Elvis Costello: El músico enciclopédico e inagotable

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“Se están perpetrando cosas despreciables en nuestro nombre de las que nadie está siendo responsable, y nadie está pagando por esos actos”

Elvis Costello se ha unido al grupo de hip hop The Roots para dar forma a «Wise up ghosts & other songs», un disco sorprendente que supone otro más en la trayectoria de este creador inagotable y de conocimientos musicales enciclopédicos. Carlos Pérez de Ziriza ha charlado con él.

 

 

Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.

 

 

«Wise up ghosts & other songs» (Universal) es el resultado de una relación especialmente fructífera, por muy discordante que pudiera parecer en un principio: la del siempre inagotable Elvis Costello junto a la histórica banda de hip hop The Roots. Producido por Steven Mandel (habitual del grupo de Filadelfia) y compuesto entre Questlove (su alma mater) y Costello, lo que deparan sus doce canciones es fruto del encuentro (gestado hace cuatro años en el programa televisivo de Jimmy Fallon, en EE.UU.) entre dos enormes talentos que, alejados geográfica y estilísticamente, están sin embargo unidos por su desafío a las limitaciones sonoras de cualquier clase. Y cuando esas premisas se dan, es difícil que el resultado no cuaje. El álbum comenzó a gestarse casi por casualidad, a partir de la reelaboración de material añejo que el propio Costello quería llevar a cabo desde una perspectiva imbuida de negritud. Y el resultado no es solo un intrigante reflejo sonoro de un mundo azotado por las artimañas al servicio de la violencia de Estado, por la amenaza de las armas químicas y por las revueltas ciudadanas (porque algunos de esos temas tienen reflejo en sus letras): es también lo más excitante que se ha publicado con la firma del compositor británico en mucho tiempo. Un exuberante alegato sonoro que podríamos cifrar entre el hip hop mutante, el funk satinado y el neo soul espurio, tan inquietante como seductor. El propio Declan McManus nos lo explica desde Nueva York, con todo lujo de detalle, al otro lado del teléfono.

En el texto promocional del álbum, Questlove define vuestra relación como un “amor a primera vista”. ¿Fue realmente así?
Sí, se puede decir que fue así, aunque el proceso fue un poco más largo. Tras pasar por allí para ser entrevistado, en el «Late night with Jimmy Fallon», donde ellos tocaban como banda cada noche, empecé a hacer cosas para ellos. La idea inicial era hacer alguna canción de mi catálogo propio que adoptase su perspectiva como banda de directo. Había un arreglo en ‘High fidelity’ [de «Get happy», 1980], de hecho, en el que yo no había pensado en treinta años, y encajó tan bien lo que ellos hicieron que me encantó. La llevaron a su terreno. Durante los siguientes dos años tuve la oportunidad de volver allí para presentar las canciones de «National ransom» [2010], o cuando el propio Springsteen sacó su disco, porque me invitaron a participar en una semana en la que solo se interpretaban canciones de Bruce. Tocamos ‘Brilliant disguise’ pero de una forma muy poco convencional, como una banda que podría salir de 1955, así que creo que todo nos condujo a esto. Eso y que los dos necesitábamos hacer este disco. Y comenzarlo por piezas ya compuestas anteriormente, como el ejercicio de revisitar ‘Pills and soap’ [de «Punch the clock», 1983]. Quería llevarme esa letra aparte, a otro sitio, y hacer un collage con diferentes piezas de mi catálogo. Y hacer algo que tuviera sentido para los tiempos que vivimos. Muy rápidamente pasamos de eso a crear nuevas canciones.

Por lo que cuentas, deduzco que ‘Stick out your tongue’ (que introduce fraseos de ‘Pills & soap’) fue la primera en gestarse…
Fue la primera en ser compuesta de esta forma. En lugar de ser tocada con el piano, fue parcialmente tocada con el piano eléctrico y con una sección de viento. Hay una parte del estribillo que proviene de ‘“National ransom’, y hay una estrofa que está extraída de ‘Pills and soap’. También hay algo de ‘Hurry down doomsday (The bugs are takin’ over)’ [de «Mighty like a rose», de 1991]. Hay veces que retomas tus ideas en un contexto diferente, y lo que yo he hecho aquí es interpretar esas letras en un contexto distinto. Si estás muy obsesionado con los originales, te será muy difícil escuchar la nueva estructura. Pero no soy tan arrogante como para pensar que todo el mundo ha escuchado ‘Hurry down doomsday’ o ‘National ransom”’. ‘Pills and soap’ es algo más conocida, pero francamente, podrías coger su letra y nadie sabría de qué estás hablando. Me sentía emocionalmente fuerte para exponer este punto de vista, marcado por esas tres estrofas combinadas con esta música, creada ex profeso para enmarcarlas. Solo hay cuatro canciones en el disco que compartan este método, el resto nacen de ensayos juntos, de la respuesta que me inspiraban los samples y sonidos que Steve [Mandel, el productor] creaba. Hay veces en que simplemente cogía la guitarra acústica y pensaba: “hey, así es como va a ir la canción”. Unos golpes de batería y algo de wah wah en las guitarras, pero construyendo sobre ellos. ‘Cinco minutos con vos’, por ejemplo, empieza con solo un beat y lo primero que se oye es una melodía de viento que yo escribí, y que ellos tocaron extraordinariamente, y luego entra la maravillosa línea vocal de Marisoul [vocalista del grupo angelino La Santa Cecilia], en español “argentino”. Me interesa particularmente centrarme en esta canción, porque cuenta la historia personal de una chica esperando en Montevideo a que su padre, perseguido por la dictadura argentina, llegue hasta allí. Desafortunadamente, él nunca consigue llegar, porque es lanzado desde un avión al mar por los militares. Francamente, no sé cómo puede vivirse una experiencia así, pero sí sé que hoy en día hay gente que está siendo interrogada, supuestamente por nuestra seguridad, y se están perpetrando cosas despreciables en nuestro nombre de las que nadie está siendo responsable, y nadie está pagando por esos actos. Puede que la gente en Argentina encuentre extraño que cuente ahora esta pequeña historia, treinta años después, pese a ser hechos que están plenamente documentados y probados, pero lo cierto es que no puedo separar este trabajo con de The Roots de otras cosas que han ocurrido últimamente en mi vida: recientemente fue el treinta aniversario de ‘Shipbuilding’ [de 1983, incluida en «Punch the clock»], compuesta como respuesta a la guerra de las Malvinas, y sobre la que mucha gente aún me pregunta. Y yo quería hacer esto precisamente ahora, que no es una canción panfletaria, tan solo una pequeña historia sobre una tragedia familiar desde el otro punto de vista, el de la nación derrotada (y no la invasora), unos años antes. Pero todos tenemos un problema desde el momento en el que sabemos que hoy en día todavía se hacen esta clase de cosas en nuestro nombre, supuestamente en nuestra defensa.

 

«Si me preguntas cuál va a ser mi siguiente paso, estoy tan ocupado con esto que no puedo ver el futuro, de verdad. Si algo me ha enseñado la experiencia es que no puedes tener miedo de lo impredecible»

 

La exuberancia formal del álbum, plena de suntuosos arreglos de cuerda, recuerda mucho a los grandes álbumes de Curtis Mayfield e Isaac Hayes durante la primera mitad de los setenta. ¿Lo ves así?
Si alguien utiliza las palabras “Curtis” y “Mayfield” en la misma frase que mi propio nombre, no puedo más que ser humilde y tomármelo como un cumplido. Es uno de los grandes maestros. Y no es un descubrimiento para mí. Conozco el catálogo de The Impressions posiblemente mejor que ningún otro. Y nunca diré las suficientes veces la gran influencia que él ha supuesto en mi forma de escribir, desde el principio de mi carrera. O sus discos de madurez. Aunque cuando combinas a un batería como Questlove con esas brillantes orquestaciones, no puedes pensar solamente en una única influencia. Hay muchas cosas que, afortunadamente, suscitan esa combinación. Y una de ellas es Curtis Mayfield. Yo no puedo cantar como él, por supuesto, porque su voz era celestial, como la de Smokey Robinson, parecía que sus voces venían directamente del cielo. Pero canto a mi manera, aunque tome prestadas algunas cosas para hacer música, al igual que puedo decir que Questlove es un estupendo arreglista y orquestador por derecho propio. Si la gente lo ve como una aproximación a Curtis Mayfield, lo veo como un cumplido.

Especialmente a partir de los años noventa, has grabado infinidad de álbumes con figuras teóricamente alejadas de lo que podríamos entender como territorio pop o rock. Con The Brodsky Quartet, con Burt Bacharach, con Anne Sophie Von Otter, con Allen Toussaint y ahora con una banda de hip hop como The Roots. Por no hablar de los frecuentes devaneos estilísticos de tus propios álbumes, junto a The Atractions o más tarde a quienes conocemos como The Imposters. ¿Hay aún algún territorio inexplorado al que te gustaría aproximarte?
Bueno, si miras mi catálogo con detenimiento, te puedo decir que una de las primeras cosas que grabé fue mi versión de ‘My funny Valentine’ [el estándar de jazz de 1937], ya en 1978. En el 77 grabé ‘I just don’t know what to do with myself’, de Burt Bacharach. La música de Allen Toussaint es fundamental para entender el rock and roll, como música de Nueva Orleans que es, y en mi primer disco la banda que me acompañaba era una banda de country. Así que la única cosa que hacía que la gente me viera como alguien adscrito a la new wave o el punk era que me veían como un chico inglés con bandas americanas, cuyo sonido quizá yo endurecía un poco, pero… yo ya tenía una pedal steel mucho antes de grabar «Almost blue» (1981). Siempre me he sentido un poco tonto cuando la gente ensalza tanto esos cambios de estilo. Y respecto a este disco, no es algo inédito para mí el trabajar con un beat box, o ensamblar arreglos de la forma en que lo he hecho, que es muy similar a lo que hice ya en «Spike» (1989). El resultado aquí es que el groove es diferente. Ahora bien, si lo que me preguntas es cuál va a ser mi siguiente paso, estoy tan ocupado con esto que no puedo ver el futuro, de verdad. Si algo me ha enseñado la experiencia es que no puedes tener miedo de lo impredecible. Puede haber magia, o una aventura al girar la esquina. Pero no todo lo que haces en colaboración está pensado para tener una apreciación larga y universal, o para ser tocado en directo en las mejores condiciones. Hay veces que das algunos de tus mejores shows en sitios que tan solo visitas una noche, por ejemplo. Uno de los mejores directos que hice fue en una fábrica de armas abandonada de Alemania, con acompañamiento de trompeta y violín reinterpretando temas de toda mi carrera. Y no hay grabación de esa noche. Ocurrió así y fue precioso.

En todo caso, supongo que aún te sientes cómodo tocando tus temas más populares en el formato en el que fueron concebidos, como en tu reciente gira hispana del pasado julio. El concierto de San Sebastián, de hecho, se pudo ver unos días más tarde por nuestra televisión pública…
Sí, los últimos tres años han sido una experiencia fantástica para The Imposters, desgranando el contenido de «The returning of the spectacular spinning songbook» (2011), un gran vodevil que nos ha puesto en contacto de nuevo con canciones que teníamos arrinconadas. Hemos llegado a acumular más de ciento cincuenta al final de la gira, este verano. También conseguimos darle un tratamiento interesante a las canciones de «National ransom», que yo creo que no habían llegado tanto a la gente como deberían, para que se convirtieran en parte destacada de los conciertos, como pasó en Barcelona o Madrid. El de San Sebastián para mí no fue tan disfrutable, ya que estábamos en un sitio con acceso gratis, en la misma playa, y es un ambiente diferente. Muy diferente a cuando toqué allí en la plaza de la Trinidad, hace tres años. En esta ocasión hubo problemas técnicos durante el primer tercio del show. Al final la cosa funcionó, pero para serte honesto no fue el concierto del que más satisfecho estoy. Barcelona y Madrid tuvieron un ambiente excepcional. Cuando vimos que teníamos tres fechas en España… bueno, o una en España, otra en Cataluña y otra en el País Vasco… [risas], teníamos miedo de que no hubiera nadie, porque cada día vemos en las noticias lo mal que la gente lo está pasando por motivos económicos, y aunque la afluencia de público en Barcelona y Madrid era menor que otros años, todo el mundo fue increíblemente entusiasta y agradecido. No me sentí en absoluto defraudado. Pero he de decirte que también lo pasamos muy bien tocando en un festival como Glastonbury, ante ochenta mil personas; aunque, obviamente, fue más gente a ver a los Rolling Stones que a nosotros. No tenemos miedo a los grandes escenarios, nos sentimos igual de cómodos ante dos mil que ante ochenta mil personas. Podemos tocar en el Círculo Artico o en Montecarlo, y The Imposters siempre están dispuestos al desafío. Y por eso tampoco hay razón por la que no podamos tocar algunas de las canciones de «Wise up ghost», porque The Roots tienen la agenda demasiado ocupada ahora con su rol como banda del «Tonight show», que tendrá más audiencia aún que el anterior programa de Jimmy Fallon [el equipo de Jimmy Fallon se desplaza próximamente Nueva York, para reemplazar a Jay Leno en su histórico show]. El lunes próximo, sin ir más lejos, tocamos en una bolera de Brooklyn [se refiere al Brooklyn Bowl], y tenemos más citas. Siempre que la gente quiera, claro.

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