Balkan Trafik 2013: Intensa provocación sonora

Autor:

 

«Goran gusta por igual a niños y abuelos, a yuppies y a hipsters, a frikis y a cools, a horteras y a refinados… Da igual por dónde tire»

César Campoy, un año más viajó a Bruselas par aasistir al Balkan Trafik, el festival de música balcánica que en esta edición contaba con Fanfare Ciocărlia y Goran Bregović como platos principales.

 

 

Texto: CÉSAR CAMPOY.

 

 

¿De qué son capaces (y no es un chiste) cuatro sintetizadores, una mini batería, un saxofón y tres voces, todos ellos provenientes de Turquía, Macedonia, Albania o Bulgaria, en un escenario de dos metros cuadrados? Como imaginarán, de cualquier cosa menos de montar un banco malo. Gülabi Kubat & Corba Band se llama tamaño huracán sonoro despiporrante, y ellos fueron unos de los encargados de dar rienda suelta al desmelene total que caracterizó buena parte de la séptima edición del Balkan Trafik, desarrollado, entre los días 17 y 21 de abril (el grueso musical, el 19 y el 20) en el Palacio de Bellas Artes de Bruselas (el bello Bozar).

Sintetizadores para iniciar la tarde de aquel 19, y sintetizadores para cerrar la noche (casi madrugada). Un tanto desconcertado, debido a ciertos problemas técnicos, Amza Tairov, el rey del Korg Triton y su machacón y hortera pitch, taladró los oídos de la ansiosa concurrencia, en feroz duelo con la Orkestar Braka Kadrievi Seven, y entre aquellos de la tarde, y estos de la noche, acabaron por sentenciar una evidencia, que Korg es la marca más popular de buena parte de los Balcanes, tras el Volkswagen Golf.

Ese olor. El olor a fritanga sigue siendo el más contundente de los anfitriones que sigue dándote la bienvenida al festival. Choca que un edificio tan señorial como el Bozar rezume, durante más de dos días, ese aroma tan poco fino a burek, albóndigas a la griega, ćevapčićis, dulces orientales… Y sigue chocando que una instalación de estas características se ponga al servicio de la juerga total, los chatos de vino macedonio, el frenesí bailongo de un público que, a ciertas horas, se ha dejado llevar tanto por la tentación etílica, que apenas puede contenerse ante tamaña provocación sonora. Este año llegó, además de por lo ya apuntado, a través de la pasión por los ritmos judíos del Este de Europa de Klezmic Zirkus y la simpar clarinetista Aurélie Charneux; el efectismo de unos Mafiasko Taxi liderados por una sobreactuada vocalista que osa atreverse con demasiados géneros; de la banda de vientos Barka Brass Band (siempre es una ventaja apoyarse en los ganadores del festival de trompetas de Guča); de unos Jericho que, como era de prever, pusieron todo su potencial roquero al servicio de la reivindicación nacionalista albanokosovar y la mala leche (ese «Fuck off, Europe»); de unos mágicos Imam Baildi que han sabido fusionar los sonidos tradicionales griegos con una puesta en escena donde la remezcla, las bases programadas, el hip hop o los instrumentos eléctricos (ese contundente y roquero inicio que olía a vibrante ska) conviven a la perfección con maneras folclóricas y una voz femenina que hizo que oliéramos a (exquisita) verbena del siglo XXI… y llegó, faltaría más, a través una de las presencias más esperadas del festival.

Para disfrutar con Fanfare Ciocărlia, sobre todo a esas horas de la noche, no es necesario ser un sibarita de los sonidos balcánicos. Ni tan siquiera saber que son una de las más afamadas orquestas de su género. El carnet te lo dan, simplemente, con haber visto esas pelis tan famosas de Kusturica, justo antes de que discutiera con su otrora fiel Goran Bregović y adoptara el nombre serbio de Nemanja. Si te suena ‘Nicoleta’ (vale, puedes llamarla ‘Mesečina’), estás admitido. Si conoces ‘Ciocărlia si Suite’ (de acuerdo, dile ‘Kalasnjikov’) ya puedes desvariar. Incluso, como sucedió el año pasado con Band of Gypsies, asaltar el escenario e incordiar un poco a los músicos. Lo de Fanfare Ciocărlia fue una concesión continua. Desde el primer segundo, hasta que se despidieron con su descacharrante versión del tema de James Bond. Buen momento, si la fanfarria te supera, para desintoxicarte en los más íntimos espacios, Rembetiko Kafe y Balkan Notes, donde Vinylio y Fanouris Trikilis & His Rembetiko Dancers, te transportaban inmediatamente a la más reconfortante de las playas griegas, o Guta Family daban buena cuenta de su dilatada experiencia como virtuosa formación rumana tradicional (violín, acordeón, contrabajo…).

Capítulo aparte merece (se veía venir), el espectáculo ideado por Goran Bregović, que llegaba hasta Bruselas para presentar su «Champagne for Gypsies», envuelto en una expectación tal, que quien quisiera asistir a su concierto debía abonar un extra. La organización intentaba así, tanto beneficiarse del tirón del bosnio, como evitar peligrosas masificaciones. De hecho, las entradas para acceder al inmenso auditorio Henry LeBoeuf se agotaron pocos días antes. Y es que Goran gusta por igual a niños y abuelos, a yuppies y a hipsters, a frikis y a cools, a horteras y a refinados… Da igual por dónde tire. El público tiene tantas ganas de darle a las palmas, contornearse y parecerse a aquellos zíngaros de las pelis tan raras que llegan del Sureste de Europa, que sería capaz de brincar delirante si el bueno de Goran decidiera realizar una adaptación de ‘El cant dels ocells’ con tempo lento moderato, interpretado en sánscrito. Bregović es una marca registrada, con un poder de absorción de estilos y sonidos, y posterior reconversión en pieza digerible, pero (hasta cierto punto) exótica, tan inimaginable, que sería capaz de convertir la más dramática de las composiciones de Leonard Cohen en un hit eurovisivo.

Es uno de los artistas más criticados y envidiados de la región, pero todavía no ha nacido nadie que haya demostrado tener su facilidad para hacer tan suyo lo ajeno, y brindarlo con un estilo tan característico como resultón. En Balkan Trafik se presentó, tan solo, con seis músicos, dos voces femeninas y su ordenador repleto de ritmos. Poco más necesitó para meterse en el bolsillo a un público entregado desde hacía horas, nada exigente y muy necesitado, que, extasiado, lo aplaudía todo. Tuviera ritmo frenético, o no. De hecho, pese a que las entradas eran numeradas, y las butacas muy cómodas, la ley y el orden duraron, incluso antes de que saltara al escenario el propio Bregović, y como diría aquel, cero coma.

Aquí, como ocurrió con Fanfare Ciocărlia, tampoco era necesario saber que este recién grabado ‘Be That Man’ está inspirado en aquel ‘Ako ima Boga’ de sus Bijelo Dugme de 1988; que ese cadencioso tema que suena tan folk no es otra cosa que una adaptación del rockero ‘Na zadnjem sjedistu moga auta’ de aquella banda que lideró, y que ese tema tiene más de treinta años. Porque Goran es un alquimista de la asimilación: folk, tango, rumba, fanfarria, rock, twist… todo es asimilable, y todo es reutilizable. Por eso sigue tirando de una ‘Ćiribiribela’ (claro, remozada) que acaba de cumplir un cuarto de siglo. Y por eso, tras casi dos horas de efervescente espectáculo, decidió encarar la recta final con el emotivo ‘Ederlezi’ de la banda sonora de «El tiempo de los gitanos» (¿o deberíamos definirla como aquel ‘Đurđevdan’ de Bijelo Dugme? ¿o su original típico de la cultura romaní?), y cerrar con la sentida ‘In the Deathcar’ a la que, hace ya 20 años, puso voz Iggy Pop para la banda sonora de «Arizona Dream». A partir de aquí, un bis que alargó el concierto hasta, prácticamente las dos horas y media, sirvió para que Bregović y los suyos remataran la faena con el ‘Cajesukarije-Čoček’ de «Underground» (similar al ‘Čaje Šukarije’ que grabó Esma Redžepova a principios de los 60) y el ‘Bella Ciao’ (de su último trabajo), una revisión de aquel mítico canto partisano italiano. ¿La mejor manera de rematar la faena? Efectivamente, con un ‘Kalasnjikov’ que ya han hecho suyo la mayoría de bandas de vientos del universo.

 

 

[En la foto, Taksim Trio.]

 

Pero Balkan Trafik también es mucho (o, al menos, algo) más que frenesí (aunque su importancia siga creciendo, debido a su grado de aceptación) para la masa. Es, también, y sobre todo, el asombroso espectáculo ofrecido por Taksim Trio. Reconforta ver la buena entrada del gran Henry LeBoeuf para asistir a la destreza interpretativa de Hüsnü Şenlendirici, Aytaç Doğan y, sobre todo, İsmail Tunçbilek, un virtuoso de la bağlama (una especie de laud), que aborda con un desparpajo sobrenatural. İsmail es uno de los protagonistas del documental «RomanIstanbul» (Özgür Akgül), sobre el devenir musical y social de los gitanos que habitan en la capital turca, que se exhibió (no sin algún problema) en el mismo festival. Resulta que este mago de los dedos se largó del cuartel al poco tiempo de ser llamado a filas, huyó a Egipto, y vivió unos cuantos meses en medio del desierto, reflexionando sobre lo divino y lo humano. De allí volvió convertido en un mago de un instrumento que no es más que un apéndice de su cuerpo.

También sentidas fueron las diversas acometidas sonoras del acordeonista búlgaro Martin Lubenov y el saxofonista rumano Nicolas Simion, aunque tal vez el espacio Balkan Notes no fuera el ideal para que el respetable pudiera asimilar la idiosincrasia de sus filosofías interpretativas. O las de Aka Balkan Moon, tal vez demasiado obsesionados con un virtuosismo que, si no es contenido, abruma, aunque entre tus filas cuentes con un viejo conocido del festival, el peculiar y grandioso violinista Tcha Limberger, que volvió a mutar en ubicuo, al acompañar, también, a los húngaro-rumanos Kalotaszeg Trio. No obstante, en este apartado de interpretaciones sentidas y audiencias selectas, tal vez unos de los más solventes en su ejecución y frescura fueron los Sevdah Takht de Damir Imamović, que, pese a lo arriesgado de parte de su propuesta (importancia supina de la sección rítmica, intensos ambientes), desgranaron buena parte de su último trabajo discográfico, además de algunas (pocas) dignísimas adaptaciones de clásicos de la música tradicional bosnia, tan sólo como el cordial y sensible Damir es capaz de idear.

En definitiva, teniendo en cuenta que tan cerca del Bozar se encuentra el epicentro del poder continental, no estaría de más que comisiones europeas, Merkels, Hollandes, Barrosos y compañía tuvieran su buena dosis de Balkan Trafik antes de negociar y aprobar presupuestos y seguir jugando con nuestro futuro. Otro gallo nos cantaría.

Artículos relacionados