“Violética”, de Nacho Vegas

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DISCOS

“De la soledad de corazones refugiados entre las grietas de montañas nevadas y el deshielo que provoca la unión en la lucha de cada latido, de ahí llega ‘Violética’”

 

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Nacho Vegas
“Violética”
MARXOPHONE

 

Texto: DAVID PÉREZ MARÍN.

 

“Y ahora dime cuales son las palabras mágicas, / las que nombran al amor, a la muerte, a la revolución, / las que vienen de un lugar al fondo de la imaginación…”

De la soledad de corazones refugiados entre las grietas de montañas nevadas y el deshielo que provoca la unión en la lucha de cada latido, de ahí llega “Violética”, el octavo largo de Nacho Vegas. Firma su obra más coral y heterogénea hasta la fecha, mirando de nuevo a la realidad a los ojos, “resituándose” del lado de los silenciados y dándole voz al dolor. Un compromiso siempre latente en su obra, pero que reflotó con más fuerza desde el estallido en 2009 de “Cómo hacer crac”, hasta llegar a su anterior elepé de 2014 “Resituación”, sin olvidar las cinco “Canciones populistas” de 2015 y el libro de poemas y relatos del pasado año, “Reanudación de las hostilidades”.

Palpitante verdad en dieciocho nuevas canciones empapadas de intimidad y costumbrismo, en las que la música popular se filtra por cada surco y tiende puentes de luz entre lo privado, lo colectivo y lo social. En este álbum doble (triple en su edición en vinilo), primero desde el hipnótico y adictivo “Cajas de música difíciles de parar” de 2004, Vegas vuelve a demostrar que es el contador de historias a batir, y se vacía con tanta generosidad que, sin perder un ápice de actualidad, encontramos cierto regusto a “antología actualizada de su cancionero”. De forma parecida se refería al disco Abraham Boba, componente importante en el sonido de su banda, junto al resto de León Benavente (Edu Baos, Luis Rodríguez y César Verdú), acompañados por Joseba Irazoki, Manu Molina y el Coru Antifascista Al Altu La Lleva en ocho canciones.

Este es su trabajo más colaborativo y femenino, gracias a la luminosidad que desprende la voz de María Rodes, en esas “nuevas formas de respirar” de ‘Soy árbol’ y en ‘Todo o nada’. Un deambular amargo de personajes de Mike Leigh, suyos y nuestros, que nos hicieron un nudo en la garganta, hace ya años, en la oscuridad del Teatro Lara, donde disfrutamos por primera vez de la maravillosa y también rescatada ‘Los sabios idiotas’. Feminidad que resplandece en el omnipresente espíritu de Violeta Parra, cegándonos muy fuerte en la versión de ‘Maldigo del alto cielo’, en el que las cuerdas vocales de Vegas se funden con las de Christina Rosenvinge, bajo una tormenta eléctrica. Cerrando los dúos con Cristina Martínez (El Columpio Asesino) en la pimpinela-punk ‘La última atrocidad’, narrando como nadie una ruptura venenosa jamás cantada.

Folclore y vanguardia de la mano, resistencia que no olvida el presente ni el pasado, fraguando en cada pista una futura revolución. De los ecos de Einstürzende Neubauten que descongelan ‘El corazón helado’, poema de los hermanos Caxigal, Aurelio y Manuel, dos de los maquis más famosos de la posguerra, al heroísmo femenino astur de ‘Aída’ de la Fuente. De la crónica desnuda y concreta de dos muertes con nombre propio, Samba Martine en el centro de Aluche y Mohamed Bouderbala en la cárcel de Archidona, denuncia directa que subraya que “mientras haya un CIE abierto habrá un gobierno criminal”, a la irónica y aparente amabilidad “sentada en goma 2” de ‘Tengo algo que decirle’, que haría replantearse las cosas a más de un delegado de gobierno.

En cada fraseo sentimos un tiritar, angustia y sufrimiento individual que termina desbordándose y abarcándolo todo. Como el “deshielo que llega de forma brutal” en la imparable belleza esperanzadora de ‘Desborde’, que retoma el invencible “Nos quieren en soledad, nos tendrán en común” de ‘Runrún’, o en la sobrecogedora dulzura escalofriante de ‘A ver la ballena’, final en el que quedamos varados y casi sin respiración. “Violética” no es solo “un refugio bajo el mar”, que se perfila ya como uno de los mejores lanzamientos del año, sino una marea que no cesa, imprescindible y necesaria, en la que su autor vuelve a buscar y encuentra ‘las palabras mágicas’.

“Una vez sobrevino un desastre y la gente se aterrorizó, / pero un coro entonó una canción y en el cielo plomizo una grieta se abrió… / Y así fue como entró la luz y supimos que vivíamos, / y el desastre continúo, pero entonces ya bailábamos”.

Anterior crítica de discos: “Book of Nora”, de Bluestain.

 

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