Rockola, Discos. 5 de diciembre de 2008

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Rockola, Discos. 5 de diciembre de 2008No Te Va Gustar  
El camino más largo

MALDITO RECORDS/K INDUSTRIA

Lo uruguayos de No Te Va Gustar han pulido enormemente su sonido en este quinto disco, en el que mantienen su esencia habitual, pero todo suena más potente, más compacto y robusto. Cómo no, ahí continúan sus toques reggae y ska, pero parecen disparados hacia una nueva orientación más contemporánea y menos deshilachada que en entregas anteriores gracias a una producción exuberante que destaca la pureza y el brillo de la formidable sección de vientos, esas guitarras como muros de ladrillo, la efectividad de un piano que deja caer notas justo en el lugar adecuado, o esos pasajes demoledores, en los que casi pareciera estar sonando una orquesta. A lo que hay que sumar las buenas maneras vocales de Emiliano Brancciari, uno de esos cantantes de rock tan especiales que se dan en los márgenes del Río de la Plata, que sin ser un superdotado, sí logra cantar con personalidad y proximidad, sacándole el máximo partido a su garganta.
    El camino más largo no es, en todo caso, un disco que entre a la primera, necesita de varias escuchas para ir apreciándolo en toda su dimensión, para sumergirse en unas letras no precisamente fáciles y para dejarse llevar por canciones tan poderosas como «El camino» (donde prueban la electrónica), «Como si estuviera» (y sus aires tangueros, bandoneón incluido), «Tu nombre», «Tan lejos», «Rata», «Sólo tu boca» (¡un bolero!) o «Que sean dos».
    No Te Va Gustar son en estos momentos una de las bandas que con mayor dignidad pueden enarbolar el estandarte del rock latino –entendido como género, no como espacio geográfico–, además de una de las más exitosas del rock uruguayo.
JUAN PUCHADES.

Mark Olson & Gary Louris  
Ready For The Flood

NEW WEST RECORDS

La gran noticia de estas últimas semanas ha sido la posibilidad de poder ver en acción juntos de nuevo a los dos cerebros grises que allá a mediados de la década de los 80 fundaran The Jayhawks. Es decir, una de las mejores bandas del llamado rock independiente americano que se caracterizó más que nada por escarbar en la tradición reciente de la música americana –con especial incidencia en el country rock y el folk-rock– pero sin perder un ápice de sensibilidad pop que les acercaba a maestros como Gene Clark, Neil Young, Paul Simon o Gram Parsons por su erudición melódica, sensibilidad en los textos, extraordinario despliegue de armonías vocales y enorme talento autoral. Tras editar juntos varios álbumes de gran mérito, entre ellos Blue heart, Hollywood Town Hall y, sobre todo, el memorable Tomorrow the green grass, y crear canciones tan deliciosas e intemporales como “Blue”, «I’d run away», «Take me with you (When you go)” o “Over my shoulder”, Mark Olson, decidió en 1995 abandonar a Gary Louris y al resto de la formación para irse con su música a otra parte. Desde entonces, ambas trayectorias han venido siendo equidistantes en lo personal aunque bastante paralelas en lo musical.
    Ello ha provocado en todos sus fans bastante añoranza por unos momentos compartidos inolvidables, pero también por la oportunidad de gozar de dos carreras independientes cargadas de sorpresas discográficas y algunos esporádicos encuentros en vivo, acontecidos en los últimos años. De lo que hasta ahora no habíamos podido gozar, sin embargo, era de un nuevo trabajo discográfico en común, cosa que se ha solventado con este Ready for the flood que estos días están sacando a pasear por España.
    Entrando en materia, se puede constatar que sus nuevas canciones, producidas en breves sesiones de trabajo por el Black Crow Chris Robinson, rezuman por encima de cualquier otra característica extrema sencillez. En la argumentación músico-vocal destacan acompañamientos básicos de guitarra –presencia constante de «fingerpickings» desnudos–, referencias al folk británico de tipos como Bert Jansch, David Graham, John Renbourn, Martin Carthy, Richard Thompson o el malogrado Nick Drake –esto es, sonoridades guitarrísticas diversas a las que, al parecer, se habían acercado ambos de forma individualizada– y las armonías vocales heredadas de los Everly Brothers o de cualquiera de sus discípulos aventajados y que tanto debieron mamar Olson y Louris en su adolescencia y juventud. Tempos la mayoría medios o lentos y una primorosa adecuación melódica para gemas como “Chamberlain, SD”, “Black eyes”, “The rose society”, “Saturday morning on Sunday Street” (sublime), “Bloody hands” o… la verdad, casi todas, porque el álbum no observa aparentes fisuras.
    A los que hayan disfrutado alguna vez de la música de bandas añejas como Buffalo Springfield, Poco, Crosby, Stills & Nash, Little Feat, The Band, los America o los Bread menos empalagosos o la Nitty Gritty Dirt Band y de otras de cuño más contemporáneo como Teenage Fan Club, Wilko, los propios Black Crowes de Three Snakes and One Charm y, claro está, The Jayhawks, este disco resultará, también, una auténtica gozada. Bonito por su extrema sencillez y emocionante por esta oportunidad, quién sabe si irrepetible, de volver a escuchar al unísono –nunca mejor dicho– a estas dos personalidades artísticas, controvertidas quizás, pero ciertamente únicas.
JAVIER DE CASTRO.

Lila Downs  
Ojo de culebra

SHAKE HAWAI/EMI

Si aún existieran esas antiguas damas de la canción, elegantes y desgarradas al mismo tiempo, una de ellas sería –sin dudarlo– Lila Downs. No sólo tiene, como ellas, un perfecto dominio de la canción y el sentimiento, sino que además rebusca hasta dar con densidad temática para las canciones. Y en esta ocasión ha querido hacer un disco fronterizo –homenaje a los Estados Unidos paternos– y telúrico –guiado por las voces de los chamanes de su materna Oaxaca. Y le ha salido afortunadamente policromo. Aires de verbena, rock setentero, fondos jamaicanos, cuerdas flamencas, funky, crisol latino. Y alegría indígena en la bailable “Taco de palabras” y el delicioso son jarocho que es “Los pollitos”. Sólo por disfrutar de una tonada con tanta frescura y tan ajena a nuestras estanterías merece la pena el disco.
    Y frente a esto, el aire pantanoso del rock de tierras bajas y húmedas, la canción que titula el disco plagada de reggae, de country y de un acordeón cumbiambero, el soul con fanfarria de “Skeleton” y sobre todo los tambores tribales que abren lo que después se descubre como el “Black magic woman” vía Santana y con una letra reivindicativa en castellano, un enorme ejercicio de voz y de fuerza con el que también tiene que ver Raul Midon.
    La lista de versiones y de colaboraciones no acaba aquí. En las primeras destaca el “I envy the wind” de Lucinda Williams, cantado a la manera de –lagrimita– Buddy Holly cuando María Elena le ponía tierno. También hace una revisión en castellano. Entre las segundas destaca Mercedes Sosa que borda un bolero canónico que en alguna ocasión llega a la hondura de Olga Guillot.
    Cada canción autónoma, pero buscando un mismo centro. Ahí está ese “Little man” que abre la colección con sabor guitarrero pero a la vez se desmelena en unas trompetas intratables. Algo así deben de sonar las trompetas en el infierno.
CÉSAR PRIETO.

Rosendo y Barricada
Otra noche sin dormir

DRO/WARNER
 
Así se hacen las cosas. Con voluntad de hacerlas bien, con ganas y con lógica. Después de haber contemplado mezcolanzas musicales sin más sentido que el burdamente mercantilista, es un honor poder contemplar los frutos de una unión lógica, una alianza forjada en el rock urbano clásico. Otra noche sin dormir documenta en un sólido paquete (CD más dos DVDs) la gira que llevó a Barricada y Rosendo por toda la geografía española en una propuesta de tour bastante semejante a la que pusieron en práctica hace años los extintos Platero y Tú y Extremoduro. Es decir, una mezcla sin solución de continuidad entre dos banderas del rock callejero en la que las colaboraciones son una constante a lo largo de todo el espectáculo. La colaboración de Aurora Beltrán no deja de ser anecdótica aunque le da un toque femenino interesante a semejante conjunción de testosterona.
    En una época en la que los hijos de ambas agrupaciones arrastran por el suelo el legado urbano, es grato presenciar una lección de rock and roll de acera y asfalto auténtico, un discurso pronunciado por sus propios padres con la solemnidad de la que adolecen las bandas más jóvenes, aquellas que pretenden revoluciones que en su vida vivieron aunque vengan incluidas con el corte de pelo y el pañuelo palestino.
    Aquí no hay vulgaridad, sólo canciones y unos tipos con oficio dejándose la piel en la madrileña plaza de toros de Las Ventas. El público, cómplice, arropa con fuerza y jalea a estos supervivientes, ajenos a modas pero capaces de reiventarse (caso de Barricada) o de soportar la historia con más que dignidad (Rosendo). El cóctel obedece a la lógica, la unión entre el maestro y sus aventajados discípulos convive en patrones estilísticos y respeto mutuo, por lo que Otra noche sin dormir no deja de ser un documento excepcional, alejado de oportunismos mercantiles. Una forma de redescubrir que el rock urbano no es la sordidez y la artificial sucia poesía que las nuevas generaciones venden, sino cosa de oficio.
JUAN JOSÉ ORDÁS FERNÁNDEZ.

Sara Van 
Talitá kum

MAM/FACTORÍA AUTOR

Sara Van es una joven peruana de 31 años que reside en Madrid desde 1990 y que es autora de unas soberbias letras que merecen escucha atenta. En este su primer trabajo –trece canciones, más dos “covers”– ha reunido lo mejor de sus últimos 19 años de vida, y que los gélidos trapicheos del mundillo discográfico habían condenado a una insufrible e injusta demora. Pero Sara batalló duro y consiguió que la división de “autores del mundo” del Sello Autor prestara atención a su propuesta, que ofrece logradísimos puntos de conexión con los sonidos oriundos de su país. “Malechinas”, por ejemplo, tiene al cajón flamenco marcando ese galopante ritmo afro-peruano que ella equipara a un caballo desbocado. Charangos, guitarra criolla y flautas dulces llevan la batuta en “La deuda”, la pieza más orgánica del álbum y la que mejor encaja en esa definición de folk andino. Pero que nadie se lleve a engaño: una cosa es que Sara Van tenga nostalgia por su país y otra que sea una folclorista o que en su corazón no palpite un fuerte corazón rockero, como se ha encargado de subrayar su productor, Pelo Madueño, administrando buenos momentos de intensidad a lo largo del álbum.
    Más pruebas solventes de que Sara es una artista completa las tenemos con el diseño gráfico y dibujos que aparecen en el libreto (un homenaje a la pintura cuzqueña), de su entera autoría. Y en los “covers” se atreve incluso con una copla, “Campanera”, homenaje personal (y familiar) al célebre Joselito.
    Una mujer que sabe tiene una muy buena oportunidad entre las manos y quiere aprovecharla al máximo. Y se lo merece.
GERNOT DUDDA.

Woven Hand 
Ten stones

SOUNDS FAMILYRE
 
Dave Eugene Edwards, el vampiro gótico, contraataca al frente de sus Woven Hand. Ten stones viene a ser un compendio catártico de piezas rituales, armadas con la crudeza de una falta de producción total, podría decirse que la terrenal mano del hombre sólo tocó los mandos para mezclar la grabación de una banda cuyo líder parece sumirse en la narración de historias polvorientas y salvajemente espirituales con la misma facilidad con que entona cánticos más propios del afterpunk inglés que del lejano oeste. Brillante mezcla, aunque el oyente advenedizo pueda quedar sepultado bajo el peso de piezas desatadas y violentas.
    Cuesta llegar al corazón del disco, por la misma razón por la que resulta tan interesante intentarlo: aquí tenemos a un tipo con algo que decir, y si el lenguaje se encripta en el camino es misión del receptor descifrarlo, agarrarse a las fúnebres melodías vocales o a aquel arreglo intermitente para no soltarse y capear la tempestad emocional y tremendamente oscura que Eugene libera cada vez que se inicia un nuevo corte. No es fácil, sólo para forajidos solitarios.
JUAN JOSÉ ORDÁS FERNÁNDEZ.

Akim El Sikameya
Introducing

RIVERBOAT RECORDS/KARONTE

La serie “Introducing” –que ofrece Riverboat, el sello paralelo de world music Network destinado a nuevos talentos– presenta en esta ocasión al argelino Akim El Sikameya. Nacido en Orán en 1973 (indiscutible capital musical de su país), este joven cantante, compositor y violinista tuvo que emigrar con 21 años a París para evitar las terribles “fatwas” que los fundamentalistas habían dictado contra su familia. Desde entonces empezó a sumarse a esa nostalgia arrabalera y mediterránea con que suele cantarse a su país desde el exilio. Su timbre es excepcionalmente agudo, lo que le permite una expresión vocal muy personal. Y sus letras están inundadas del tema tabú por excelencia en Argelia, el amor, lo que no quita para que se sienta obligado con el raï, del que se siente totalmente desmarcado. Lejos de esto, trata de llevar su conocimiento de la música arabo-andalusí –y sus complicadas estructuras 6/8– a mayores audiencias, con lo que no es raro que en sus canciones asomen los colores flamencos, el vals, la canción de autor, los aromas latinos, las influencias africanas e incluso el jazz o el funk, que reflejan elocuentemente el grado de apertura de este joven partidario del diálogo intercultural. Una canción tan soberbia como “Le sultan tyran”, por ejemplo, está esperando a gritos que alguien la convierta en el demoledor tema central de una parisina película de amor.
GERNOT DUDDA.

Argento
Tango fusión

DSOUNDGROUP

En un audiovisual que acompaña las presentaciones en vivo del espectáculo Argento tango fusión puede verse al mítico músico y compositor Astor Piazzolla declarar que el tango no debería evolucionar por que en esencia siempre es lo mismo tanto en el fondo como en la forma. Curiosa afirmación si tenemos en cuenta que el artista de Mar del Plata, ya tristemente desaparecido, fue el primero en introducir en esta música tan característica innovaciones respecto a ritmo, timbres y armonía y que, por ello, también, sufrió hace cuatro décadas duras críticas de parte de los tangueros de la ortodoxa Guardia Vieja. En los años posteriores y hasta la actualidad Piazzolla se ha convertido en un auténtico referente y viene siendo reivindicado con frecuencia por intelectuales y músicos de rock o gente como el trío Argento, que con sus espectáculos innovadores no sólo logran mantener vivo al tango si no –mucho más importante– insuflarle aires nuevos de modernidad.
    La reciente aparición del álbum de título homónimo al del espectáculo, que recoge el trabajo actual del trío argentino, representa una excelente combinación del legado compositivo de Piazzolla y de arreglos electrónicos de vanguardia, que no desprecia nada y que encuentra puntos de conexión tan dispares como el rock sinfónico de King Crimson, la música atmosférica de Radiohead o el dodecafonismo de Schoenberg. Esta atractiva modernización de la música popular porteña conduce al oyente a universos sonoros donde la pasión y la música ocupan lugares comunes junto a un repertorio electrónico no formado sólo de versiones de Astor Piazzolla sino, también, de otros contemporáneos, además de temas propios altamente recomendables, como por ejemplo “Puerto Futura”, “Clepsidra”, “Camí I”, “Camí II” o “Cruces”.
JAVIER DE CASTRO.

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