Simetría, de Elle Belga

Autor:

DISCOS

«Una bella muestra de cómo toda una fuente de versos populares puede reinventarse sin perder fuerza»

 

Elle Belga
Simetría
MONT VENTOUX, 2020

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Que ha habido intentos, desde que en España aterrizó el rock, de trasladar la canción tradicional de nuestro país al mundo de las coordenadas musicales de cada época es evidente. Desde Los Pekenikes y “Los cuatro muleros”, cada generación ha encajado esas canciones que perviven casi fuera del tiempo a instrumentos y ritmos de carácter anglosajón. Repasemos un momento: Los Brincos, Smash, Gabinete Caligari o Los Planetas. Elle Belga también lo hacen, pero de una forma muy especial.

El dúo comenzó en el sello Acuarela hace más de diez años, y ya entonces no eran precisamente unos recién llegados. José Luis García venía de grupos como Manta Ray y Fanny Álvarez venía de ambientes mod y sesenteros, muy activos en Asturias en general, más que en ningún otro lugar de España. El Gijón natal de ambos ya los había escuchado y sostenido.

En 2009, Elle Belga debuta con un disco —1971— que dejaba atrás todos esos parámetros. Podían retomar a Paco Ibáñez, adoptar maneras de señora de la canción o envolver melodías acariciantes en detalles postrock. En este, su quinto elepé, continúan con estas premisas. Simetría es una bella muestra de cómo toda una fuente de versos populares puede reinventarse sin perder fuerza, adquirir personalidad sin perder la que poseen a base de tiempo.

Denle eso al disco: tiempo. Quizás cueste entrar en su mundo de placidez, de lentitud; pero sus canciones se deslizan por ti aparentemente monótonas y, sin embargo, llenas de detalles. De vientos en “Amamos honradamente”, de una pandereta plena en “Seres invencibles”, de unas castañuelas en “Increíble amor”. Todo ocurre con tranquilidad máxima, llevado por la voz de Fanny que camina con una fuerza absorbente y con un sentimiento contenido.

Lleno de matices y de regusto clásico es el piano de “Seres invencibles”, que sostiene una interpretación propia de esas grandes damas de la canción, con personalidad y dureza emocional según crece. También se crece el single “Increíble amor”, una misma estrofa que va variando en el tono para poco a poco subir en emoción.

La parte que recoge aires populares aparece en “Canción de siega”, por ejemplo. Reconstruyen en ella el folclore no a la manera frondosa y aireada de Lorena Álvarez, sino a la dramática de las coplas de muerte. La siega aquí no es lo que se espera. El mismo espíritu se recoge en “El lagarto está llorando”, la letra —una canción infantil de García Lorca— se convierte en una nube plomiza, una serenata pétrea y gris. No en la calidad, en el espíritu. Folclore oscuro también es “Llegarán”, conectada con otro reinventor de esencias tradicionales: Javier Corcobado. Dejes árabes y hondura en un tema pop pasado por tamices de noche.

Y por este camino, en alguna ocasión habían de llegar al mundo de Vainica Doble. Lo hacen con “Carmencita Roiz” y su ingenuidad perversa. Su amante está en el cielo y ella en la gloria. Quizás menos sutiles, pero igual de sanguinarias, y a la par dulces, que las autoras de Heliotropo. Entre la negrura y el optimismo de “Increíble amor” se desliza un disco que, en el fondo, recoge en una palabra esta aparente contradicción: Romanticismo.

Anterior crítica de discos: Hermitage, de Ron Sexsmith.

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