“The rider”, de Chloé Zhao

Autor:

CINE

 

“La gran magia de ‘The rider’ es convertir una narrativa marcada por su especificidad en una película emocionante, conmovedora, cercana y extraordinaria”

 

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“The rider”
Chloé Zhao, 2018

 

Texto: ELISA HERNÁNDEZ.

 

A primera vista, la historia de un cowboy que se enfrenta a la posibilidad de no poder volver a montar a lomos de un caballo tras un accidente durante un rodeo no es un relato que apele a la empatía, al menos en contextos alejados de su origen geográfico y cultural. La gran magia de “The rider” es convertir una narrativa marcada por su especificidad en una película emocionante, conmovedora, cercana y extraordinaria que nos recuerda que tenemos mucho más en común que todo aquello que supuestamente nos divide.

Basada en el incidente sufrido en la vida real por su actor protagonista, Brady Jandreau, el filme presenta el vacío existencial que sufre el joven cowboy y entrenador de caballos tras la constatación de que su lesión cerebral le incapacita para la actividad a la que ha dedicado toda su vida. Interpretada por los propios miembros de la comunidad en que tiene lugar (una reserva en Dakota del Sur), “The rider” capta los paisajes y personajes en toda su poética belleza, una belleza que parece surgir de una cierta pureza, pero también de la crudeza que subyace a este esplendor. Las texturas son palpables y dominan los detalles sensoriales, la suavidad del pelo de un caballo, el humo, la hierba, el viento en el rostro al galopar. Sin llegar a perder el romanticismo y la idealización que ha marcado la representación cinematográfica del western como mito fundacional de los EEUU como nación, aquí su razón de ser queda cuestionada por la representación de la que es, en última instancia, la experiencia real de la frontera. Con una mirada extraña pero amable sobre lo mostrado en pantalla, Chloé Zhao construye un fascinante retrato de tierras baldías tan atractivas como áridas y de individuos aparentemente imperturbables cuya estoicidad y simpleza en realidad esconde multitudes.

El complejo viaje interior de Brady y su malestar, su sufrimiento, resultan universales y pertinentes a pesar de tener un origen tan concreto y específico, ofreciéndonos una reflexión sobre cómo definir la masculinidad ante la imposibilidad de realizar los gestos y acciones que la han construido hasta este momento, sobre cómo describir la propia identidad cuando el trabajo físico ya no es el principal recurso para la auto-construcción de uno mismo como parte de una comunidad sustentada sobre dicha corporalidad y materialidad. Su camino parece lleno de baches, pero también de esperanza. No la esperanza de que la tozudez, el esfuerzo y la insistencia sean la vía definitiva para continuar como hasta ahora, sino la esperanza de que, efectivamente, existe una alternativa.

 

 

 

Anterior crítica de cine: “Los Increíbles 2”, de Brad Bird.

 

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