Cine: “Una nueva amiga”, de François Ozon

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 “Una tragicomedia manierista y elegante a la vez que sombría, en la que mezcla lo perverso y lo erótico con el thriller psicológico para subvertir irónicamente los valores más rancios de la sociedad contemporánea”

 

“Una nueva amiga (“Une nouvelle amie”)
François Ozon, 2014

 

 

Texto: ELISA HERNÁNDEZ.

 

 

La mejor manera de presentar la nueva película de François Ozon es exactamente esa: “Una nueva amiga” es la nueva película de François Ozon. Una vez más, el director francés pretende reírse de la hipocresía y doble moral burguesa y emborronar la frontera entre la repulsión y el deseo, llevando a los personajes y las tramas que los entrecruzan al sinsentido. Y lo hace con una tragicomedia manierista y elegante a la vez que sombría, en la que mezcla lo perverso y lo erótico con el thriller psicológico para subvertir irónicamente los valores más rancios de la sociedad contemporánea. Todo ello acompañado de la delicadeza compositiva y la ligereza y colorismo que ya llevó al extremo en películas como “8 mujeres” (2002) y un claroscuro y tono de suspense hitchcockniana similar al que domina en “En la casa” (2012).

La joven Claire (Anaïs Demoustier) descubre que el marido de su recientemente fallecida mejor amiga, David (Romain Duris), ha retomado el hábito de vestirse de mujer tras haber enviudado. La magnitud de la sorpresa de la protagonista solo es comparable a la intriga que este descubrimiento le genera, despertando una curiosidad voraz que violentará sus creencias. A medida que avanza el filme y la relación entre Claire y David (Virginia en su alter ego) se va volviendo más compleja y creciendo en matices, las posibles categorizaciones como “heterosexualidad”, “homosexualidad” o “travestismo” terminan por resultar chirriantes e inútiles. Incluso el muy perspicaz final “feliz” caricaturiza el cine hollywoodiense más tradicional (a nivel formal, claro), insistiendo en lo artificial de las convenciones sociales que rigen nuestras vidas y su retroalimentación con las producciones culturales.

El concepto de género (tanto fílmico como sexual) se presenta aquí como conjunto de características establecidas a posteriori que en realidad limitan y constriñen aquello que se pretende definir. Combinando el melodrama más clásico, el thriller psicológico y la comedia liviana sin caer en la parodia o la farsa (pero rozándola continuamente), Ozon vuelve a mostrar una imagen redentora del deseo, tal y como lo liberaba Deleuze, un deseo que no es una falta freudiana nunca satisfecha, sino que es dinámico, indefinible y mutable, crece, construye y se (auto)produce. La propia película, como otras obras de su director, juega a la ambigüedad, la pluralidad y la multiplicidad para fluir de manera continua y con ello huir de las clasificaciones y ordenaciones, recordándonos que éstas, muchas veces, no sirven para nada.

Anterior crítica de cine: “La canción del mar”, de Tomm Moore

 

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