Muere el pionero rockero Tito Pemán

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Foto promocional de Los Pantalones Azules: Tito y Víctor

 

Texto: CÉSAR CAMPOY

 

El sábado, 22 de octubre, falleció José Manuel Pemán, más conocido como Tito Pemán, quien junto a Víctor Ortiz integró el conocido dúo valenciano Los Pantalones Azules. El combo se convirtió, a finales de los años cincuenta del siglo pasado, en una de las formaciones pioneras de rock and roll en España, así como una de las primeras en grabar los nuevos sonidos de moda. Junto al Dúo Dinámico, Los Pájaros Locos, Los Sonor, Los Estudiantes y sus paisanos Los Caliope o Los Milos de Emilio Baldoví (más tarde, Bruno Lomas), Los Pantalones Azules revolucionaron las matinales de aquella juventud ávida de diversión.

Pemán nació en Valencia en 1942. Su adolescencia la pasó, como el resto de la mocedad de la capital del Turia, en puntos de encuentro como el Club Universitario. Allí coincidieron Tito y un Víctor que había llegado a la ciudad apenas con diez años, tras nacer en La Coruña y criarse en tierras canarias. El último formaba parte de una pandilla del barrio de Russafa llamada La peña de Elvis Presley, mientras que el primero militaba en la denominada La peña de Frankie Avalon. En uno de aquellos encuentros, Pemán acudió con su guitarra, y Ortiz decidió unirse a él en una actuación improvisada: «Empezó a tocar, y a mí me gustaba mucho imitar a Elvis. Nos liamos, pero tampoco le dimos mucha importancia, hasta que un día nos dijimos: “Vamos a ver: si Los Milos están haciendo actuaciones, ¿por qué no nosotros?”. Y nacieron los Blue Jeans. Todos los jóvenes íbamos con vaqueros. Al ir a grabar nos dijeron que no era un nombre muy comercial, y nos invitaron a cambiarlo por el de Los Pantalones Azules», recordaba Víctor en el número 20 de Cuadernos Efe Eme.

Si Los Milos conseguían hacer historia al publicar, nada menos que en 1960, su primera referencia rockera, vía Discophon, Los Pantalones Azules hicieron lo propio, tan solo, unos meses después. A esas alturas, el dúo ya era conocido en toda la ciudad, se había convertido en habitual de los más selectos escenarios (entre ellos, el Teatro Principal) e incluso contaba con un club de fans, las pantaloneras, enemigas acérrimas de las seguidoras de Los Milos, las milongueras. Tras firmar un contrato con Discophon, Los Pantalones Azules se convierten en habituales de la ciudad condal, a la que se trasladan a vivir, para así coordinar mejor sus constantes actuaciones en el circuito barcelonés y sus habituales visitas a la radio, donde se convierten en unos de los favoritos del mismísimo Joaquín Soler Serrano.

 

Tito y Víctor, en uno de sus conciertos

 

Con Discophon, el combo llegó a publicar dos epés. El primero lo integraron (demostrando la valía del proyecto) un par de temas propios (“Cosa buena” y “Baila, nena”), así como las versiones del “Jezebel” (aquí, “Jezabel”) de Wayne Shanklin, que ya habían grabado Frankie Laine y Gene Vincent, y el “A mess of blues” (“Un poco de azul”), popularizado por Elvis Presley. El segundo de los vinilos incluyó cuatro revisiones: una particularísima adaptación (sobre todo, de la letra) del “Johnny B. Goode” de Chuck Berry (“Johnny, sé bueno”); el “Daniela”, editado, ese mismo año, por Les Chaussettes Noires; el “Dixieland rock”, del filme King Creole, protagonizado por Presley, y el eterno “Hello, Mary Lou“” de Pitney, popularizado por Ricky Nelson. En ambas referencias llama la atención la soltura y el desparpajo con los cuales se manejan, a dos voces, aquellos jóvenes, cuyas actuaciones eran unas de las más concurridas teniendo en cuenta el espectáculo brindado por un Ortiz muy dado a las posturas inverosímiles y las acrobacias, y un Tito orgulloso de su flamante Gibson (una de las primeras que se recuerdan en España), propiedad de un marine norteamericano que la entregó a un familiar de este tras no poder pagar la cuenta de un club de alterne de Las Ramblas.

Inmersos en el mundillo artístico barcelonés, y tras recibir varias ofertas importantes como una del propio Ignacio F. Iquino, para aparecer en una de sus películas, el servicio militar se cruzó en el camino de Los Pantalones Azules. Víctor fue llamado a filas, y Pemán siguió unido a la música durante un tiempo hasta que, tras una gira por tierra ibicencas, conoció a la que se convertiría en su primera mujer, de nacionalidad norteamericana. Sin dudarlo, el hasta entonces rockero, de indudable carácter aventurero, decidió marchar a los Estados Unidos. Allí, aquel despierto y joven José Manuel supo aprovechar el tiempo y tirar de ingenio. Tras graduarse en Políticas y Económicas y recibir numerosos premios y reconocimientos, acaba convirtiéndose en profesor de la Universidad de Virginia, así como en asesor de numerosas empresas. Iniciaba, así, una exitosa carrera profesional que le llevaría a convertirse en uno de los hombres de negocios más influyentes de Norteamérica tras figurar como consejero delegado del gigante Chase Manhattan Bank, que acabó nombrándolo presidente de la entidad para Europa, Oriente Próximo y África. Hasta hace pocos años, siguió dedicándose a las finanzas y codeándose con las altas esferas y los círculos de poder más selectos. Por su parte, Ortiz acabaría fundando Los Huracanes, el conjunto valenciano más importante de los sesenta, alabado por su arrebatador directo y su manera de abordar géneros como el beat, el garaje o el soul. El propio Víctor recuerda para Efe Eme la figura de su otrora inseparable colega Tito: «Era un hombre muy, muy listo, y de ideas muy abiertas. Sí, también era una persona muy controvertida y con un carácter muy especial, pero, ante todo, era un buen amigo».

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