Rockola, Discos. 22 de febrero de 2008

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Rockola, Discos. 22 de febrero de 2008

M Clan
Memorias de un espantapájaros

DRO/WARNER

Bajo un hermoso y melancólico título, M Clan nos presenta un trabajo que bien podríamos señalar como su obra de madurez. De hecho, estamos hablando de un LP que, por su calidad y calidez, debería convertirse en indispensable para todo aquel que le dedique una escucha, más allá de preferencias y gustos musicales. No es una exageración, Memorias de un espantapájaros es una brillante colección de canciones de rock español, cuya elaboración ha sido una labor humana de introspección y cariño, una llamada a los sentimientos del oyente.
Musicalmente, el disco propone un viaje que se inicia con el sonido rockero, incluso new wave (“Pasos de equilibrista” y “Amor universal”), pasa por paisajes desolados de rock acústico (esa sensacional “Inmigrante”) y desemboca en inspirados parajes absolutamente bucólicos y campestres (“Espantapájaros” o esa maravillosa “Canción de invierno)”. Podríamos atrevernos a decir que, en cierta forma, existe un concepto inherente a todos los temas del disco, el de la huída y el retorno a los elementos básicos de la vida diaria, a la esencia de cada uno de nosotros.
La banda, engrasada y coordinada, embiste cada uno de los temas con un fuerza y brío. La base rítmica de Pascual Saura y Oti acomete con una decisión y una fuerza inéditas hasta ahora en M Clan, exactamente igual que las guitarras rítmicas de Ricardo Ruipérez, rebosantes de un “feeling” renovado. Por otra parte, Carlos Raya, en calidad de guitarra solista y productor, ofrece lo mejor de sí mismo y abre nuevos caminos en lo que se refiere a su estilo y ejecución (resulta sorprendente su inspirado solo en “Amor universal”). En lo referente a Carlos Tarque es remarcable que, mediante su privilegiada voz y sus elaborados textos, se nos presenta esta vez como un destacado creador de emotivos y emocionales textos (la espina dorsal de este disco). A lo largo de toda la obra el vocalista se deja el alma en cada una de las frases y palabras que entona, agarra al oyente y lo lleva con él, haciéndole partícipe del torrente emocional que desata en cada uno de los temas.
Efectivamente, Memorias de un espantapájaros da la bienvenida a unos nuevos M Clan que han crecido y que entienden que la música es algo más que cifras de ventas y discos de platino. No hay lugar para la comercialidad, aunque el disco engancha desde el comienzo, precisándose de varias escuchas para llegar a su núcleo. Estilísticamente es su trabajo más personal, una batidora de géneros anglosajones manejada por una banda española que sabe perfectamente lo que hace y hacia donde se dirige. La meta ahora es perdurar, grabar una auténtica y sincera obra de arte ya lo han conseguido.
JUAN JOSÉ ORDÁS FERNÁNDEZ.

 

 

Manolo Tarancón
Más allá de uno mismo

COMBOI RECORDS

Ni adentrarse en el lirismo en castellano te acerca necesariamente a Silvio Rodríguez ni meter una pedal steel guitar te convierte al instante en un Ryan Adams. Esos son quizá dos de los prejuicios de los que puede ser víctima Manolo Tarancón a los ojos de todo aquel que se aproxime por vez primera a su música. Este es su segundo álbum ya, un capítulo más en su travesía particular para abrirse paso a lomos de un concepto de cantautor hispano cuyo camino, alejado de los tópicos de antaño, ya se han encargado de desbrozar Quique González, o, sobre todo, el controvertido Nacho Vegas. Más allá de las analogías baratas y de las odiosas comparaciones, sí que es de ley confirmar la creciente americanización de su sonido y el mayor empaque, en comparación con su debut (Desde mi interior, 2006), de un trabajo mejor delineado, mejor producido y mucho más homogéneo. Donde hace un par de años había una colección de canciones, ahora hay un álbum con todas las de la ley. Y hay también abundancia de detalles, menores y mayores, algunos novedosos en su discurso (el Hammond de la turbia “Playas de Natal”, la acústica de “En mi ciudad”, la voz de Lucía Revert en “A tu lado” o la aportación vocal de Nacho Vegas en “Super 8”, todo un espaldarazo) o de guiños textuales ya casi convertidos en marca de la casa (a Wilco, Damien Rice, Dylan, Marylin, a enclaves valencianos o incluso a esta misma revista) y de apuntes hacia un sonido más diverso, en busca de una coloración de registros algo más amplia. Todo ello sin perderle la cara a una serena comercialidad, que debería servir para abrirle unas cuantas puertas. En crecimiento, y sumando.
CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.

 

 

Joan Osborne
Breakfast in bed

TIME LIFE/NAÏVE

Tras publicar Pretty little strangers –su propia forma de entender el Americana–, Joan Osborne ha vuelto por derecho a sus grandes clásicos personales que, como ocurrió con el brillante How sweet it is de 2002, nunca reflejan elecciones obvias ni éxitos megatrillados. Pero cuando lo son, caso ahora de ese “Ain’t no sunshine” de Bill Withers, por ejemplo, los arreglos y su forma de cantar son tan especiales que ahuyentan automáticamente el fantasma del “cover” insulso y almibarado (un mal del que ha estado algo aquejado el particular mundo de las FMs norteamericanas con programación de jazz). Desde que hace años se presentara de jovencita por los garitos del Soho neoyorquino cantando a Billie Holiday, el soul y el R&B han sido una marca personal para Joan Osborne. Pero no suele hacer de sus versiones revisión de tópicos, y pongo como ejemplo ese maravilloso “Why can’t we live together” de Timy Thomas que interpretó en el disco arriba citado. Siguiendo el multidisciplinar ejemplo de gente como Bryan Ferry o Robert Palmer, prosigue ahora esa búsqueda abriéndose también ligeramente a otros géneros; exigiendo arreglos que no renuncian a cierto toque clásico en plan años 70, pero sin resultar insulsamente retros. Algunos de ellos son muy próximos al Sonido Filadelfia, merced a los violines y a esos coros de negritud manifiesta que presenta, por ejemplo, en el celebérrimo “I’ve got to use my imagination”. Con “Breakfast in bed”, de Eddie Hinton, es inevitable no acordarse de las maravillosas Dusty Springfield y Chrissie Hynde. Y con “Sara smile”, por ejemplo, de los magníficos Daryl Hall & John Oates y aquel vivificante momento anterior a sus hitos comerciales de los 80. Otras dos versiones para rizar el rizo y erizar el erizo son “Natural high” y “Midnight train to Georgia”. Y además de los “covers”, también están esos seis temas propios que no desentonan para nada con el resto del paisaje. Para glorioso cierre del álbum, “Heatwave” y “What becomes of the broken hearted”, grabados en directo dentro de ese especial llamado Standing in the shadows of Motown. Joan Osborne: ella sí que debería ser la reina de las FMs de ahora, y no otras.
GERNOT DUDDA.

 

 

De Cara a la Pared
Bienvenidos al teatro

DE CARA A LA PARED

Tras El artesano (Salseta Records, 2004), su disco de debut lanzado hace un par de temporadas, y tras casi una década fogueándose a largo y ancho de la geografía catalana, la trayectoria recorrida por el quinteto de Granollers (Barcelona) De Cara a la Pared no ha hecho otra cosa que consolidarse por mérito propio. Su pop-rock instrumentalmente fácil pero bien arreglado, está aderezado con una buena ración de letras de inspiración urbana, cercanas y llenas de humor aunque no siempre políticamente correctas. Sello de identidad intransferible que define a una banda rica en sonoridades, la cual –si nos confiamos a una atenta escucha tanto de su trabajo de estudio como el que desarrollan en vivo y en directo– demuestra que es capaz de no hacerle ascos a casi ninguna influencia estilística contemporánea. Esta, su segunda entrega discográfica, ha sido concebida y producida en régimen de autoedición –suponemos que vista la crisis galopante del sector– y, como si de una sesión teatral se tratara, agrupa en dos actos un puñado de buenas canciones. En ellas sus autores e intérpretes, siempre a la búsqueda de la inmediatez de un mensaje temático como el suyo, casi nunca apto para todos los públicos, se dedican a retratar en composiciones tan brillantes como divertidas del calibre de “En un bar con un par”, “Trinidad”, “Viviendo en la sombra” o, sobre todo “Arráncame los celos”, historias con pies y cabeza de las que deben extraerse, siempre, interesantes moralejas y lecciones de vida.
JAVIER DE CASTRO.

 

 

Javier de Torres
Insolente

BOA

En su tercer disco, Javier de Torres sigue siendo un francotirador que construye canciones de claridad meridiana. El single que se ha escogido, “Las luces del pop”, deja patente esa tendencia artesana: la melodía como joya y la base instrumental –construida en parte por gente de los Happy Losers, los Secretos o Mamá– como iluminación efectista y directa. Cierto es que las letras divagan por mundos en que la crítica ha destacado el humor y este cronista entiende más como una rara mezcla de cinismo y ternura, quizás la única elegancia posible ya en estos días, pero lo hacen calzándose a la perfección con las músicas.
Lo cierto es que el compacto que deja en nuestras manos es dos discos a la vez. Uno de ellos esboza canciones que en poco más de un minuto recrean sensaciones y experimentan con texturas. Un “Bang bang” que se sostiene en piano y violín o un “Insolente” que acerca las bases del tango a la terminología actual. Un poco como los Beatles en Abbey Road. Otro es un ejercicio de pop clásico, que indaga en las ficciones y la cruda realidad de un mundo que asume tanta fantasía como suciedad. Un poco como un ejercicio de metapop.
Costumbrista y ligero, maduro y al mismo tiempo lleno de ilusión pueril, canciones que son tan agradables como inteligentes, tan bien escritas como expuestas.
CÉSAR PRIETO.

 

 

The Canary Sect
Shake It but don’t break it!!!!

BIP BIP RECORDS

The Canary Sect registraron el año 2006 con producción de Jorge Explosión Shake It but don’t break it!!!!, un álbum que publicaría en edición limitada de riguroso vinilo el sello alemán Sreaming Apple Records y que se agotaría muy poco después. En exclusiva para nuestro país, la discográfica barcelonesa especializada en sonoridades “sixties” Bip-Bip Records ha decidido reeditarlo en soporte de compact-disc, en una demostración clara de que nuestro mercado nacional no merecía quedarse sin esta magnífica colección de R&B. Como recién cocidas en cualquiera de los míticos escenarios del Londres de 1964, estas doce auténticas bombas de relojería (ocho composiciones del propio grupo y los temas restantes, resultonas versiones de clásicos británicos de época tomados de Chris Andrews, Otis Blackwell o The Yardbirds) dan una idea clara del enorme potencial interpretativo que atesora el quinteto de Manuel Navarro y su gente. Riffs de guitarra vigorosos, secciones rítmicas sincopadas y unos juegos de voces que no desmerecen para nada a los modelos originales de los cuales The Canary Sect son discípulos aventajados; en fin, una auténtica descarga de adrenalina eléctrica y, en suma, el orgullo de disponer desde ahora de uno de los mejores discos de R&B no grabados en los dorados y añorados años 60.
JAVIER DE CASTRO.