Miguel Ríos: Bye bye, Miguel

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«La comuna de invitados, en pleno, proclama lo de ‘Bye byes Ríos’, hilo de fondo de esta gira. Adiós a Mike. Adiós a don Miguel. Adiós al señor Ríos. Aunque nadie debe descuidarse. Los viejos rockeros nunca mueren. Y todavía es joven para el blues»

Miguel Ríos
18 de septiembre de 2010
Pabellón Municipal de Deportes. Granada.


Texto y foto: EDUARDO TÉBAR.


Miguel Ríos empezó a cantar twist y rock and roll hace medio siglo. “¡Al mismo tiempo que los Beatles!”, advierte en el Palacio de los Deportes de Granada un seguidor leído y narcotizado por la sofocante presencia de 10.000 seguidores. Padres, hijos y hasta nietos. Segunda noche de llenazo consecutivo para despedirle a lo grande en su tierra. La capital nazarí de la que se fue con 17 años para grabar con Phillips y convertirse en estrella. Ese hogar al que luego volvió una y otra vez.

Aprobado el examen del estreno, las caras del personal reflejan cierta relajación muscular antes de repetir casi al milímetro el mismo espectáculo en este nuevo pase. José Ignacio Lapido y Juan Aguirre charlan afables entre bastidores. El director artístico Carlos Narea piruetea por todo el recinto para ajustar detalles. Pronto se espera la inmortalización del evento en un disco. El asunto parece que va en serio: Miguel Ríos echa la persiana después de cincuenta años en el oficio. “Aunque siempre podrá volver cuando le salga de los huevos. Y nadie tendrá por qué recriminarle nada”, añade Manolo García.

Una carrera sin parangón en España. Tenaz y con una prodigiosa capacidad de reciclaje. El adolescente Mike Ríos debutó en la era de los sencillos; EP, LP, casete, CD… Y llega a los “60 mp3” ante el asombro de los pocos supervivientes que cotejaron los bríos del “Rey del twist” (entonces con el lunar eliminado en las portadas). Millones de copias vendidas en todo el mundo, paladín de los avatares de nuestro rock en tiempos difíciles, saludable aspecto físico y envidiable frescura mental. Hace unas semanas, a punto de cumplir 66 castañas, Miguel Ríos ejercía de fan fatal del poeta Benjamín Prado y Coque Malla en una pequeña sala de la ciudad. También asume labores de embajador del Milenio de Granada para 2013. Le sobra energía, ahora que los políticos sugieren la jubilación a los 67. Pero él ha optado por ceder espacio a los nuevos y cantar sólo en la ducha.

LOS CONTROVERTIDOS 80
Repasar tan pantagruélica discografía exige una síntesis odiosa, aun en un concierto de casi tres horas. No obstante, la selección vislumbra su querencia absoluta por el material de los ochenta. Simpático corte de mangas a la historia: trabajos como “El rock de una noche de verano” (1983) o “La encrucijada” (1984) irritaron a los entendidos. Se le acusaba de demagogo y servil del proteccionismo oficial.

Liberado de la obligación de demostrar algo en esta prórroga, el granadino se desquita en su autohomenaje. Apenas se rememora al Miguel Ríos de vanguardia en “La huerta atómica” (1976), a la víctima del rock nacionalista en “Al Andalus” (1977) o el delicioso homenaje a Kurt Weill que registró con Ana Belén. En cambio, se producen momentos de fruición colectiva cuando suenan ‘Vuelvo a Granada’, ‘Yo sólo soy un hombre’ y una turbadora versión, a dúo con Ana Belén, de aquel ‘El río’ compuesto por Fernando Arbex. Flota en el aire el perfume del recuerdo sinestésico. El cierre de la velada, alzando el ‘Himno de la alegría’, invoca su espíritu hippie. De aprendiz de tienda a codearse en California con las estrellas del rock de aquellos veranos del amor. Una época en la que servía el picadero en Madrid a Bill Wyman mientras se empapaba del academicismo de Waldo de los Ríos.

A diferencia de compañeros del sector, Miguel Ríos disfruta con creces la materialización de álbumes en vivo. Actuaciones faraónicas en las que marcó las pautas para la industria local. Desde “Conciertos de rock y amor” (1972), uno de los pioneros en España –junto a un directo con aplausos añadidos de Los Canarios, otro con público en el estudio de Lone Star y la experiencia iniciática de Bruno Lomas­–, hasta “Big Band Ríos” (1998). Amén, claro, de “Rock & Ríos” (1982).


CARRUSEL DE INVITADOS ILUSTRES

En un escenario bien ajuarado, un Miguel Ríos más hierático que antaño arranca la fiesta con ‘Memorias de la carretera’. El guitarrista José Nortes supone el principal punto de fuga y agitación de un plantel en el que también destaca el teclista de Señor Mostaza, Luis Prado. Todo listo, pues, para echar leña al fuego de los hijos del rock and roll: ‘Bienvenidos’.

José Ignacio Lapido es el primer invitado que salta a la palestra. Y una canción de su puño y letra, ‘El ángulo muerto’, protagoniza la colaboración más sobrecogedora. “Lapido es uno de los mejores escritores de canciones de este país”, señala mesiánico. Justicia paternal. ‘Raquel es un burdel’, ‘No estás sola’, ‘El ruido de fondo’, ‘Niños eléctricos’, ‘Al sur de Granada’, ‘El sueño espacial’, ‘Año 2000’, ‘El rock de una noche de verano’… Los instantes álgidos en la primera fase pasan por esa etapa de grandilocuencia futurista. Madrid latía con la Nueva Ola y Miguel Ríos aventajaba a los pibes con kilovatios de mecenazgo en el rock.

Cita a Charly García en ‘Nos siguen pegando abajo’, a Moris en ‘Sábado a la noche’. El pretérito capitán el rock ‘n’ roll español lagrimea, mueve sus brazos de forma helicoidal. Le toca el turno a Carlos Goñi, que le acompaña en ‘Todo a pulmón’. Le sigue Carlos Tarque, que encarna la letra de ‘Santa Lucía’ hasta el paroxismo. A continuación, Manolo García entra en escena: lenguaraz, dicharachero. Cantan ‘El blues del autobús’. Y en esto que asalta Rosendo para apuntalar el mítico ‘Maneras de vivir’. La comuna de invitados, en pleno, proclama lo de ‘Bye byes Ríos’, hilo de fondo de esta gira. Adiós a Mike. Adiós a don Miguel. Adiós al señor Ríos. Aunque nadie debe descuidarse. Los viejos rockeros nunca mueren. Y todavía es joven para el blues.


Desde aquí puedes acceder a la web de Miguel Ríos.

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