Wild card: Dos príncipes destronados

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«La movida como tal nació y murió muy rápido. El concepto que tenemos de movida los que realmente no la vivimos en su epicentro es puramente nostálgico e historicista»

 

Bernardo Bonezzi y Fernando Márquez «El Zurdo» son, para Darío Vico, los dos príncipes destronados de la movida, autores de sendas canciones míticas que no fueron éxito cuando se editaron. Las biografías de ambos guardan algunas similitudes más.

 

 

Una sección de DARÍO VICO.

 

 

Uno de los muchos misterios que rodean la carrera de Bernardo Bonezzi es la consideración actual de ‘Groenlandia’ como uno de los temas míticos de la movida y más aún, como uno de sus grandes éxitos, algo similar a lo que ocurre con el ‘Para ti’ de Paraíso. Picado por la curiosidad decidí consultar las listas de ventas y difusión de los años en que se editaron, que aunque no estaban confeccionadas por Afyve, eran bastante fiables (a muchos les sorprenderá saber que las principales fuentes de aquella época son las revistas «El Gran Musical» y… «Lecturas», pero las cosas en esta España nuestra son así. Pero recalco, en cierta manera son tanto o más fiables de lo que realmente se escuchaba que las actuales).

Bien, pues vamos al lío; el indicio de que hay un cambio podía ser la respuesta aquí recibida por el fenómeno punk; los Pistols colaron su ‘God save the queen’ en nuestro top 20 a finales del 77, en dura pugna con temas como el ‘Bellísimo’ de Gonzalo, con aquel estribillo tan impactante “soy bellísimo… a la mierda mi cuerpo” –luego curiosamente censurado, mientras Rotten y compañía pasaban el corte radiofónico sin problemas– que hizo temblar las paredes vaginales de Desi y Bea y la hombría de Pancho en su aparición estelar en “Verano azul”. Ya en el 78, con el epé de Kaka de Luxe en la calle sin que, sinceramente, se enteraran muchos más que los enterados, Ramoncín rozaría el Top 20 con su ‘Rock and roll duduá’ (aunque las canciones que quedarían prendidas en la memoria colectiva fueron ‘El rey del pollo frito’ y ‘Marica de terciopelo’, más por la de coñas a las que daba pie su título que por su verdadera difusión) que se puede considerar el primer éxito si no de la pre-movida, si de una nueva-ola-a-la-española. Ramoncín, por ejemplo, se pegaba en las listas en aquellos momentos nada menos que con una coral vasca cantando a pleno pulmón el ‘Eusko gudariak’ editado por Movieplay, la compañía que alimentó el rock andaluz con el dinero generado por los Payasos de la Tele (aún la tele del franquismo que contraprogramaba a las manifestaciones del 1 de mayo con documentales sobre “Los cien mejores goles de la selección»)… ¿Pero es que es concebible algo más surrealista y retorcidamente punk que la España de la transición?

Llegamos al 79 y lo siento, pero en las listas no hay ni rastro del ‘Para ti’ de Paraíso, un tema que yo, como preadolescente, no recuerdo escuchar hasta casi un par de años después; aquel año las cosas vuelven a su cauce y el fenómeno internacional es el disco, no el punk; Patrick Hernandez, los reciclados para la causa pistera Bee Gees, New Trolls, La Bionda y Rod Stewart, Anita Ward, Village People (de quienes puedo jurar que casi nadie sospechaban que eran gays, ¡pero cómo va a ser gay un policía o un vaquero! Nuestros padres nos habrían dejado jugar con nuestras figuritas Comansi)… Tequila, que graban en el mismo sello de Paraíso, Zafiro (de hecho Antonio Zancajo, el guitarrista del grupo y posteriormente de La Mode, llegó a trabajar con ellos como… chófer eventual) son el único signo de que algo está pasando al otro lado de los setentas.

Y llegamos a 1980, el año en el que oficialmente se lanza la movida, aún «niu babe» en la vengativa acepción de Ramoncín, por la industria discográfica española. Y sí, la RCA española edita el primer elepé de los Zombies, “Extraños juegos” y su single correspondiente, ‘Groenlandia’, pero los ejecutivos y promocioneros de la calle O’Donnell (creo recordar que allí estaban sus oficinas) están demasiado ocupados con Joe Bataan, Rocío Jurado, Adriano Pappalardo, Paolo Salvatore, Joan Baptista Humet, Jairo y Dioni (no Daniel, que ese es otro) Velázquez, como para ocuparse del Niño Bonezzi, al que le queda el consuelo de que si su disco no tiene apenas repercusión, otra estrella de la compañía a quien trata de emular, David Bowie, apenas ve subir en las listas españolas su “Ashes to ashes”…

Yo no recuerdo escuchar masivamente tampoco por aquel entonces ‘Groenlandia’, y por el contrario sí recuerdo ‘Enamorado de la moda juvenil’ y ‘Horror en el hipermercado’, que rozaron el top 20 aquel 1980. Y por supuesto el ‘Ya soy un hombre’ de Sissi, que llegó exactamente al 21 y al que podemos considerar el primer éxito de la movida, al menos el primer tema concebido para triunfar como tal y conseguirlo.

En mi humilde opinión, lo que pasó fue lo siguiente; la movida como tal nació y murió muy rápido. El concepto que tenemos de movida los que realmente no la vivimos en su epicentro es puramente nostálgico e historicista, aunque bien es cierto que la movida auténtica de las Jons es historia muy poco después y empieza a generar nostalgia… en 1981. A esas alturas, Pegamoides tienen ya más pasado que futuro (como banda, porque curiosamente Hispavox rentabilizará sus estertores con ‘Bailando’ donde ciñéndonos a lo que decíamos antes sobre 1979 y la permeabilidad de las influencias foráneas, de lo que tiran Berlanga y Canut para su primer, genuino y único gran éxito es, por mucha estética alter punk que gasten, de sus influencias disco, con el ‘Cuba’ de los Gibson Brothers como tótem creativo; eso sí, se pueden jactar de que sacaron su lado disco antes que los mismísimos Clash), Secretos, Loquillo y Radio Futura viven su travesía en el desierto, Mamá y Zombies han desaparecido y Moncho Alpuente vuelve a ser progre, mientras que la gran esperanza del nuevo pop español son ya Mecano.

En 1981, los primeros singles de la movida ya se empiezan a considerar piezas de coleccionista. A lo largo de aquel año yo recorrería Madrid buscando una copia del ‘Para ti’ e intercambio con una novia efímera a la que no volveré a ver mi copia del “Música moderna” (que nunca regresará, como mi ex, a mis manos) por la suya del “Extraños juegos”, más que nada porque me fascina la pinta de la chica de la portada; en principio, creo que salgo perdiendo, pero luego, escuchando el disco a fondo reconozco que me gusta bastante. En un saldo encuentro el segundo de los Zombies, “La muralla china”, una copia promocional, para más señas, que algún plumilla que seguramente hace unos días habrá vertido lágrimas de cocodrilo por el genio de Bonezzi vendió por veinte durillos de la época.

‘Para ti’ y ‘Groenlandia’ son ya, sí, temas clásicos pero únicamente para los oyentes de Onda 2 y los compradores de revistas como «Rock de Lux» y los primeros fanzines, algunos de los cuales pronto tendrán ventas más que respetables y sobre todo una influencia en una generación mucho mayor de la que hoy tienen los blogs más difundidos; aquellos fanzineros escribían para una oligarquía futura que, como ellos mismos, acabaron tomando los medios y las discográficas por asalto y difundiendo una versión de la movida y de lo que sucedió (musicalmente) en los primeros 80 que en realidad es un poco «Matrix».

Cuando muchos de ellos empiezan a escribir sobre o editar y promocionar discos, ya en la segunda mitad de los 80 y para un público más amplio (ganado para la causa posmoderna, no lo olvidemos, primero por Duncan Dhu, Hombres G y Dinamita Pa los Pollos antes que por Gabinete, Radio Futura y Dinarama), es cuando se empieza a rumiar la catalogación de ‘Para ti’ o ‘Groenlandia’ como el éxito y la canción generacional que nunca fueron. No es ajeno a eso que la concentración discográfica y la fusión de etiquetas desplazan estas y otras canciones a catálogos que adquieren los sellos originales para los que se grabaron, con lo que, desde que se empiezan a compilar volúmenes nostálgicos, los responsables de currárselos empiezan a meterlas a saco en los recopilatorios. Cosa curiosa, los elepés de Zombies nunca se reeditarán (salvo hasta mucho más tarde, en cedé y en ínfimas condiciones) lo que te hace preguntarte por el alcance y demanda real de sus canciones. De Paraíso, hubo una reedición en El Fantasma del Paraíso, subsello «independiente» de la Compañía Fonográfica Española, a su vez propiedad de la casi extinta Zafiro, y luego se lanzó un epé con algunas maquetas en Nuevos Medios. El único intento «serio» de rescatar el «himno» zurdiano fue una versión bastante discutible producida a principios de siglo por Joe Borsani para Lollipop, creo recordar.

Como coda quería reseñar sendas entrevistas que hice a Bonezzi y El Zurdo algunos años ha.

En 2004 y aún para la versión en papel de EFE EME me encontré con Bernardo en su ático de la Torre de Madrid, con un frente acristalado que daba a la Gran Vía a unas veintitantas alturas sobre el suelo y creo que alguna más sobre la realidad. El segundo piso del ático no cubría totalmente el que ocupaba el salón y el resto de las dependencias de la casa, y era como una especie de gran balcón interior que utilizaba como estudio y lugar de trabajo, y en el que destacaba un piano, que según mi imaginación, quiero recordar blanco, por no convertirlo ya directamente en el de Liberace. Recuerdo, eso sí es seguro, que tenía enmarcada una partitura (original) de Led Zeppelin, aunque no exactamente cuál. He visto luego la casa en varias revistas de decoración, y aunque reflejaban la impresión que causaba, no lo hace con todas las sensaciones que te producía estar allí con su habitante más ilustre e ilustrado.

Recuerdo que le pregunté si la casa era propiedad suya y me dijo que no, que era alquilada. Teniendo en cuenta cómo estaba el mercado inmobiliario hace casi una década, no me quiero ni imaginar el precio que debía de pagar todos los meses, aunque por otra parte, Bonezzi recibía, supongo, rentas copiosas de la SGAE por sus bandas sonoras.

Bernardo gozaba de mucha mejor memoria que otros músicos de la época, aunque le costaba hablar, no sé muy bien por qué, era complicado entenderle y tras más de dos horas de conversación, y tras haber satisfecho gran parte de mi curiosidad, estaba agotado y le dije que me tenía que marchar. ¿Por qué, me preguntó, incrédulo? Tanto que le respondí que, bueno… entre otras cosas, no tenía cinta para la grabadora…

–Oh, ahora mismo te bajan a comprar más al Vips.

Nos acompañaba un chico alto, guapo, elegante y educadísimo que acató la orden inmediatamente. En cuanto se cerró la puerta me vinieron a la cabeza las primeras imágenes de “El crepúsculo de los dioses” y empecé a entender que realmente nunca comprendería qué le sucedió a Bernardo para convertirse, antes de llegar a los 20, en el Norma Desmond de la movida. Cómo quemó la etapa Zombies y luego su asociación con Almodóvar, cómo se estrelló con Didi St. Louis como mascarón de proa, porqué dejó de grabar canciones durante veinte años y cómo, al final, ha pasado como compositor de un himno cuando lo más parecido a uno que podemos silbar es el estribillo de una serie que es lo anti-HBO por excelencia. Y todo con un talento que, en algún momento, supongo que gastó en algo tan efímero como es vivir.

He de reconocer que Bernardo, que apenas me llevaba unos años, me fascinó en su formación y ahora, cuando si dios quiere sobreviviré lo que él ha vivido, me ha fascinado en su largo adiós. Y he de decir que, aunque no estoy de acuerdo en la dimensión mitológica que se le da a ‘Groenlandia’, para mí una de sus canciones más flojas, sigo escuchando con verdadero asombro aquel segundo y olvidadísimo disco de Zombies, “La muralla china”.

Con Fernando Márquez me encontré un par de años después, para otra larga entrevista que prologaría una reedición de sus libros en una pequeña editorial en la que yo trabajaba y que nunca llegó a producirse. Fernando, que es el Fredo Corleone de esta historia, vivía en un discreto piso en Chamberí, rodeado de sus cosas, que en su caso son cosas que significan mucho. He de decir que fue un encuentro agradable, aunque no fructificara (por mi culpa, supongo). Aunque una vez más Fernando me contó y aclaró muchas incógnitas, he de decir que una vez más las grandes dudas sobre cómo sucedieron las cosas quedaron sin resolver en mi cabeza. Hay cosas inexplicables, y luego está la fortuna, imperatrix mundi…

“Oh fortuna, al igual que la luna, tú cambias constantemente, siempre creciendo y decreciendo, vida detestable, que ahora oprime, y luego restablece, la agudeza de la mente, la miseria, el poder… como la nieve los disuelve”.

Fernando, al contrario que Bernardo, creo que ha perdido mucho tiempo buscando y derrochando un talento para vivir que tenía de sobra para escribir canciones. ¿Podría haber sido un nuevo Manuel Alejandro? Posiblemente, si hubiera escrito para secretarias y no para estetas. Pero quién soy yo para hablar de la vida de nadie, por otra parte.

Fue Bernardo como aquel Sebastián, rey de Portugal perdido en África y que nunca se fue, que algún día volverá para cumplir su promesa de grandeza. Y Fernando, ciñéndonos a sus viejas ideas románticas, podría catalogarse como un Manuel Hedilla de la movida, condenado al ostracismo por enfrentarse a la realidad desde su sueño.

Dos príncipes destronados del pop español a los que sincera y humildemente homenajeo con este pequeño artículo, que tratando de devolver algunas cosas a la realidad, ha acabado en lo casi puramente onírico. Oh, así son las cosas en «Wild card» una semana más.

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