Som, de Els Pets

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DISCOS

«Un discurso que ha encontrado en la serena melancolía una forma realista de no ir de peterpanes por la vida»

 

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Els Pets
Som
RGB SUPORTS

 

Texto: Carlos Pérez de Ziriza.

 

Habrá quien les siga negando el pan y la sal, presa de prejucios que vienen de muy lejos, pero no se puede negar que Els Pets son no solo la única banda del primer boom del rock catalán (la hornada que reventó el Palau Sant Jordi hace más de un cuarto de siglo, la de Sau, Sangtraït y Sopa de Cabra) que ha perdurado en el tiempo, sino también la única que se alejó hace años de la soflama de fiesta mayor para ir madurando de forma encomiable. Cinco años después de su última entrega, Lluís Gavaldà y los suyos son ya cincuentones con todas las de la ley, y se esmeran en reflejarlo en un discurso que ha encontrado en la serena melancolía una forma realista de no ir de peterpanes por la vida, y en cierto costumbrismo de veta nostálgica una manera de hacernos ver que han sido muchas las cosas que han mediado en una escena catalanoparlante en la que Antònia Font y Manel ya crearon escuela.

Es Joan Pons (El Petit de Cal Eril), uno de los músicos y productores (Pau Riba, L’Hereu Escampa) más talentosos de la última generación, quien les ha ayudado a invertir su tiempo en un ejercicio de depuración con el que son capaces de decir más cosas con menos elementos. Som es el disco más fino y delicado que han facturado nunca. El que destila más clase. Repleto de medios tiempos concisos, confesiones a media voz y guitarras tan deliciosamente frágiles como el papel de estraza: escuchen “La vida és molt avorrida sense el teu cos”, “El dia que et vas trencar” o “Prendre mal” y díganme si —cuestión idiomática al margen— no podrían llevar la firma de Real Estate, Lotus Plaza, Wild Nothing o cualquiera de esas bandas indies que aprendieron de la tersura de la escuela que fundaron The Velvet Underground y luego perfeccionaron los Feelies o Luna.

Tan solo el travieso rebozado en mugre glam rock de “Llavis nous” alza un poco más la voz entre el tono general, marcado también por lo acústico al servicio de una sórdida historia de abusos encubiertos (“Corvus”), algún destello de pop más diáfano como “Wittgenstein” y sinuosas incursiones ese enigmático territorio de pop «metafísico» que se gastan los Cal Eril como “De tant en tant”. Fíjense en que ni siquiera se prestan al griterío que tensa la situación política catalana desde hace más de un año, desde cualquier extremo de las trincheras. Ellos, tan propensos a no morderse la lengua como eran. Porque “L’exèrcit que vindrà” también es una forma serena y más que provechosa de digerir tan viciado asunto. No es poco, tal y como está el patio.

 

 

Anterior crítica de discos: Maratón, de La Sonrisa de Julia.

 

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