“Salto horizontal”, de Maga

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DISCOS

“Diez canciones cargadas de la energía de sus inicios y de un flamante sonido, tan brillante que ciega desde que la aguja echa a andar”

 

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Maga
“Salto horizontal”
Warner Music

 

Texto: DAVID PÉREZ.

 

Tras seis años, se vuelve a dibujar entre las nubes esa suerte de rayuela que te hace recuperar la memoria de los pasos perdidos, coger carrerilla y dar un nuevo gran salto. Maga reaparecen con diez canciones cargadas de la energía de sus inicios y de un flamante sonido, tan brillante que ciega desde que la aguja echa a andar.

“Salto horizontal” comienza a quemarropa, con Miguel Rivera susurrando ‘Domingo’, una bala de luz que nos impacta en el pecho y ahí se queda. Toda una declaración de intenciones para empezar: escapar de la monotonía gris lanzándose al aire con los brazos abiertos, reinventarse y morir tras la puesta de sol para nacer en la siguiente. La guitarra de Rivera y su voz rajando el lienzo, el bajo y una batería juguetona marcándonos el camino para salir del cuadro, y una explosión de teclados y sintes que se funden con los coros de Zahara. La montaña rusa en la que nos hemos montado ha acelerado tan rápido que el vagón ya no toca las vías, dejando atrás una estela de mil colores que borra el camino de vuelta a casa.

El productor Ángel Luján (Xoel López, Vetusta Morla…) ha sido una pieza fundamental y casi un miembro más de la banda, soltando lastres y aportando una amplia gama de arreglos y matices. Ese plus se aprecia a la perfección en ‘Por las tardes en el frío de las tiendas’, carta de presentación en la que palpita toda esa nueva y vibrante sonoridad, con sintetizadores y un mayor músculo rítmico, aderezado con los cantos de sirena de Anni B Sweet en otro luminoso estribillo marca de la casa: “Si duermo de día descubriré que la noche esconde inmensa fortuna. Toda la luz es para vosotros”.

‘Báltico’ posee un toque épico que recuerda a ‘Diecinueve’, pero con una envoltura totalmente renovada, bases rítmicas electrónicas y un lirismo que toca el techo para romperlo. El último adelanto, “Cuando nadie me escriba”, es un canto a la soledad rebosante de imágenes poéticas, un paralelismo entre la descomposición de una casa y el individuo que la habita. Todo empapado de un deje sureño que inspira, entre macetas, terrazas y viento de levante, vitalidad y esperanza. Ilusión e inspiración recuperada, porque “siempre hay alguien que te escribe sin que lo esperes, que riega de tinta las noches en blanco”.

Los aires folk, la sencillez y delicadeza de ‘Esmeralda’ tocan rápidamente la fibra (recuerda a ‘Celesta’), añadiendo una paleta de arreglos que la hace brillar más aún, con el violín de Jordi Montero a la cabeza. La guitarra acústica sigue hechizándonos, mientras lucha y se entremezcla con baterías industriales, en esa separación irrevocable que transmite ‘Incendios a merced del viento’, quizás la historia más dolorosa de la obra.

Con ‘Juego’ bailamos instintivamente alrededor del sol y gritamos a viva voz: “¡Viva el corazón! ¡Muera la impostura!”. Un alegato total contra la monotonía y el aburrimiento, un “salto horizontal y malabarismo sin manos”, donde el acompañamiento de Zahara vuelve a hacer que salten chispas. ‘De plata’ es el homenaje a ese mar que ha inspirado tantos mares en el imaginario de Maga, el mar de Cádiz. “Nunca encontré en otras aguas alivio a mi sed”. Una dedicatoria honesta al azul y amarillo de una ciudad que embriaga y atrapa. Paisajes impregnados de esa nueva vitalidad, en los que las olas rompen en sintetizadores, teclados, acústicas, violines y un cálido silbido.

‘La casa en el número 3’ es un canto a la poesía y un lamento, casi espectral, donde resuenan vivencias que se desmoronan en la memoria, como las cuatro paredes de ese “número 3”, la casa de Vicente Aleixandre. Y cerramos para seguir girando con ‘La noria’, donde el eco social, la voz de la gente que no la tiene, toma las riendas. Con unas atmósferas resplandecientes que dejan atrás la decepción y el malestar general, para encontrar al final del túnel, en el estribillo, esa luz que siempre deja la sombra vencida.

Poesías disfrazadas de canciones que brillan en la oscuridad, música como salvavidas de toda desilusión terrenal. “Salto horizontal” es sin lugar a dudas el mejor trabajo de Maga hasta la fecha, y se posiciona desde ya como uno de los discos nacionales top del año.

Anterior crítica de discos: “Surf en la bañera”, de Petit Pop.

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