Libros: «31 noches», de Ignacio Escolar

Autor:

«Un debut de raza, una historia ya estructurada en firme –ocupa tajantemente un mes de agosto– que se mueve con soltura y logra atraer al lector poco a poco, sin descanso»

Ignacio Escolar
«31 noches»
SANTILLANA

 

 

Texto: CÉSAR PRIETO.
 

Quien haya asistido a la trayectoria profesional de Ignacio Escolar en estos últimos diez años es imposible que se sorprenda de su recién creada labor de novelista, tanto más si una versión reducida de esta que presentamos ya había aparecido en el diario «Publico» en forma de entregas veraniegas. Componente de grupos musicales asombrosos en su momento, fundador de la primera lista de correo sobre pop y de un blog de referencia en la actualidad política, director de diario y flamígero analista social en televisión y radio, si algo no se le puede reprochar es la falta de agilidad, la inquietud por abrir todas las ventanas de la comunicación.

Y esta inquietud la ha traspasado a la literatura puesto que «31 noches» es una novela inquieta. El periodista metido a literato suele tener la frase corta y el ritmo fuerte, ha adquirido un tono necesario en su oficio y lo traspasa a la ficción. Es este estilo el que encauza la historia de esa noche madrileña canalla, ya no desde la bohemia sino desde la estrategia por el poder. Violentos, casi satánicos, personajes sin nombre –son los colombianos, los mexicanos– actúan en la sombra para abrir puertas a sus ríos de cocaína y arrastran la vida de los tres pobres protagonistas. Discotecas en las que lo que se mueve por debajo infundiría temor al más arrojado de la noche, bares de alterne, descampados que sirven de cementerio, comisarías en las que nada es real.

Los personajes son tópicos, el policía corrupto que tiene cogidos todos los hilos, el portero del Este que pierde su prepotencia en la discoteca cuando las cosas giran mal, y el periodista que no debería estar ahí y que se excusa con unos reportajes sobre la noche urbana y sus peligros, la degradación de cierta manera de buscar noticias que lleva con éxito Antonio Salas, por ejemplo. Es la víctima propicia, aletargado por muestras de amistad que le crean una difuminada seguridad, no es más que un juguete bien guardado en su envoltorio para cuando haya que entretener a los niños. Ronda con ellos el texto aire de reportaje, de «novela-verité», y no es un demérito, que ello da a la lectura ligereza y dinamismo.

Sin embargo el lector avisado puede recrearse en una estructura sintáctica oculta que bebe del mundo de los cuentos infantiles. Sí señores, Escolar seguramente no lo ha percibido porque si lo hubiera hecho habría reforzado este aspecto y la novela crecería en tensión, que es en parte de lo que carece. Aparece todo, el protagonista expulsado de su hogar, la madrastra –Velasco– cuyo tono de amabilidad esconde oscuras intenciones, los peligros y las sospechas de la noche –el bosque fantástico–, la habitación cerrada, secreta y terrible, el tema del doble, la princesa lograda y finalmente perdida… este esquema, bien limado, nos enfrentaría a una novela levemente mejorada, en la que el horror sería a la vez palpable y simbólico. En todo caso es un debut de raza, una historia ya estructurada en firme –ocupa tajantemente un mes de agosto– que se mueve con soltura y logra atraer al lector poco a poco, sin descanso.

Anterior entrega de libros: “Canciones. Del corazón a los labios”, de Ángel Petisme.

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