Nacho Vegas: diez canciones esenciales

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Tras su paso por Eliminator Jr y Manta Ray, a finales del siglo pasado Nacho Vegas tomó las riendas de su carrera solista, iniciada con “Actos inexplicables”. Media docena de elepés después, al margen de epés y colaboraciones, Fernando Ballesteros escoge diez canciones que bien podrían conformar el esqueleto esencial de su discografía.

 

Selección y texto: FERNANDO BALLESTEROS.

 

A Nacho Vegas, la escena indie de la que formó parte con sus primeros grupos Eliminator Jr y Manta Ray —gran banda, por cierto—, se le quedó pequeña muy pronto. El asturiano tenía muchas cosas que decir, mucho que contarnos. “Actos inexplicables” fue el primer capítulo de una historia que ya supera los quince años.

Desde aquel debut que tanto se alejaba de los planteamientos de sus aventuras anteriores, Vegas ha ido labrando una carrera más que sólida que ha caminado desde lo intimista a lo social. Dos caras de una moneda y una trayectoria marcada por la fuerte personalidad de su autor. Una obra ya muy extensa repartida en seis elepés y numerosos epés y proyectos compartidos de la que me voy a permitir el lujo de seleccionar diez canciones. No hay joyas ocultas. Solo es la, seguramente, previsible elección, de un no fan incondicional pero admirador de Nacho Vegas.

 

1. “El ángel Simón” (“Actos inexplicables”, Limbo Starr, 2001).
La cima de un primer álbum en el que nada recordaba a la banda de la que procedía. Nacho necesitaba estar solo para cantar unas historias que eran únicamente suyas y que quería compartir. Y lo hizo muy bien, tanto que pronto serían también un poco nuestras.

Historias tristes, dolorosamente humanas, como la de “El ángel Simón”, más de ocho minutos sin estribillo y un texto infinito dirigido a su padre. Un mensaje sin edulcorar en el que Vegas no cae en la tentación de suavizar sus palabras por el hecho de que el destinatario ya no esté. Da la impresión de que llevó al papel todo lo que le salía, sin autocensura en cuanto al fondo y sin atisbo de ornamentación artificial en la forma.

Siendo una historia de una crudeza incontestable, también hay espacio para el cariño que se filtra en alguna de las anécdotas reflejadas. Ya saben, «formalidad poca pero que dure». Desde 2001, si paso por una funeraria, yo también me agacho por si me toman las medidas.

 

 

 

2. ‘Seronda’ (“Actos inexplicables”, Limbo Starr, 2001).
En su debut solista, Vegas se presentaba sin banda, a pecho descubierto. Está claro que aún quedaban cosas por pulir, pero eran muchos más los aciertos que los errores en unas canciones por las que ya se dejaban caer algunas de las referencias que le iban a acompañar en adelante.

La producción de Paco Loco, impecable, le dio brillo a composiciones tan brillantes como ‘El callejón’ ‘Que te vaya bien Miss Carrusel’, su relectura del ‘Fare thee well, Miss Carousel’ de Townes van Zandt —uno de esos referentes, como lo es también Nick Drake—  o ‘Seronda’ que con su mágico theremín y su aire latino se convierte en otro de los números destacados del lote.

 

 

3. ‘Noches árticas’ (“Cajas de música difíciles de parar”, Limbo Starr, 2003).
El difícil segundo disco, en el caso de Nacho Vegas venía con un plus añadido de complicación. Era muy difícil revalidar los logros del debut, y él, ni corto ni perezoso, optó por el “más difícil todavía”: triple salto mortal y doble disco. Más de dos horas en las que las emociones seguían campando a sus anchas y en el que, sí, las drogas estaban muy presentes.

Abriendo fuego, la mágica ‘Noches árticas’ en la que Nacho se hacía acompañar por J, el vocalista de Los Planetas, con el que además de voces también comparte el podium de los mejores letristas en castellano. Minutaje largo y desarrollo hipnótico para un título que se encuentra entre lo más experimental del disco.

 

 

4. ‘El salitre’ (“Cajas de música difíciles de parar”, Limbo Starr, 2003).
La apuesta del disco doble tiene el riesgo de que te terminen echando en cara el exceso de equipaje, pero a este la verdad es que le sobra muy poquito. No todas las canciones son sobresalientes, pero ‘Mark Spitz’, ‘Etcétera’ o ‘En la sed mortal’ son buenos ejemplos del alto nivel en el que se situaba el conjunto de la obra.

Si ‘Noches árticas’ se antojaba ideal para abrir el primer disco, ‘El salitre’ hacía lo propio con el segundo. Se trataba de otra de esas creaciones en las que el autor va desnudando su alma verso a verso, ahondando en el sentimiento de culpa y hacerlo sin aspavientos: “Llegados aquí ¿qué más puede pasar? Podemos ir y preguntarle a la mar para que nos responda con rugidos, para que nos diga la verdad”. Ocho minutos de canción y una conclusión: la tormenta aún estaba muy lejos de amainar.

 

 

5. ‘El hombre que casi conoció a Michi Panero’ (“Desaparezca aquí”, Limbo Starr, 2005).
Para los que caímos rendidos ante los Panero, primero con  “El Desencanto” y más tarde en “Después de tantos años”, esta canción ya se presentaba especial antes de escucharla. El tema, que sin haber empezado el partido ya ganaba uno a cero,  servía para presentar “Desaparezca aquí”, para algunos de sus fans —he consultado con alguno que otro— su mejor trabajo.

Un galardón al que llegaría  por temazos  como éste, pegadizo y que va ganando brío hasta romper en un estribillo resplandeciente. Probablemente, la canción más conocida de Nacho Vegas, con sus palmas, sus coros femeninos y “shalalalalala”. Lamentablemente, a Michi no le dio tiempo a escuchar esta canción que estaba dedicada a él y a tantos otros que han llevado una vida parecida a la suya.

Una píldora de sabiduría para disfrutar.

 

 

6 .‘Ocho y medio’ (“Desaparezca aquí”, Limbo Starr, 2005).
Si “Desaparezca aquí” es el disco de Vegas en el que el drama está más presente, tal y como sostiene algún que otro estudioso de su obra, se debe en buena parte a canciones como ‘Ocho y medio’. Es muy difícil cantarle al desamor de una forma tan desolada, simplemente demoledora. Ni el paso del tiempo mitiga un dolor tan intenso como este al que le canta el asturiano.

 

 

7. ‘Crujidos’ (“El manifiesto desastre”, Limbo Starr, 2008).
Después de los discos compartido con Christina Rosenvinge y con Enrique Bunbury, que darían para otra lista, Nacho retoma su carrera en solitario con su cuarto lanzamiento en formato largo. Lo hace con once canciones, diez composiciones propias y una adaptación de Guy Clark que, lejos de bajar el nivel de intensidad emocional, lo sube hasta niveles estratosféricos en cortes como ‘Morir o matar’.

Pero es tan hábil en su discurso que también sabe jugar con la imagen que transmite y tirar de autoparodia para, burlón él, terminar quitándole hierro al asunto, como hace en el final de ‘Crujidos’: “Que es jodido ya lo sé, pero no es dramático, esto no están trágico, esto no es un drama, no, te diré mil cosas por las que llorar”. Siempre hay un hueco para el humor.

 

 

8. ‘La gran broma final’ (“La zona sucia”, Marxophone, 2011).
“La zona sucia”, un título con reminiscencias automovilísticas para un álbum que tiene algo de trabajo de transición hacia el autor más social y reivindicativo en el que se ha convertido en los últimos años. Un disco con melodías más alegres, canciones más directas y hasta coros infantiles: maravillosa ‘Perplejidad’, por cierto.

Que se tratara de material, digamos, más ligero, llevó a pensar a algunos que el tiempo le haría perder a esta colección. Pues bien: han pasado seis años y «La zona sucia» sigue presumiendo de las mismas dianas que el primer día. Entre ellas ‘La gran broma final’, otra historia de ruptura, de esas en las que mientras se va a proceder a la demolición tu estás pensando en poner un póster para tapar la única grieta que has detectado. Otra letra para la historia en la que los versos «Ha cundido el pánico en Madrid/ salen fotos en la prensa rosa» echa más leña al fuego, y ya todos creemos saber exactamente de lo que habla. Da igual ese detalle, esta es otra de esas historias ya universales.

 

 

9. ‘Actores poco memorables’ (“Resituación”, Marxophone 2014).
Buena parte de la crítica no saludó con demasiada efusividad la publicación de este single como carta de presentación de “Resituación”. Una vez escuchado el conjunto de la obra, a un servidor le pareció una elección más que acertada. Al fin y al cabo, ‘Actores poco memorables’ es bien representativa de un disco que está lleno de ellos. Y también de situaciones bien jodidas, porque Nacho Vegas lleva la temática social al primer plano de su obra. Por algún sitio leí que cambiaba el “yo” por el “nosotros”. Una buena definición.

“Les presento a Andrés, vive solo en Madrid, compra el ABC y escribe sonetos en latín, usa bisoñé y su mejor amigo es un calcetín que pone en su mano izquierda cuando quiere que alguien le comprenda”. También desfilan por allí, Ramón, Marian, Raquel o el mismo Nachín demostrando que sí, que hay humor en sus letras.

 

 

10. ‘Ámenme, soy un liberal’ (“Canciones populistas”, Marxophone, 2015).
En su último trabajo, el epé “Canciones populistas”, continúa sacándole brillo a su lado más combativo. También sabe meter el dedo en las llagas ajenas. El Vegas que denuncia la injusticia, el autor que vivió intensamente los movimientos sociales que originaron y siguieron al 15-M ha encontrado una nueva voz que pocos hubieran vaticinado hace unos cuantos años.

En su último lanzamiento, entre otras cosas, rescata ‘Love me I’m a liberal’ de Phil Ochs, una de sus «topical songs», aquellas canciones de actualidad que en su caso remitían al Estados unidos de 1966. Nacho traslada aquello a esta España y lo hace de una forma divertidísima.

«Me gusta citar a Churchill aunque nunca leí una novela de él, y si un día nos agobia el mercado pues ya se autorregulará, amigos ámenme, soy un liberal»: con trazos como este construye un retrato caricaturesco si se quiere, pero rabiosamente atractivo. He escuchado este tema tantas veces, me recuerda a tantos personajes con nombres y apellidos y, sobre todo, cuando suena, lo veo todo tan naranja…

 

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