“Sweetzerland manifesto”, de Joe Perry

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DISCOS

“Diez nuevas canciones que harán arder el invierno”

 

 

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JOE PERRY
“Sweetzerland manifesto”
ROMAN RECORDS

 

Texto: DAVID PÉREZ MARÍN.

 

Aún saboreamos la visita triunfal del pasado año de los chicos malos de Boston, esa que bajo el nombre de “Aero-Verdici Baby Tour” anunciaba la supuesta gira de despedida de Aerosmith. Mientras se despeja la incógnita y cruzamos los dedos para que fuera un farol, Joe Perry retoma su carrera en solitario rodeado de buenos amigos, ganando la partida con “Sweetzerland manifesto”, diez nuevas canciones que harán arder el invierno. Su octavo trabajo lejos de Steven Tyler, continuación del “Have guitar, will travel” de 2009 y del debut homónimo con “The Hollywood Vampires” (2015), junto a Alice Cooper y Johnny Depp.

Todo empieza con la enredadera de ritmos étnicos y tribales de ‘Rumble in the jungle’, que aunque se antoja una pieza inconexa dentro de este manifiesto de rock and roll, enciende a la perfección la mecha de la explosión que se avecina. Los riffs bluseros de ‘I’ll do happiness’ nos engullen y Ferry Reid nos araña en cada fraseo, haciéndonos olvidar por un instante los aullidos de Tyler, con unos coros que huelen a azufre, Zak Starley (hijo de Ringo Starr) a las baquetas y Joe Perry con sus seis cuerdas abriendo la Caja de Pandora de par en par, con el primer gran solo de todos los que están por venir.

Si Reid es el escudero perfecto de Perry en la también rocosa ‘Sick & tired’ y en el final pantanoso con toques orientales de ‘Won’t let me go’ (pieza que no hubiera desentonado en el “Nine lives” de 1997 de la banda madre), es junto al vocalista de Cheap Trick, Robin Zander, en la abrasiva y setentera ‘Aye, aye, aye’, donde alcanzan combustión instantánea, firmando uno de los cortes más roqueros y afilados del álbum.

‘I wanna roll’ llega a fuego lento, de la mano de otra de las voces estelares que hacen brillar este trabajo, David Johansen. El cantante de los New York Dolls deja su marca en dos balas más, el clásico ‘Haberdasher blues’, con una humeante armónica, y en el adictivo hard rock funky de ‘I’m Going Crazy’.

Si la sempiterna guitarra de Aerosmith manda en cada pista y no echa de menos a su otra mitad tóxica, es en la instrumental ‘Spanish sushi’ donde vuela más libre. A los sintetizadores y baterías programadas le acompañan sus hijos Roman y Tony Perry, construyendo la composición más ecléctica y personal del álbum. Remata el disco con el clásico ‘Eve of destruction’, que Perry toma prestado de Barry McGuire y hace suyo, filtrándolo por su arenosa y envolvente voz (por momentos recuerda a Keith Richards), y sumando en la batería al productor ejecutivo y compañero de fechorías Johnny Depp.

La puesta de largo de “Sweetzerland manifesto” tuvo lugar hace unas semanas en un show anunciado como “Joe Perry and friends”, en la mítica sala Roxy de Los Ángeles, donde desgranó el álbum casi en su totalidad (sólo faltaron la intro ‘Rumble in the jungle’ y ‘Haberdasher blues’), acompañado de los vocalistas titulares y de Gary Cherone (Extreme) en un par de himnos de Aerosmith. Entre las sorpresas de la velada, la aparición de Chris Robinson (Black Crowes) en ‘Fortunate one’, que desgraciadamente se quedo fuera del álbum, debido a que Robinson se unió al proyecto cuando el cedé estaba ya masterizado, pero que muy pronto podremos disfrutar presumiblemente (nos frotamos las manos) en una versión de lujo.

 

Anterior crítica de discos: “On a distant shore”, de Leon Russell.

 

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