Rockola. Discos 07/09/2007

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Rockola. Discos07/09/2007Richard Hawley
Lady’s Bridge

MUTE/EMI

Es de pasmo pensar que, hasta hace pocas temporadas, al señor Hawley no se le había ocurrido cantar. Lo repite siempre en cada entrevista, y sigue siendo costoso de creer. Convertido por derecho propio en uno de los irrefutables crooners del nuevo siglo, no es fácil recordarlo al frente de ese emborronado combo de segunda fila que fueron a principios de los 90 The Longpigs. Ni como mero subalterno, empuñando su guitarra tras la alargada sombra de Jarvis Cocker, justo cuando Pulp se encontraban en la cresta de la ola del pop anglo de la segunda mitad del pasado decenio. El segundo álbum que ya tituló a su nombre, Lowedges (2003), fue todo un serio aviso –para todo aquel que no hubiera estado al tanto de su debut en solitario un año antes, es decir, el 99’99% de la existencia– de que un discurso con entidad propia, en el que se daban la mano la personalidad interpretativa y la recuperación de una tradición sonora tan poco trendy que anclaba sus motivos ornamentales en los 50, se fraguaba a pasos agigantados.
La confirmación llegó hace dos años con el inigualable Cole’s Corner, en el que subía la apuesta hasta convertirlo en un indiscutible clásico de la década, apuntalado en esa superficie convergente entre los cuatro vértices alumbrados por el legado de Roy Orbison, Scott Walker, Buddy Holly o Johnny Cash, con el espacio de cada uno bien delimitado. Y dos años más tarde sigue en sus trece, inmerso en esa propia burbuja espacio temporal inmune a las coyunturas, cuya belleza, bastante cercana a un clasicismo inoxidable por el paso del tiempo, no merece ser tachada de anacrónica o retro.
De nuevo la geografía urbana de Sheffield le sirve como excusa nominal: Lady’s Bridge es un viejo puente de su ciudad natal, testigo mudo del último siglo, y no un simple punto de encuentro –de connotaciones sentimentales, la mayoría de las veces– como era aquella esquina de Cole. Y estilísticamente, lo mejor que puede decirse del contenido al que da nombre es aquello de que la ausencia de novedades reseñables equivale a buenas noticias. Las nanas crepusculares siguen ahí (“Lady Solitude” o “The sea calls”), como también lo hacen los majestuosos crescendos sostenidos en sección de cuerda (“Valentine”), las incursiones en el rockabilly desenfadado (“I’m looking for someone to find me” o esa “Serious”, que recuerda las veleidades de Morrissey con el mismo género en discos como Kill Uncle) o las baladas plenas de serena ternura (el tema titular). Incluso se permite diseñar un imposible hit, como ese jubiloso single que es “Tonight the streets our ours”, o bordar un imponente dueto de profundidad abisal con la voz de Sally Doherty en “The sun refused to shine”, cierre de lo más solemne. Como todo no puede ser excelencia sin mácula, quizá quepa también achacarle a esta nueva entrega –menor si se la considera en paralelo a su inmediato precedente– un cierto formulismo continuista, que diluye el impacto de sus temas en una primera instancia. En todo caso, un pecado más que venial: sus canciones, independientemente de lo cerca que anden de ser fruto de su inspiración más fértil, sólo saben apuntar en dirección a la eternidad. Algo de lo que muy pocos pueden presumir.
CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.

Pereza
Aproximaciones

SONY/BMG

Escapemos de tópicos. Digamos centrado en lugar de maduro, digamos cuidado en vez de elaborado, pero ante todo digamos la verdad: Pereza han grabado la mejor obra de su carrera y el mejor disco de rock español en lo que va de año. Rubén y Leiva han conseguido llevar su característico sonido a un nuevo nivel, abriéndose a influencias sin complejos y consiguiendo un trabajo en el que conjugan el pop y el rock con gusto y sentido. Sigue habiendo hits (de hecho cualquier tema podría ser single) pero esta vez con una coherencia interna que nos permite hablar de un álbum perfectamente hilado que se disfruta, y mucho, de un tirón, que engancha y que envuelve, accesible pero no exento de complejidad. Por otra parte, podemos hablar del disco más melancólico que hayan facturado hasta la fecha. Temas como «Frágiles», «Tristeza», «Por mi tripa» o «Aproximación» marcan con su corte introspectivo el conjunto del trabajo, aunque el rock más vigoroso sigue dándose cita a lo largo de todo su minutaje, destacando en este sentido «Talibán», la experimental «Margot», «Ella tiene un don» y «Superhermanas», con el ex-Stone Mick Taylor aportando su guitarra a un tema que bien podría haber firmado nuestro querido Ariel Rot.
Sin duda alguna, los madrileños han conseguido escapar de cualquier tópico mediante este Aproximaciones, tan variado como certero y de una ejecución notable. Imposible que no se convierta en uno de tus discos cabecera.
JUAN JOSÉ ORDÁS FERNÁNDEZ.

Fito Páez
Rodolfo

SONY/BMG

Los antecedentes del nuevo disco de Fito Páez hay que buscarlos en el álbum Moda y pueblo (2005), en el que con enorme sensibilidad recreaba algunas piezas mayores de su repertorio –más tres guiños a sus maestros del rock argentino– con la sola presencia de su voz, piano y grupo de cuerdas, y en la versión del “Crímenes perfectos” de Andrés Calamaro incluida en Calamaro Querido! (2006), interpretada de manera muy emocionante, sólo con piano y voz.
Debió quedar Fito contento, y con razón, de tales experiencias pues este reflexivo Rodolfo, su nombre real, ha optado –¡él, acusado durante años de barroquismo!– por interpretarlo únicamente a piano y voz; sólo en algunos momentos se doblan voces. Quizás pueda parecer muy atrevido publicar de tal guisa estas doce nuevas canciones en tiempos de oyentes apresurados, pero, qué carajo, que le vayan dando a las fórmulas establecidas y a la música de usar y tirar. Que el talento, la imaginación y la música de nivel creada con el corazón también debe, y puede, tener su espacio.
Porque todo eso es lo que ofrece Fito en este conmovedor disco, en el que ha vuelto a escribir historias universales con su pluma ingeniosa. Desde esa inicial “Si es amor”, que resulta un brillante y veraz tratado de las relaciones de pareja –“La sabiduría llega cuando no nos sirve para nada (…) cuando vos querías un abrazo / yo quería emborracharme con los flacos en el bar / cuando yo quería la rutina / vos decías, quiero aire, necesito libertad / cuando vos querías la rutina / yo decía quiero aire, necesito libertad»–, pasando por ese canto a Rosario, su ciudad natal –segundo que escribe Fito en dos discos consecutivos–, de “Vas conmigo” o por el Fito Páez amigo de los relatos de ficción, de los que aquí deja ejemplares muestras en las crudas historias de “Sofi fue una nena de papá” y “El verdadero amar”. Y, como ya hiciera en Moda y pueblo, rinde tributo una vez más a sus maestros en “Gracias”, magnífico tema dedicado a Litto Nebbia, Luis Alberto Spinetta y Charly García con ellos tres como protagonistas.
Escrito en una semana, al final del rodaje de su nueva película, y todo de tirón –“las canciones salían solas”, ha explicado–, Rodolfo es, pese a su desnudez instrumental, puro Fito Páez con toda su lírica intacta, con algunas de las mejores canciones que ha firmado en mucho tiempo. Hasta en los dos cortes instrumentales se reconoce su sello. Un disco que atrapa y que invita a dedicarle tiempo para paladear las fenomenales interpretaciones de su autor.
No busques este disco en España: No se ha editado y no sabemos si saldrá, de no hacerlo, sería el tercer álbum consecutivo de su autor que no conoce edición entre nosotros. Una pena.
JUAN PUCHADES.

Varios
Café de la creme. Melodías de lounge & cocktail vol 1

BON VIVANT RECORDS

Si cada vez que ves un anuncio de “tinto de verano” o de sangría Don Simón en la tele se te revuelven las tripas y si crees que en el pop español sobra la caspa y falta “estilo” y “glamour”, este es tu disco. Bajo el epígrafe Café de la creme, el sello extremeño Bon Vivant ha recopilado algunas de las formaciones que se adentran en los difíciles y arriesgados sonidos del lounge, ese estilo que es una especie de cajón de sastre que sirve tanto para ver una bonita puesta de sol en compañía como para ambientar una fiesta con mucha, mucha clase. Comparten este CD bandas que ya son una realidad consolidada, como los barceloneses Electrocugat, (con discos editados en España y Japón) que mezclan con sabiduría influencias brasileñas y del mejor pop de los sesenta con sonidos electrónicos. Sorprende también Pablo Krantz, solista hispanoargentino que, sin embargo, canta en francés el tema “Les chansons d’amour on ruiné ma vie”, con claras reminiscencias a Serge Gainsbourg. También se expresan en esta lengua Océano Invisible, de Murcia, que afirman sin rubor “Je suis une pute” o el solista hispanobelga afincado en Málaga Gastmans. En ambos casos son artistas que sólo han grabado algunas maquetas y las han colgado en el portal Myspace. En la misma situación están los Filetones, más cercanos al funky; Les Gourmets, que mezclan los sonidos electronicos bailables con el femme-pop; Kemakeur, con su particular lectura de las bandas sonoras de espías tamizadas con sonoridades pop o los madrileños “Aline and the splendids”. En definitiva, un disco para descubrir y despertar la curiosidad del oyente inquieto.
ÁLEX ORÓ.

Horthy
Horthy plays Kraftwerk

HORTHY MUSIC

Dedicarle un álbum entero a Kraftwerk es un privilegio que hasta ahora –salvo olvido u omisión– se han permitido The Balanescu Quartet y el Sr. Coconut. Se suma a este honorable club Horthy, una joven banda electro-pop de Pamplona, que cuenta a su favor con un amateurismo que le exime de tener que plantarle cara al monstruo con sus mismas armas tecnológicas, ese pulcro y clínicamente medido high tech del que de vez en cuando no viene mal apearse. Y si bien Horthy no cuentan con una puesta sonora tan exótica como sus mencionados colegas, saben llegar a las sacrosantas piezas con mucho conocimiento de causa y solvencia. “Pocket calculator” cambia minimalismo por una ciberdelia bailonga y caprichosa que sabe francés. El mismo camino que sigue “Radioactivity”, probablemente la versión más original que ha tenido la pieza, con permiso de los franceses Kat Onoma. “The model” es rescatada de las insulsas FM para adultos gracias a su muy naïf proto-punk, y aún así rezonga. “The robots” sale muy airosa con su tratamiento rockero de batería. Lo mismo que “Men Maschine”, vocalmente gamberra sin que por ello pierda su seña rítmica más característica. Pero la mejor es la angelical “Neon Lichts”, que empieza en clave de “spaghetti-western” para culminar en un absoluto desparrame psicodélico a lo “Tomorrow never knows”. “Tour de France” es, sin embargo, una oportunidad desaprovechada. Por último, “Music non stop” reproduce de forma sencilla con el Farfisa el simpático gimnick de la original. Este trabajo no es algo que vaya a agradar por lo general a los ortodoxos del cuarteto de Düsseldorf, pero resulta muy gratificante porque revela un secreto a voces: Kraftwerk siempre tuvo un lugar muy especial en el corazoncito de la tribu indie. Para contactar con el Kling Klang pamplonica, entra en su web.
GERNOT DUDDA.

The Clientele
God save The Clientele

MERGE/GREEN UFOS

Cuando parecían abocados a no superar sus propias limitaciones y a mantenerse como una agradable banda de segunda división, tras la estela de Vitesse, Trembling Blue Stars y otros paladines de ese pop tan modesto en intenciones como sofisticado en sus formas, The Clientele se descolgaron hace un par de años con el enérgico y notable Strange geometry. Ahora, los londinenses han redondeado aún más su propuesta con un trabajo algo más sereno, más maduro y más versátil, certificando que son una de las bandas de pop más infravaloradas de la actualidad. En su God save The Clientele (con títulos así, ¿quién necesita abuela?) hay unas cuantas gemas con aroma a clásico: el tiento Beach Boys de la apertura con “Here comes the phantom”, las primorosas baladas “The Queen of Seville” y “No dreams last night”, los punteos velvetianos de “I hope I know you” o el desbordante vitalismo de “Bookshop Casanova”, realzado por ese maestro en el uso de las cuerdas que es el francés Louis Phillipe. Alasdair McLean y los suyos se despojan de languideces estériles, abren el diafragma de su lente sonora (no se les podrá tachar ya de excesivamente lineales) y suman y siguen, opositando con éxito a la plaza de albaceas británicos de la mejor tradición pop de la Costa Oeste norteamericana. Este, su cuarto disco (si contabilizamos como tal al primero, Suburban light, en realidad un recopilatorio de singles y rarezas), es sin duda una de la pequeñas joyas pop de la temporada.
CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.

Génesis
Génesis
Yakta Mama

GUERSSEN RECORDS

¿Es posible fusionar el rock, el R&B, la psicodelia y el folk andino? Les avanzo que la respuesta es sí pero que no es algo tan sencillo. El concepto que tenemos de la música tradicional de los Andes supone, a priori, un obstáculo sonoro casi insalvable para un aficionado al rock. A principios de los setenta, en Colombia, había músicos que no opinaban lo mismo. Quien más convencido estaba de que dicha mezcla era posible era Humberto Monroy, el que había sido bajista de Los Speakers, una banda de beat en la que también militó Rodrigo García, de Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán. Génesis fue el segundo proyecto musical de Monroy, que en una primera etapa ya intentó fusionar psicodelia y folk pero aderezándolo con algunas letras inspiradas por el cristianismo. El sello leridano Guerssen ha reeditado por primera vez (en vinilo y CD) el segundo y tercer disco de Génesis, un periodo en el que Monroy ya había abandonado la lírica religiosa.
El primero de ellos, grabado en 1974, se titula simplemente Génesis, y en él la banda consigue fusionar, sin que rechine nada, flautas, guitarras acústicas, eléctricas de doce cuerdas, percusiones y unas precisas y preciosas voces, que consiguen un sonido realmente inusual. Destaca el psicodélico tema “Don Simón” y una tierna versión de Cat Stevens titulada “Cómo decirte cómo te amo”.
Yakta mama, de 1975, sigue el camino del anterior con resultados notabilísimos. Sorprende como en Colombia nunca antes se habían preocupado de recuperar estas grabaciones. Bienvenidas sean.
ÁLEX ORÓ.