“Songs of experience”, de U2

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DISCOS


“Al menos han movido ficha respecto a la aburrida foto fija que se gastaban todos estos años”

 

 

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U2
“Songs of experience”
UNIVERSAL

 

Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.

 

Uno se pregunta qué es lo que lleva a U2, a estas alturas, a seguir facturando discos con canciones nuevas. Ya sea por una cuestión de orgullo herido (su último trabajo fue el primer álbum spam de la historia), por querer demostrarse a sí mismos que aún pueden retener una brizna de relevancia o por preservar un hálito de aquel ímpetu juvenil que les llevó en un primer momento a subirse a un escenario (y que aún retienen en algunos tramos de sus últimos directos). Podrían dedicarse a hacer lo mismo que los Rolling Stones: dar por cerrada la factoría, dedicarse de forma exclusiva a recordar ante las multitudes sus días de gloria (bueno, eso ya lo hicieron por vez primera con su última gira) y, como mucho, marcarse algunas versiones de aquellos músicos que les inspiraron en primera instancia. Pero no, aquí siguen. Despachando nuevas composiciones. “Songs of experience” es el decimocuarto largo de su carrera, y llega impulsado por su sempiterna consternación ante los desequilibrios del mundo, pero también por la cercanía de la muerte y la necesidad de manifestar su amor por aquellos que aguardan en casa. Bono y compañía se hacen mayores, vaya.

Su extensísima y heterogénea nómina de productores (Jacknife Lee, Ryan Tedder, Andy Barlow, Jolyon Thomas o el fiel Steve Lillywhite), lo avanzamos ya, propina a estas trece canciones un agitado punto de cocción que –al menos– no invita al infinito bostezo que suscitaban sus dos predecesores. Es cierto que algunas aspiraciones de contemporaneidad chirrían un tanto (el autotune de ‘Love is all we have left’, el cameo de Kendrick Lamar en la basta ‘American soul’ o esa ‘Red flag day’ que podría ser un descarte de Bloc Party). O que en canciones como ‘Lights of home’ suenan como un paquidermo tratando de recobrar la agilidad de un jaguar. Pero abundan los síntomas de que algo se mueve en su interior, más allá de la reedición de facsímiles de la misma fórmula a la que nos tenían acostumbrados en los últimos tiempos. Otra cosa es que esa intención de captar el signo de los tiempos se tome en serio a sí misma (o no), porque algunos de sus cortes casi hacen que hasta se añore la guasa que se gastaban en los nunca bien ponderados “Zooropa” (1993) y “Pop” (1997).

A diferencia de entonces, no queda claro si aquí la faena de chapa y pintura a la que se prestan reviste alguna intención irónica o autoparódica (más bien parece al contrario), pero al menos su contenido transcurre como un apañado entretenimiento en el marco del vasto autoservicio pop actual. Y depara algunas de las canciones más resultonas que se les han escuchado en años (‘You’re the best thing about me’ o ‘The showman (Little more better)’), amén de una consistente recta final que –ahora sí– es puro y clásico U2 de toda la vida: la que integran ‘Landlady’, ‘Love is bigger than anything in its way’ o ‘13 (There is a light)’. Un combustible con el que seguir alimentando, ya sea en modo cartilla de racionamiento, el apetito del fan de toda la vida. Y con el que seguir enervando a su legión de irrenunciables detractores. Al menos han movido ficha respecto a la aburrida foto fija que se gastaban todos estos años.

Anterior crítica de discos: “Habrá que vivir”, de Rubén Pozo.

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