Rockola, Discos. 6 de julio de 2007

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Rockola, Discos. 6 de julio de 2007The White Stripes
Icky thump
XL RECORDINGS/EVERLASTING

Aleluya. Meg White ha cambiado Detroit por Los Ángeles y Jack White se ha mudado a Nashville, se ha casado, ha tenido una hija y ha formado un grupo llamado The Raconteurs, pero todo eso no ha acabado con The White Stripes. Ni con su existencia, ni con su inspiración. Seguramente Calamaro y el bueno de Fito exageran cuando proclaman que dos son multitud, pero estos dos yanquis demuestran que una pareja se las puede arreglar para brindar todo el despliegue de distorsión que se exige a un grupo de rock. Los dos solitos llevan años como referencia del dúo que se las apaña únicamente con batería y guitarra, y aquí plasman una propuesta tan sencilla como corajuda, entroncada con la música de raíz negra e interpretada con la intensidad del hard rock y el derroche de sentimiento que se antoja imprescindible para que cuaje algo que parte prácticamente del minimalismo rockero. Aunque en su caso sencillez no implica monotonía. Es más, en Icky thump hay canciones como la singular “Conquest”, en la que sus autores podrían reconocer influencias de la música arábiga, el art rock y, si respondieran aferrados a una botella, el mismísimo pasodoble. Otras, como “St. Andrew (This battle is in the air)”, deambulan entre el folk y la psicodelia, en “Effect and cause” recuerdan a los Stones, y en ocasiones afrontan descarnado blues rock con la fiereza de unos Led Zeppelin.
    En el plano estético los de Detroit se han atrevido a desterrar prácticamente el rojo de la portada, osan abordar un tema tan espinoso como el de la inmigración en América y por primera vez incluyen arreglos de gaita, además de trompeta, lo que evidencia que mantienen intactos atrevimiento y capacidad de sorprender. Qué alegría. Son un compendio de muchas grandes músicas e influencias, un concentrado de gran calidad que no pierde cualidades pese a que el tarro ya lleva una década abierto.
IGOR CUBILLO.

How I Became the Bomb
Let’s go!

SINNAMON

Tienen un carisma de impresión y un dato que descoloca: son de Tennessee, y en vez de darle al country o al blues ofrecen siete disparos de new wave neoyorkina, aquella que en los últimos setenta pasaba por vanguardista y hoy resulta simplemente retro. Categorías válidas las dos, claro está, si las canciones son de enjundia. Y en este caso lo son. Alimentadas por los Talking Heads y todo el entorno del CBGB –“Fat girls talkin’ bout cardio” es puro Blondie–, esa mímesis les hace tener una guía para desarrollar sus intenciones de mezclar elementos en un crisol y conseguir temas divertidos y enérgicos, “Robo” viene ser un claro ejemplo.
    Así pues, con letras llenas de parodias inteligentes, guitarras densas y sazonadas con arreglos originales –ese vocoder de nuevo en boga– y una puesta en escena deslumbrante consiguen un puñado de llenapistas y uno de los debuts más impactantes de los últimos años, de aquellos que prometen mucho más de lo que ofrecen. Lástima de la brevedad de este primer disco, aunque avisan que tienen ya listos más de treinta nuevos hits en la recámara. Se nos va a hacer larga la espera para el LP.
CÉSAR PRIETO.

The Butterflies of Love
Famous problems

FORTUNA POP/DOCK

La suya es una carrera de fondo, intermitente y desigual pero más suculenta que la de muchos hypes británicos de temporada. Tras la sorpresa de How to know (1999) –que puso en alerta a John Peel y al NME– y el paso casi de puntillas de The new patient (2003), la banda de Connecticut vuelve con un notable tratado de rock infecto por sustrato velvetiano y demás buenas –o malas, según se mire– hierbas. Ahora que ya no podremos disfrutar de la escritura conjunta de McLennan y Forster (Go-Betweens), pocas combinaciones reconfortan más que la de los hermanos Greene, compositores y vocalistas que se alternan (cada uno con su registro particular) para dar forma a este puñado de hipnotizantes tonadas, que beben por igual de la tradición norteamericana como del marcado tono árido de algunas bandas australianas de los 80, y no sólo de los mentados cinco líneas más arriba (alguien sugiere el nombre de The Triffids tras escuchar “No sun, no moon, no stars”, y no le falta razón). En este notable y estilizado Famous problems –cuyo único handicap es quizás la rebaja de intensidad conforme su minutaje se acerca al final– hay material de sobra en donde hincar el diente. Descubrirlo es una tarea tan sencilla como de sobra recompensada.
CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.

Brian Setzer and The Nashvillains
Red hot & live!

SURFDOG/MASTERTRAX

Setzer
sigue mostrando una gran fertilidad discográfica. Y procurando gran
rentabilidad a sus editores, que cada año ponen en circulación algún
disco del ex Stray Cats. Ahora toca un directo, grabado el pasado
octubre en Tokio, en el que adapta incunables como “Red hot” y “Put
your cat colothes on”, temas de su Orchestra como “This cat’s on a hot
tin roof”, y clásicos particulares de la talla de “Runaway boys”,
“Stray cat struy” y “Rock this town”.
    Termina con su acostumbrado
homenaje a Gene Vincent y Eddie Cochran y hasta allí imprime un ritmo
trepidante, sin lugar para el respiro, en el que la base rítmica se
muestra sólida, se agradecen arreglos de piano honky tonk y al estilo
de Jerry Lee Lewis, que faltaban en tríos de Setzer, y qué decir de su
dominio de la guitarra… El rocker de Long Island vuelve a dar una
lección, la enésima ya, de pericia Gretsch en mano, demostrando que
nadie como él conserva la esencia salvaje del rockabilly y el rock and
roll de corte clásico. Otro discazo sobresaliente.
IGOR CUBILLO.

Steve Nieve / Muriel Teodori / Brodsky Quartet
Welcome to the voice

DEUTSCHE GRAMMOPHON/UNIVERSAL

Como ya sabe todo “costelliano” que se precie, Steve Nieve (léase “naíf”, con acento en la “i”) es el afamado teclista de The Attractions. Y desde que su jefe arrimara el costado al Brodsky Quartet, también le pilló el gustillo a esto de la música contemporánea. Junto a su compañera sentimental, la francesa Muriel Teodori, ha compuesto esta ópera que ha recibido los parabienes de la mismísima Deutsche Grammophon. Ella el libreto, él la música. Y se puede discutir mucho acerca de la originalidad de la idea –Mike Batt, viejo productor de Art Garfunkel, ya escribió algo parecido en “Zero Zero”; o ahí está la ficción (real) de George Orwell y Philip K. Dick, sin ir más lejos–, pero el planteamiento se hace más acreedor de nuestra atención que nunca: Dionysos (Sting), trabajador del metal e hijo de inmigrantes griegos, convierte su pasión por la ópera en un desesperado amorío por una diva ficticia. Nada grave si no fuera porque en este (¿imposible?) escenario la música está proscrita, con lo que entra en juego el jefe de la policía (Elvis Costello), que detiene al sujeto y previene a la sociedad de semejante mal. Menos mal que Dionysos tiene un amigo sensato (Robert Wyatt) que logra que deponga su actitud y aquí no ha pasado nada. Como dice la propia Muriel, “ésta es la primera ópera en la que al final no muere nadie”.
    Destreza camerística del Brodsky Quartet aparte, para sus dos autores se trata de un homenaje a la voz y como tal lo vamos a glosar: la de Sting se hace omnipresente (y ya está), pero ojo a la soprano Barbara Bonney (magnífica), a los diferentes registros de Elvis Costello o, por supuesto, a la de Robert Wyatt (mántrica como siempre, una raga en sí mismo). Y un último detalle extra vocal: los leves y ocasionales toques de Mini Moog a modo de “bleeps”, que dan a la obra un loable toque de modernidad. Compleja, muy compleja, lo que no exime de un afortunado y oportuno aviso a navegantes: no-se-trata-de-una-ópera-rock.
GERNOT DUDDA.


Luis vil
Sapos y culebras

LUIS VIL RECORDS

Ya está aquí el segundo álbum de Luis Vil, o tercero si se agrega a su discografía Versos ajenos, trabajo en el que musicalizó a distintos poetas de Álva. Sapos y culebras transparenta una sinopsis sencilla: rock bastardo y corrosivo con temáticas apesadumbradas y aullidos libertarios. Luis Vil ha afilado su propuesta y ha robustecido su sónica. Ahora sus canciones cortan como el filo de un cuchillo, en su sonido hay vitriolo y densa acidez, guitarras lacerantes y testimoniales aunque desasosegantes pespuntes electrónicos.
    Sus textos inciden en las mismas preocupaciones que divulgó su anterior trabajo, Retratos del caos (2005). Si allí retrató el caos, ahora fotografía el lado más áspero y cáustico de una realidad amoldada por unos para subyugar a otros. La trayectoria de Luis Vil prospera así a lomos de un fatalismo intelectual que se cristaliza en escepticismo, esplín, insurgencia, desesperación, abatimiento, destino aciago, malditismo perpetuo. Todo avinagrado y presentado con una avilantez y una crudeza que honran su apellido artístico.
    El álbum  es como una escalera de incendios pero al revés. En vez de llevarte lejos de las llamas, te arroja a ellas. Conviene escucharlo con precaución. Puede provocar metafóricas quemaduras de tercer grado.  
JOSEMI VALLE.

Grupo Amigos
Paloma mensajera
GUERSSEN RECORDS

Los amantes de los sonidos de los sesenta llaman “peperismos” a los discos publicados en cualquier lugar del mundo que fueron influenciados por el Sgt. Peppers de The Beatles. La banda peruana Grupo Amigos grabó en 1973 Paloma mensajera, un trabajo que pasó completamente desapercibido en esa época y que entra en esta categoría pero en el que también se descubren pinceladas de Badfinger, Byrds, Rolling Stones o los uruguayos Shakers, en este último caso, por las delicadas armonías vocales que hay en todas las canciones del vinilo (sólo se ha reeditado en este formato y con una tirada limitada de 500 copias). La mayoría de temas están cantados en inglés (hay alguno en castellano) y nos muestran a un grupo muy sólido pero que trabaja sin la presión de vender discos, sólo con el objetivo de pasarlo bien. Los llamados Beatles criollos conseguían un sonido muy básico y sorprendente, utilizando sólo guitarras, bajo, batería y algún teclado. Entre las canciones incluidas en este disco destacan la poderosa “Dirty girl”, composiciones que podrían pasar por piezas de la psicodelia británica (“Mr. Taylor train’s” o “Psiquiatra”), guiños a los Byrds (“En el campo”) o midtempos a lo Badfinger (“Everybody is free”) o “Buscando un hogar”.
    Paloma mensajera es uno de esos discos que nos demuestra que a los aficionados españoles que todavía nos queda mucho rock por descubrir en Sudamérica.
ÁLEX ORÓ.