A la industria musical le pone suicidarse

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COMBUSTIONES

«El vinilo se ha estancado en unas cifras similares a las del cedé»


Los presagios y las malas decisiones de la industria auguran un futuro fatal (y muy cercano) para el vinilo; muy similar a la historia y la decadencia a la que asistió el cedé hace años. Hoy, Julio Valdeón, a propósito del estudio de Ted Gioia sobre las cifras del mercado en Estados Unidos, ahonda en ello.

 

Una sección de JULIO VALDEÓN.

 

¿Es posible partirse el cráneo dos veces con la misma piedra? En el mundo de la música, sí. No dos, sino media docena. Con todos ustedes, un negocio especializado en conspirar contra sí mismo. Semejante a un jugador de póker que ayuda con guiños a sus rivales o a un náufrago encantado de apartarse el chaleco salvavidas de un manotazo. Tras la crisis de la piratería y la debacle del cedé, en buena medida autogenerada, llega la (segunda) destrucción del vinilo… al tiempo que prosigue el asolamiento del cedé.

Lean el último artículo de Ted Gioia: en Estados Unidos la venta de vinilos ha pasado de un crecimiento del 95% en 2021, a un miserable 4% en 2022. Una catástrofe que sería incluso más devastadora si Taylor Swift, a la que voy a empezar a escuchar así sea por agradecimiento de adicto al formato físico, no llega a publicar Midnights.

Para asumir la magnitud de la torpeza, la inveterada facilidad de la industria para volarse los sesos, el calibre de su codicia y el nulo interés por el futuro, piensen en su renuencia a invertir en plantas de prensado, de lo que se deriva el estrangulamiento inevitable de la oferta. Añadan unos precios obscenos, ¡hasta cuarenta euros por un disco!, cuando, para colmo, en numerosas ocasiones el coste del producto es ínfimo, al tratarse de obras concebidas y grabadas, pagadas y amortizadas, hace décadas. Sumen el nulo interés por invertir en avances tecnológicos y, finalmente, el que a una década del inicio del boom del vinilo siguen sin reeditarse muchísimos títulos, con el catálogo volcado a la reedición de las obras más evidentes. ¿Resultado? Pues que el vinilo se ha estancado en unas cifras similares a las del cedé.

Esto de Gioia: «La industria de la música tomó su segmento de más rápido crecimiento y lo mató a través de la codicia y la pereza. Si hubieran seguido el libro de jugadas estándar, podrían haber recuperado el vinilo como una opción de mercado masivo. Podrían haber convencido fácilmente a cuarenta o cincuenta millones de consumidores para comprar una docena de álbumes de vinilo al año, creando un mercado total más de diez veces mayor que el actual. En ese tipo de mundo, los músicos se beneficiarían. Las tiendas de discos prosperarían. La lealtad de los fanáticos aumentaría. Y los sellos discográficos tendrían más dinero para sí mismos y una forma legítima de ganar dinero que no dependiera de los tecnócratas de Silicon Valley y unas plataformas hostiles». Por supuesto, no hicieron nada ni remotamente parecido.

Y yo, que tanto he defendido a las disqueras, convencido de que serán unos hijos de puta, pero son nuestros hijos de puta, de que más vale una discográfica mezquina que un cuatrero al frente de una plataforma de streaming, la verdad, he apurado ya hasta el fondo el catálogo de decepciones y las reservas de insultos.

Anterior entrega de Combustiones: Los Beach Boys se despiden de ustedes.

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