Miguel Ríos: El sueño continúa. Por Quique González

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Cuando le comentamos a Quique González si se sumaba al homenaje que este mes queríamos brindarle al gran Miguel Ríos, no lo dudó ni un segundo. «Claro que sí –respondió–, me apetece, y mucho». Esta bien que uno de los músicos más jóvenes del rock español recuerde a quien lo inventó todo. Al rockero que, durante años y prácticamente en solitario, sentó las bases de nuestro rock. Sin él, sin Miguel Ríos, todo habría sido distinto.

 

Texto: QUIQUE GONZÁLEZ.

 

Querido Miguel:

La otra noche, un veterano promotor de conciertos en los sesenta me contaba en el bar Leyendas de Torrelavega cómo pudo celebrarse tu primer concierto allí, hace ahora la friolera de un carrerón de 45 años. Me contó cómo te llamó por teléfono, y apareciste a los tres días con una maleta (lo dudo incluso), ensayaste con una banda de músicos locales que acababas de conocer y tocasteis por la noche.

Me imagino que en aquella España un tipo como tú debía ser considerado algo parecido a un extraterrestre, pero yo creo que sólo eras un chico con un sueño de rock, fascinado por la tremenda sacudida del elefante (Elvis) en la chatarrería (el edificio), envenenado con la carretera y el escenario. Tu pasión ha sido la gasolina que necesitamos los que, como tú, creemos que este es el oficio más bonito del mundo. Me encantó cómo lo dijo Enrique Bunbury en la grabación de Ajuste de cuentas:

–Miguel Ríos ha abierto un camino de pastores.

La primera vez que te vi fue en el bar Gollega, en Madrid. Yo me estaba saltando un par de clases por la mañana y entraste al bar con un sombrero negro y El País debajo del brazo, a desayunar. Hace 18 años de eso y sigo pensando, como en aquella primera impresión, que tienes una clase innnata. Me lo has demostrado siempre que hemos compartido algún rato entre porritos y goles de Ronaldo. Sé de lo bien que tratas a tus músicos, y vi cómo temblaba la sala Galileo cuando te subiste a cantar con nosotros la primera vez. Miré a mis compañeros y estaba claro que nunca habíamos sentido una fuerza comparable ahí arriba. Se te olvidó una frase, hiciste uno de tus mágicos licks y el público se volvió loco. Nos hubieramos ido de gira contigo al día siguiente.

Tengo debilidad por gente como tú, o como Johnny Cifuentes, que no vais dando lecciones a nadie y tenéis más rock y más verdad que todos los que se dedican a ello. Seguís escribiendo vuestra leyenda en un país tradicionalmente cabrón con sus artistas y, sin embargo, eso no os ha convertido en unos resentidos.

Has luchado siempre porque el rock formara parte de la cultura popular, desde aquella carretera destripada que te llevaba al norte hasta hoy. Los que el fin de semana estamos rulando en furgoneta, en busca de nuestra ración de gloria y barro, siguiendo la estela de tu viejo sueño, con la ayuda de teléfonos móviles, equipos de sonido profesionales, autopistas de peaje y otros lujos asiáticos, estamos en deuda contigo y, sobre todo, tenemos una gran duda: ¿Cómo coño lo hacíais posible? Seguramente lo estabais inventando sobre la marcha…

Me encantaría que nos vieramos un poco más este año, escuchar un par de canciones, ir a ver un derby, comer donde Víctor, y acabar hablando de grabar un disco (que sí, Miguel), de lo bueno que es Carlos Tarque, y de la suerte que tenemos al tener el oficio más bonito del mundo. Gracias, Miguel.

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