Rockola, Discos. 23 de mayo de 2008

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Rockola, Discos. 23 de mayo de 2008Elvis Costello & Imposters   
Momofuku

UNIVERSAL

Al final, Elvis Costello, se ha echado atrás. Planeaba lanzar Momofuku únicamente en formato vinilo y con un código para descargar la versión digital. Era la pataleta sui géneris del viejo Declan Patrick McManus para protestar por la situación que vive la industria discográfica. Costello no ha sabido mantener el órdago y, finalmente, su último trabajo ha sido editado también en el moribundo y tradicional CD. Una lástima. Pero como éste no es un espacio dedicado a debatir sobre la calidad de los soportes sonoros, vayamos al grano. Empecemos por este extraño nombre, Momofuku. Al parecer Costello ha querido rendir un homenaje a Momofuku Ando, un avispado japonés que inventó la sopa de sobre a finales de los años cuarenta y, ya en los setenta,  una suerte de sopa de fideos preparada, muy popular en Estados Unidos y muchos países asiáticos, sudamericanos e incluso europeos. Se puede encontrar de diversos sabores según el país y es una solución barata para alimentarse. Pero… ¿estamos hablando de música o de gastronomía? Es evidente que de música, por eso tómese lo de los fideos como una metáfora o como una de las sarcásticas bromas típicamente costellianas. Momofuku es, efectivamente, como una especie de sopa, en la que caben infinidad de ingredientes. No obstante, no es un caldo que haya hervido a fuego lento. Tiene la magia de la inmediatez, de algo que se puede consumir en el acto, como un plato de fideos precocinados. ¿Significa eso que estamos ante un mal disco? Ni mucho menos. Este tipo de productos tienen la virtud de que cumplen a la perfección con la función que se les ha encomendado (alimentar) y, como contienen toda clase de aditivos y conservantes, su sabor suele ser de lo más agradable (o no). Por ello, olvídense en esta ocasión del Costello que compone música clásica o que comparte escenario y grabaciones con intérpretes de jazz. Tampoco es el artista que en el 98 idolatró a Buch Bacharach en Painted from the memory, ni el que en 2002 nos entregó el salvaje y surrealista When I was cruel o nos mostró su lado más americano en The delivery man hace ya cuatro años, por citar sólo algunas de sus grabaciones pop más recientes.
    Los ingredientes de Momofuku son doce canciones inconexas compuestas y grabadas en unas pocas semanas con los Imposters. En el disco se pueden encontrar rastros de todas las etapas costellianas, detalles que recuerdan eso y aquello. Abre el disco “No hiding place”, una enérgica y directa descarga con un mensaje algo pesimista sobre el mundo que nos rodea. Sigue en esta línea de rock de alto voltaje con “American ganster time”, una historia de garitos y travestis, mientras que “Turpentine”, es una composición algo más ruidosa pero con unas bellas armonías que narra la historia de alguien que ha ingerido trementina. Una apuesta sonora parecida se repite en “Stella hurts” mientras que “Harry Worth”, es un medio tiempo que recuerda los momentos más sofisticados del Costello de los ochenta y en “Drum and bone”, cabalga de nuevo sobre sus influencias más bluseras. “Flutter and flor” es la canción más edulcorada del disco, una balada que no es más (ni menos) que un pequeño homenaje a las baladas soul de los sesenta.
    También hay espacio en Momfuku para “Mr Feathers”, un tema a medio camino entre el cabaret y el music hall. En “My three sons”, un padre entona el mea culpa por haber estado ausente mientras sus hijos crecían, un corte que podríamos definir como “marca de la casa” como también lo son “Pardon me madam, my name is Eve” y “Song with a rose”. Cierra el disco “Go away”, el tema con más vocación de single de todo Momofuku y una de las composiciones más vibrantes de Costello en los últimos años.    
    Momofuku
se devora con avidez, te llena y te deja satisfecho. Como un plato de fideos preparados. No se puede pedir más.
ÀLEX ORÓ.

Santiago Auserón
Canciones de Santiago Auserón con la Original Jazz Orquestra

LA HUELLA SONORA
 
Seguirle la pista a Santiago Auserón no es tan complicado como algunos piensan y comentan. El mítico músico parece moverse en una dirección amplia y clara: desarrollar proyectos bien nutridos intelectualmente, asequibles y recomendables tanto para un lectura comedida como profunda. Amigo hasta cierto punto del minimalismo, en su nuevo proyecto musical, el autor ha permitido que algunos de sus temas más clásicos se revistan de los acertados e inspirados ropajes y arreglos jazzísticos que Enric Palomar ha creado para la ocasión. Ya conocíamos las canciones según las presentó originalmente Auserón (bien como Juan Perro o junto a Radio Futura) y, ahora que el poso del tiempo las ha permitido asentarse en la memoria y en su propia identidad, son presentadas en nuevas variantes que las remozan con las espectacularidad noctámbula de una jazz band, aunque manteniendo su espíritu original. Jugar con su cancionero es algo que sólo se pueden permitir aquellos músicos que disfrutan de un legado digno pero cuya esencia en potencia continúa siendo su motor creativo, sin tener que vivir de rentas pasadas aunque permitiéndose pequeños guiños a su brillante pasado y futuro.
    Aun así, las novedades no acaban aquí. Este nuevo trabajo supone el inicio de Santiago Auserón en la autogestión, prescindiendo de discográficas y ofreciendo su trabajo directamente en su página web, que por el irrisorio importe de 6 euros permite la descarga de este Canciones de Santiago Auserón con la Original Jazz Orquestra, un álbum de altura y sonido tremendamente espectacular que, para gusto del refinado consumidor, ha sido tratado a un bitrate de 320, lo cual otorga la máxima calidad de audio en Mp3, algo que ni las más importantes webs de descargas permiten. En resumidas cuentas, prima la calidad, como en cualquiera obra firmada por Auserón.
JUAN JOSÉ ORDÁS FERNÁNDEZ.

Noa
Genes & jeans

UNIVERSAL

Más allá del inocente juego de palabras del título, se esconde el deseo de Noa de culminar con este trabajo el viaje de su descubrimiento personal. Una combinación de episodios marcados por su infancia y juventud neoyorquina, su marcha a Israel con tan sólo 17 años y el recuerdo de su abuela Rachel, su punto de contacto con la historia y la música yemenita que le han señalizado su origen. La grabación ha sido tan deliciosamente cuidada y las canciones –dentro de lo cursi que pueda parecer hablar de uno mismo en primera persona, desnudando temores– son tan deslumbrantes por su belleza que parece que no es sino el disco que Noa hace tiempo tenía que haber hecho pero que nunca acertó a culminar del todo.
    Suenan de forma maravillosa percusiones autóctonas y melodías tradicionales yemenitas, elementos un tanto alejados de los ejes comerciales occidentales, pero por otro lado también le ha podido la fuerza interior de su “songwriting” predilecto, y las enseñanzas neoyorquinas de Leonard Cohen, Joni Mitchell y Paul Simon, por ejemplo, han ejercido un poderoso y beneficioso contrapeso. Un trabajo muy personal, apto para ese momento de madurez que se le achaca ahora a Noa, pero que tiene algo que parecía faltar en sus otros discos y que aquí ha sabido canalizar y compaginar con su papel de laureada estrella internacional.
GERNOT DUDDA.

Hacía Dos Veranos
De los valles y volcanes

DISCOS DE LA BAHÍA

En música –como en tantas otras cosas– el Cono Sur, algo más Argentina que Chile, asume una vocación europea que les hace enfocar la música independiente sin apenas toques locales. Sus referentes son ese arco atlántico que enlaza el twee nórdico, las canciones de The Clientele y los grupos vascos más evocadores de la década pasada, y en esa secuencia coinciden Hacía Dos Veranos, un cuarteto de Neuquén, en la Patagonia andina que ha logrado sintetizar de forma instrumental el pop de habitación que aquí llevamos bastantes años ensayando.
    Sí, instrumental. Unos primeros segundos de aclimatación que conjugan a Stravinsky en clave de jazz, para pasar de golpe a una placidez que va a ser marca de las primeras canciones. Hay dos tipos de instrumentales, aquellos que crean imágenes y aquellos que crean sensaciones, los nueve que aparecen en De los valles y volcanes son del segundo género y encuentran su medida en ese “24:00” que abre el disco. “Preludio y sueño” –recogidas de su EP de 2005– aúnan soles primaverales y crescendos de tormenta que se ven desarrollados en los mejores cortes del disco: la impresionista y nerviosa “La última tarde del apicultor” y “Maleficio”, con aires de flauta, de los setenta y de película mediterránea. Y de golpe, el disco se deforma hasta la abstracción y difumina en su segunda parte –mucho más distorsionada– todo lo que había construido.
    Quizás, más que en otro detalle, el espíritu del compacto se refleje en el cortometraje que se incluye y que resulta ser un vídeo de “Preludio”, grabaciones añejas, en súper 8, de personas anónimas que parecen ser felices. Exactamente eso son sus melodías: breves momentos de felicidad en el vacío.
CÉSAR PRIETO.

Aurora Beltrán
Clases de baile

XL MÚSICA/BATIENDO

Debut en solitario de Aurora Beltrán después de diecisiete años ostentando el bastón de mando de Tahúres Zurdos. Recoge el rico legado de la banda nodriza, pero sin la capacidad depredadora de aquellas guitarras que les hicieron célebres entre los rockeros con pedigrí. Aurora Beltrán democratiza ahora su abanico sonoro y se metamorfosea en estilos diferentes. Se entrega a un “zapping” musical que le hace transitar por el rock épico y atemporal (“Candy baby”, “Valkirias”), el soul (“Ojos trampa”), el aire aflamencado (“Florecita”), el vals (“Clases de baile”), el rock gótico (Vida), el medio tiempo y la balada («Azulada», «Silencio»). Esta discontinuidad sonora y las demasiado numerosas colaboraciones de Bunbury (por partida doble), Carmen París, Mercedes Ferrer y Loquillo dispersan excesivamente el disco, le roban homogeneidad y empaque.
    A pesar de que los iniciados esperábamos algo más de “punch”, Aurora Beltrán vuelve a demostrar que posee una voz de alto octanaje, un torrente capaz de arañar pero también de arrullar. Escribe piezas en las que mezcla con eficacia la lírica y el descaro de la calle, convierte las canciones en un diván terapéutico pero también en himnos combativos. La mujer de ojos azules continúa firmando un reconocible estilo propio en una época de clonaciones e impersonalidad, de indefinición y almas ventrílocuas. Es una “outsider” de la banalidad. Hay que cuidarla. Y alentarla. 
JOSEMI VALLE.

Pete York & Friends
3CD collector’s edition

INAKUSTIK/DIAL DISCOS

Pete York fue batería de Spencer Davis Group y, como tal, es ahora un superviviente nato de aquellos frenéticos años en los que el blues, el R&B, el soul y el jazz marcaron a fuego la personalidad del rock británico entre finales de los años 60 y primeros 70. La prueba de que York hizo un buen montón de amigos por el camino está en este triple CD que recopila algunos de sus conciertos de los años 80, cuando aquel “blues blanco” no era ya sino un recuerdo sustentado por un buen puñado de fieles adeptos. Live together, el primer CD, cuenta con el propio Spencer Davis y el bajista Colin Hodgkinson, y fue grabado el 1 de octubre de 1984 en Alemania. Recoge de forma vertiginosa los grandes clásicos del grupo, como “Keep on running”, “I’m a man” y “Gimme some lovin’”, mezclados con traducciones “a-la-inglesa” del blues de Muddy Waters o Robert Johnson.
    Steaming,
el segundo CD, cuenta con el lubricado órgano y teclados de Brian Auger y, de nuevo, el bajista Colin Hodgkinson. Fue grabado el 19 de abril de 1985 en un lugar no reconocido, y es, a priori, el más interesante, puesto que pone de relieve la fuerza y versatilidad de las fuentes originales cuando caen entre los dedos del genio de la Oblivion Express (temas de Bunny Burnell, Howlin’ Wolf, ¡Eddie Harris!). Incluye, además, un descomunal “Season of the witch” al que sólo supera Al Kooper en su famosa Super session con Stephen Stills.
    Finalmente, Extremely live, el tercer CD, es el que más músicos reúne por metro cuadrado (vozarrón de Chris Farlowe, Zoot Money, Miller Anderson y, una vez más, Spencer Davis y Colin Hodgkinson). Le cantan y tocan a Big Bill Broonzy, Bob Dylan, Randy Newman, Fats Waller y T-Bone Walker, y fue grabado en julio de 1988 en el Town Hall de Birmingham, lo que no deja de tener su morbo al ser ésta la patria chica no sólo de muchos de ellos sino también de otras luminarias del género, como Moody Blues o Steve Winwood.
GERNOT DUDDA.