Dale Boca, por Sergio Makaroff

Autor:

Dale Boca, por Sergio Makaroff

Texto: SERGIO MAKAROFF.
Ilustración: MANEL GIMENO.

 

Amigas y amigos, tengo un problema: me encanta el cine pero no puedo ir.

¿Motivo? Las películas. No encuentro casi ninguna que me guste. Nueve de cada diez veces salgo mosqueado, desilusionado, insatisfecho.

¿Soy yo o son ellas? “That’s the question, brothers and sisters”.

Por supuesto que huyo de las grandes producciones norteamericanas como de la peste. Si te gusta el cine como rama del arte no hace falta explicarlo, ¿verdad?

Es obvio que busco los films ingleses de bajo presupuesto, las obras alejadas de los criterios comerciales de los grandes estudios, la onda Sundance.

Aun así, con ese macro filtro por delante, por cada Little Miss Sunshine me topo con nueve engendros que me dan ganas de salir corriendo. ¡Y muchas veces lo hago!

Mi tiempo vale como mínimo igual que el del director y el resto del equipo, o sea que no pienso quedarme absorto y en silencio en una sala oscura (en la que una docena de mamonas mastica “fucking” palomitas) si no es por algo que realmente valga la pena.

Lo que falla habitualmente es lo más importante: el guión. Los actores suelen ser buenos, la fotografía mola un “puñao”, el ritmo, la música… todo suele estar bien salvo la historia que están contando, que hace agua por los cuatro costados.

Veamos un caso emblemático: Almodóvar. Sus películas son estupendas en todo menos en el guión, que consiste indefectiblemente en un folletín truculento de cuarta categoría. ¿Cuántas monjas transexuales que tuvieron un hijo guardia civil travesti que se operó y el cirujano guardó el pene para implantárselo a su novia prostituta que a su vez era la hermana de la monja sin saberlo podemos soportar? ¡Qué universo tan sofocante, por Dios!

Enfoquemos la cámara con precisión de cirujano, que a las pruebas me remito.

Hable con ella: un siquiatra tiene un paciente, enfermero de profesión, que se cuela en su casa para espiar a su hija (por si había alguna duda de que era un tipo que necesitaba asistencia siquiátrica). Bien: la hija del siquiatra queda en coma y… ¿a quién contrata su padre para cuidarla? ¡Al enfermero enfermizo y “voyeur”! ¡Venga ya, hombre! Por supuesto que con esa absurda licencia lo demás viene rodado: el loquito deja embarazada a Leonor Watling y allá vamos con uno de los ejes del guión.

¡Por favor, Pedro! ¿No te podías esforzar un poco más? La coherencia de la historia salta por los aires, hecha añicos. Pues bien: ¡ganadora de un Oscar al mejor guión original!

Flipando por un tubo.

Si yo viviera en un mundo donde no hubiera más oferta cultural que las sobrevaloradísimas películas de Almodóvar, me resignaría e iría a disfrutar de todo lo bueno que tienen, que no es poco. La acción fluye, los actores son geniales, la ambientación es increíble, la música es perfecta… Pero si me cuentan una historia sólo pido que tenga pies y cabeza.

O sea que me quedo en casa y veo un documental sobre la vida de las hormigas.

 

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