiosas. Y en el 68 (¿era mayo, quizá?) no se le ocurre otra cosa que despotricar contra el beat y los nuevos ritmos con temas como “Tre passi avanti” y “Torno sui miei passi”. Adriano. Simplemente.
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DISCOGRAFÍA SELECCIONADA QUE HAY QUE TENER
Cinco años de rock y amore/57-61
Ramalama, 1998.
El huevo de la serpiente. A la explosión del mito. Un doble recopilatorio que contiene sus grabaciones para los sellos Saar y Jolly desde el 57 al 61. Un periodo que encierra probablemente los momentos más frenéticos que ningún rockero europeo (continental o no) haya grabado jamás. “24.000 baci”, “Impasivo per te”, “Pitágoras”… Docenas de ellos, y sin olvidar baladas y midtempos imperecederos como “Nata per me” o “Nessuno crederá” y un puñado de gemas más que han sido imprescindibles en la génesis del pop y el rock que se han hecho en el Mediterráneo desde entonces hasta hoy. Un periodo seminal.
Non mi dir
Clan, 1965
Su primer LP en el sello Clan. También salió únicamente bajo el nombre de Adriano Celentano y con portada distinta, presentando al mito en su vertiente más rhythm & blues con esas baladas souleras que lo entronizaron en toda Europa: “Stai lontana da me”, “Pregheró”, “Sabato triste” (tema propio pero con Ray Charles siempre al fondo), “Ciao ragazzi”, “Il problema più importante” (versión del “If you gotta make a fool of somebody”, de Timi Yuro) o el tango “Grazie, prego, scusi” que retomaría más tarde el mismísimo Dean Martin. Colosal.
Il ragazzo della via Gluck
Clan, 1966
El disco del cambio que anuncia su prodigioso hit homónimo. El LP que contiene su primer escándalo discográfico (impacto de “24.000 baci” en San Remo aparte) con “Sono un simpático” antes de que volviera a regrabarlo retirando la introducción hablada que se consideró blasfema. Y además “La festa”, “Ringo”, el tema que da título al disco y que conoció la humillación de ni siquiera clasificarse para la fase final de San Remo 1966, y finalmente, esa vacilada azzurra de “Il mio amico James Bond”.
Una carezza in un pugno
Clan, 1968
Es el álbum de “Azzurro”, esa pieza sobrenatural cuyo título viene estampado en la portada del disco y de por vida en la cara de su intérprete. Este excepcional disco recoge el fichaje de Paolo Conte por su sello, Clan, y el debut reviste inmediata polémica con “La coppia più bella del mondo” y maravilla a todos con “Azzurro”. Para la ocasión Celentano cambia de grupo acompañante, pasando de I Ribelli (que inician carrera en solitario, a I Ragazzi della Via Gluck). Se hace acompañar por su mujer, Claudia Mori, en algunos temas bajo el seudónimo de Lei, rehace el “Buona sera, signorina” y se da un baño de multitudes futbolísticas en “Eravamo in 100.000”, dedicado al —parecer— glorioso derby Milán-Inter de ese año.
¿Quién da más?
Disco dance
Clan, 1977
Además de ser su, probablemente, mejor disco de los 70 —si dejamos fuera el estupendo Il male del socolo (1971), aún impregnado del look sixties— este Disco dance es indudablemente su álbum más macarra. Con arreglos y producción de Natale Massara, Celentano se zambulle en alguno de sus más venerados clásicos: “Azzurro”, “Nata per me”, “Pregheró”, “Mondo in Mi 7”… con lustrosas y funkies lecturas entre Isaac Hayes y Barry White de resultados singularmente vibrantes y divertidos, entre los que destaca sobremanera un lascivo “Ma che freddo stasera”, y otro increíble tour de force con el clásico “Don’t play that song” (parece que le tenía tomada la medida a Ben E. King). Y como glorioso colofón fin de fiesta, una versión tango del “A woman in love” que Brando susurraba a Jean Simmonds en la Cuba precastrista del film de Mankiewick Guys & dolls. Sensacional.
Arrivano gli uomini
Clan, 1996
En su década de plenitud, sin duda, el disco que resume su excepcional punto de ajuste actual. Esa perfecta ecuación en que coinciden la inspiración más o menos casual de las buenas canciones (aquí de sobra), su progresiva consagración a profundizar en sus raíces musicales (por momentos esto huele a fragancias de Lombardía) y un momento vocal íntegramente en sazón y maduro, sencillamente genial. Con esa innata sabiduría popular porque, no lo duden, aunque hortera, Adriano es un ilustrado.
Io non so parlar d’amore
Clan, 1999
¿Cómo es posible? Su admirable último disco, por ahora, tiene todavía tal cantidad de buena música que permite esperar un Celentano aún óptimo en el próximo milenio. Con la ayuda y composiciones de Giani Bella, ahí tenemos esas exquisiteces de “L’arcobaleno”, “Le peche d’inverno”, “Il sospetto” o “Mi domando…”, y un Celentano con la despensa llena, poderoso, barroco y volcánico, que se me antoja inagotable. Grazie prego.
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DISCOGRAFÍA COMPLETA
01. Adriano Celentano con Giulio Líbano e la sua orchestra. Jolly1959.
02. Furore. Jolly. 1960.
03. Pippermint twist. Jolly, 1962.
04. A New Orleans. Jolly, 1964.
05. Adriano Celentano/Non mi dir. 1965.
06. Il ragazzo della Via Gluck. 1966.
07. La festa. 1966.
08. Una carezza in un pugno. 1968.
09. Le robe che ha detto Adriano. 1969.
10. Er piú. 1970.
11. Il male del secolo. 1971.
12. Prisencolinensinainciusol. 1974.
13. Yuppi Dú. 1975.
14. Disco dance. 1977.
15. Tecadisk. 1977.
16. Geppo il folle. 1978.
17. Ti auro. 1978.
18. Soli. 1979.
19. Un po artista un pó no. 1980.
20. Deus. 1981.
21. Atmósfera. 1983.
22. Joan Lui. 1985.
23. La publica ottusitá. 1987.
24. Il forestiero. 1990.
25. Il re degli ignoranti. 1991.
26. Uh… uh… 1992.
27. Quel punto. 1994.
28. Arrivano gli uomini. 1996.
29. A la corte del remix. 1996.
30. Me live! 1997.
31. Mina Celentano. 1998.
32. Io non so parlar d’amore. 1999.
33. Esco di rado e parlo ancora meno. 2000.
34. Per sempre. 2002.
35. C’è sempre un motivo. 2004.
36. C’è sempre un motivo + L’Indiano. 2005
(A partir del 5 todos en el sello Clan.)
Adriano Celentano dispone de un buen puñado de recopilatorios: Super best, Adriano rock, Gli anni sesanta, Il miei amecicani vol. I y II… Pero no conviene conformarse con tan poco. Pide más.